Capítulo 28; Un Anibal roto.

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Ámbar, sonrió con ternura.

—¡Esa sonrisa!— gimió Amy— ¡realmente estás enamorada, Ámbar, y yo que creía que era solo deseo!

—Han pasado muchas cosas desde la última vez que hablamos— volvió a sonreír— ciertamente todo comenzó como algo puramente carnal, ese deseo de tenerlo, pero... conocerlo más, ver lo inocente que es... resulta abrumador en cierto sentido, soy una mujer experimentada y por lo general me atraen hombres fuertes, seguros de su poder sexual, es algo que me transmiten y me engancha, pero con Samuel es diferente. Es su inocencia lo que me resulta tan tierno, verlo sonrojarse, ese pudor...

—Un momento —intervino Melina— dices que lo haces ruborizar, ¿Has estado de traviesa diciéndole cosas cochinas al cura?

—Ay Meli, insistía en qué me confesara, yo me negaba porque realmente no quería incomodar lo con lo que me hacía sentir, hasta que un día decidida a arriesgarme entré al confesionario y le conté de mi deseo, de mis sueños eróticos, de cómo me hacía sentir.

—Pobre padrecito — dijo Melina con una risa traviesa.

—Nada más imaginarlo — intervino Amy— el pobre hombre debe jugar que está loca.

—Ni se imaginan cuánto huía de mi y la verdad yo disfrutaba provocándolo. Lo pedí y lo desee tanto que... Samuel me ha confesado que también se ha enamorado de mi.

—¡Ámbar, la iglesia te prohibirá en acceso a los templos!—Melina sonrió traviesa.

—Necesitaran algo más que eso sí quieren alejarme de él, ya saben lo testaruda que puedo ser. Además, espero no griten, ni hagan un escándalo pero... Samuel y yo, hemos hecho el amor.

—¡Demonios, Ámbar!— exclamó Melina.

—¡Por Dios!— Amy la miró sorprendida — pensé que esto sería solo una etapa, que quedaría como una fantasía o algo así.

—No, afortunadamente no.— sonrió feliz— no saben chicas, ni se imaginan hace cuánto no me sentía tan bien, tan feliz, me siento cómo un adolescente enamorada. Realmente es lindo recordar que puedo sentir todo ésto.

—Pero... ¿cómo fué?

—Fue maravilloso y perfecto. Realmente era un hombre puro y casto.

—Castidad que le has robado, Ámbar. ¡Dios mío!

—Si Amy, lo sé. Pero créanme cuando les digo que nunca había estado tan enamorada de alguien, dejen que les cuente todo...

**********

Samuel, llegó a casa de sus padre, encontró a su madre sentada tomando el té, mientras que su padre estaba en un sillón lejos leyendo un periódico.

—Buenas noches, padres—se acercó y saludó a cada uno, el amor desmedido de su madre y el orgullo en los ojos de su padre.

—Qué alegría que vinieras, hijo mío. — dijo Ana— pensamos que vendrías anoche— Samuel pasó saliva con dificultad. No quería mentir y añadir otro pecado.

—No pude, pero ya estoy aquí. —sonrió besando la frente de su madre.

—¿Te quedarás a cenar con nosotros?—preguntó Anibal.

—De hecho, me gustaría quedarme a dormir, los extraño mucho y siempre es bueno pasar tiempo en familia.

—Es lo que yo digo— intervino Anibal con la mirada fija en su esposa— y no es solo tiempo en familia, sino tiempo de calidad. Le he hecho saber a tu madre la falta que nos hace compartir en familia.

—No agobies a nuestro hijo con asuntos sin importancia— replicó la mujer, mostrándose un poco enojada porque su marido la estaba exponiendo

—No son asuntos sin importancia, se trata de nuestra estabilidad matrimonial y familiar. ¿Acaso crees que es poco importante?

—Sin duda alguna lo es, solo que...

—¿Acaso existen conflictos entre ustedes?— preguntó Samuel. —¿Qué sucede?

—Nada que no pueda resolverse con un poco de oración —aseguró Ana.

—Esto va más allá de unos pocos rezos. — Anibal se mostró frustrado— pero ya sabes cómo son las cosas, tu madre cree que hago tormentas en un vaso de agua.

—Creo que deberían calmar los ánimos, es evidente que están en desacuerdo. Madre, "Bienvaneturados los pacificadores", creo que hace falta un poco de paz. Padre, eres la cabeza de este hogar, recuerda que "Quién halla esposa, halla el bien" , les pido que por favor consideren sus diferencias y si el enojo es demasiado eviten de momento conversarlo, de esa manera no se dirán palabras hirientes.

—Siempre sabio, hijo mío — le alabó su madre. Anibal sólo presionó los dientes con frustrado y deseando evitar el conflicto, guardó silencio.

Cenaron juntos y Samuel fue en encargado de mantener una conversación, hablando de diversos temas, que pudiesen captar la atención de ambos progenitores. Luego de la cena Ana le dijo a su hijo;

—Hijo mío, iré a mi cuarto de oración. ¿Quieres que hagamos plegarias juntos?— para Samuel no pasó desapercibido el gesto de su padre.

—Quizás, podríamos ir más tarde, podemos tomar un té juntos, los tres.

—No ahora, hijo, es momento de mis oraciones.

—En ese caso, te alcanzaré luego, madre. Tomaré un café primero con mi padre.

—De acuerdo— y sin más, la mujer se retiró. Anibal miró a su hijo y negó, una profunda decepción se reflejaba en su rostro.

—¿Qué está sucediendo, padre?, ¿por qué pareces tan enojado y triste?

—Frustrado, creo que sería la palabra adecuada. Ya la ves, lo presenciaste Samuel, no hay tiempo para mí, ni como amigos, ni como pareja, ni como compañeras y mucho menos como amante, y me siento agitado, son demasiados años batallando con esto, hijo. Siento que comienzo a perder la fe de que recuperaré a la mujer de la cual me enamoré, es difícil para mí, porque jamás competiría contra Dios o su fe, lo único que pido es un poco de tiempo, un poco de afecto, un poco de atención. El matrimonio se está derrumbando y tú madre solo tiene tiempo para sus interminables horas en el cuarto de oración y plegarias. ¿Sabes, hijo? ya estoy cansado, cansado de batallar yo solo, por eso ya ni le ruego tiempo, ni le ruego cariño, ni siquiera le ruego un poco de placer. Qué haga lo que quiera.

—Padre, me habías comentado que estaban pasando un mal momento, pero no me imaginé que todo estuviese tan mal.

—Ella cree que me niego a su fe, pero no es así. Cree que soy un egoísta que solo piensa en mi, pero me conoces hijo mío, yo a tu madre la he amado en cuerpo y alma, y siempre me he esforzado por hacerla feliz, darle un hogar lleno de paz y armonía. He respetado sus decisiones, me he acoplado a ella en todo, pero no más Samuel, ya es suficiente, estoy cansado de batallar solo.

—Padre— se levantó y caminó hasta él, abrazándolo, los ojos de Aníbal se llenaron de lágrimas. Había llegado a su punto de quiebre, había llegado a su momento de inflexibilidad, Anibal abrazó a su hijo, y sucedió lo que no había pasado en muchos, muchos años... Anibal Thompson, se dejó llevar por las lágrimas, aquello fue sorprendente y desgarrador para Samuel, quien no recordaba haber visto llorar a su padre, nunca antes en su vida, lo abrazó y le permitió desahogarse... definitivamente, debía tener una conversación con su madre.


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N/A

Amores míos, les recuerdo que esté libro contiene temas religiosos, pero sin ánimos de ofender, un recordatorio para no olvidar que debemos mantener nuestra fe, sin descuidar la familia.

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