Capítulo 38; El amor de un padre

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Anibal miró a su hijo en silencio, jamás esperó escuchar aquella palabras de su boca.

—¿Escuché bien?, ¿has dicho enamorado?

—Si— él desvió la vista por un instante— esto que siento me supera padre, es más fuerte que yo y no sé si está tan malo como debería.

—¿Por qué debería ser malo amar?, ¿no viene de Dios el amor?

—Si, pero es diferente, soy un hombre que tomó la decisión de consagrarse a Dios, no debería estar sintiendo estás cosas.

—Samuel, hijo mío, siempre he dicho que tú madre no te dió grandes opciones cuando naciste, siempre tuvo la idea de que eras enviado para el servicio de Dios, te crió y educó para eso, desde niño nunca viste nada más, porque ella no dejó que lo hicieras. Por el contrario, cuando supe que al fin sería padre, no pude dejar de llorar, eras la respuesta a mis deseos, Samuel. Soñaba con verte crecer, con convertirte en un hombre bueno, soñaba con ver cuando te casaras, verte ser padre y una buena cabeza de hogar, me esforcé con la empresa para que tuvieran buena vida, para que no les faltará nada, para que en un futuro, tu dirigieras lo que por derecho te corresponde.

—Soy un sacerdote, no un empresario.

—Un hombre debe estar a la altura de las exigencias. — le sonrió— cuéntame de ella.

—Es preciosa —sonrió Samuel — está tan llena de vida, tiene el cabello como una cascada al sol de la tarde, y los ojos más bonitos que he visto jamás, es dulce pero tiene también un caracter muy fuerte, ella... es perfecta — terminó con una sonrisa— lo peor de todo padre, es que ella también me ama— terminó con voz ahogada— de hecho, fue ella la primera en confesarlo, se metió al confesionario y no tuvo reparos en decir todo lo que le havia sentir.

—¿Y tú qué sientes?

—No lo sé, es confuso para mí. La amo, no tengo dudas de ello, la amo con todo el corazón, pero también amo mi servicio a la obra de Dios. Es por ello que he pedido me envíen a África, necesito estar lejos, pensar, meditar.

—¿Dejarías los votos para estar con ella?

—Si— miró a los ojos de su padre, quién le sonrió con ternura, su hijo realmente estaba enamorado, sin duda alguna Ana pondría el grito en el cielo, se podría histerica, pero a él solo le importaba la felicidad de su hijo. — creo que sí lo haría. Pero luego pienso en si sería la decisión correcta. ¿Y si luego me arrepiento?, ¿ peor aún, si ella se enamora de alguien más?

—El amor se trata de arriesgarse, no siempre es como deseamos, hijo, pero no sabemos cuan feliz puede hacernos, si no nos atrevemos a experimentarlo.

—Padre... ¿puedo decirte algo delicado y muy personal?— lo miró con angustia.

—Por supuesto que sí, hijo, puedes decirme todo cuánto desees. — Samuel pareció dudarlo por un instante, pero suspiró llenándose de valor.

—He fallado a mis votos de castidad... he hecho el amor con Ámbar— Anibal lo miró evidentemente sorprendido, saber que su hijo estaba enamorado ya era una sorpresa, pero saber que lo que sentía era tan fuerte como llevarlo a romper sus votos... ella debía ser realmente muy especial.— no me mires así, padre. — dijo avergonzado.

—Lo Siento hijo, es solo que... realmente has logrado sorprenderme, ella debe ser muy especial para haber logrando hacerte incumplir tus votos.

—Lo es, padre, lo es, y no se cómo sentirme... estar con ella es... sencillamente magnífico, es una experiencia sublime, pero luego la culpa me golpea, sé que estoy fallando a Dios, que... no lo sé padre. Me siento dividido en dos aguas, en dos amores, y eso me hace sentir mal.

—Te daré mi opinión hijo, mi muchacho, mi orgullo, siempre has dicho que Dios es un padre amoroso, entonces te hablaré desde el amor de un padre y sé que Dios me respaldará. El celibato ha sido una imposición del hombre, no de Dios, el mismo lo establece en la palabra; "No es bueno que él hombre esté solo", para mí cada hombre debe tener su compañera, como padre quiero lo mejor para ti, quiero que estés bien y que seas plenamente feliz. Si estar con esa jovencita te hace sentir bien, feliz y completo, que no te importe lo que diga el mundo, que no te importe la crítica, viniste al mundo a ser feliz.

—Pero...

—No hay peros para el amor, hijo mío. Deja de complacer a tu madre y dedícate a ser feliz.

—Gracias por entenderme por no juzgarme, ni señalarme.

—Nunca te jugaría, eres mi hijo, además "El que esté libre de pecados, que tire la primera piedra"—Samuel sonrió.

—¿Qué sucede con mi madre?—Anibal suspiró triste.

—Lo que voy a decir va a dolerme, hijo. Siento que ya no la amo, siento que se ha empeñado en pisotear mi amor de tal manera que ya no tengo ni siquiera fuerzas para seguir luchando por recuperar esto.

—¿Es realmente por mi madre o se trata de esa otra mujer?

—Melina me ha recordado lo hermoso que es ser amado, ella es buena, es atenta, es cariñosa, es dulce, está al pendiente de mi, todo lo que tú madre me daba y me fue quitando. Ana siempre fue el amor de mi vida, mi único amor, cuando descubrimos que sería muy difícil quedar embarazada se convirtió en una mujer llena de amargura y resentimiento por no poder experimentar la dicha de ser madre, luego esa amargura se convirtió el un profundo dolor y depresión que la llevó a refugiarse en la fe, ella necesitaba creer en algo, aferrarse a algo, y no digo que este mal, Dios es bueno y fuente de todo lo que recibimos, pero los excesos son malos, hijo mio.

—Lo entiendo...

—Ana puede pasar horas en su cuarto de oración y olvidarse del mundo, estoy cansado de irme a dormir solo, de buscar su amor y conseguir rechazo, una pared fría. Melina me recuerda la virtud de amar, lo siento, estamos hablando de tu madre pero... creo que voy a pedirle el divorcio.—Samuel sintió tristeza.

—Madre enloquecerá de dolor.

—¿Por qué?, de igual manera actúa como si no tuviese esposo, además parece importarle muy poco mi presencia. Necesito amor, Samuel, necesito atención, cariño, comprensión y hace mucho que tú madre dejo de ser ese apoyo para mí.

—Lamento escuchar eso, solo quiero que ambos sean felices.

—Creo que seremos más felices separados, aunque aún no tomo la decisión, no se cómo decirlo, no quiero lastimarla pero estoy convencido de que sería lo mejor.

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