Capítulo 51; La decisión correcta.

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Ámbar sintió que su corazón se detenía y la felicidad la inundaba, Samuel había solicitado su baja ministerial lo cual solo podía interpretarse como que él había la había escogido... ¡Él realmente la amaba!, sintió deseos de llorar y correr hacia él para abrazarlo sin embargo, Samuel se giró hacia ella y la miró fijamente antes de desviar nuevamente la mirada hacia la madre quién parecía estar en un estado de shock, sus ojos estaban muy abiertos y parecía que había dejado de respirar por un instante, su labio inferior temblaba y miraba a su hijo con extrema confusión.

  —¿Qué?, ¿la baja ministerial?, ¿de qué estás hablando hijo?... yo no no te entiendo.

  —Así como lo escuchas madre, he solicitado el permiso y la aprobación de mis superiores para abandonar mis hábitos.

  —¡Eso no puede ser, Samuel!— Ana saltó poniéndose de pie mientras hiperventilaba— no puedes estar hablando en serio, tú no puedes dejar tus hábitos, tú eres un escogido, eres un elegido, Tú naciste para ser sacerdote...— Samuel se giró hacia Ámbar la cual parecía petrificada.

  —¡Yo nací para vivir mi vida!— dijo frustrado ante la intransigencia de su madre— Ámbar lamento mucho que la velada termine de esta manera y no quisiera ser descortés pero realmente necesito hablar con mi madre a solas.

  — Yo... sí...este... claro, claro— dijo ella tomando su bolso y poniéndose de pie— me marcho... Yo... espero que tengan buenas noches— dijo y se giró hacia la mujer —volveré después — pero Ana ni siquiera la había mirado, tenía los ojos fijos en su hijo.



  En cuanto quedaron a solas Ana se giró dándole la espalda a su hijo y sujetándose con fuerza de respaldar de la silla, sintiendo un enorme peso en su pecho.

—No puedes estar hablando en serio, Samuel. Esto lo puede estar ocurriendo. ¿Qué es lo que está pasando en mi vida, Dios mío?— preguntó con rápidez—¿ porque todo está saliendo tan mal?, ¿ porque todos se están desviando de su camino?... esto no puede ser hijo, no puede ser, tú eres el sacerdote... tú eres un sacerdote

—Madre, yo amo estar al servicio de Dios y he amado ser sacerdote durante mucho tiempo sin embargo, he estado haciendo un análisis de mi vida, de lo que he hecho y he llegado a la conclusión de que aunque amo esto y siento vocación... yo no decidí ser un sacerdote, al menos no completamente consciente, elegí serlo porque es lo que me educaste desde pequeño, es lo que inculcaste en mí, no me diste opciones de querer ser algo más.

—Es que no debe haber opciones para ti, ¿es que no lo entiendes?, eres un elegido, no puedes abandonar tu camino. Dios te envió a la tierra con ese propósito.

—Quiero creer que Dios me envió a la tierra para ser feliz, madre— le dijo con un largo suspiro— y quiero hacer con mi vida algo más que ser sacerdote.

— ¿Es que acaso no lo ves?, ¿ es que acaso no lo ves, Samuel?, no puede ser tan egoísta, abandonar tu hábitos para convertirte en un hombre normal, común y corriente...

—Eso es lo lo que quiero, es lo que ahora quiero, no quiero que me veas como un ser superior, alguien escogido para guiar a otros, quiero ser un hombre común y corriente, un hombre que ama a Dios, pero que puede tener una vida normal como cualquier otro.

—¡Es que tú no naciste para ser normal!— dijo con angustia. Veo que no lo comprendes.

—Lo comprendo perfectamente bien, madre. Pero ha llegado el tiempo de un cambio en mi vida.

—¡NO, NO LO HAGAS SAMUEL, NO LO HAGAS! Hijo... hijo de mi corazón, debes llamar al Vaticano y retractarte de tu decisión, debes decirles que has estado confundido, que el enemigo te ha tentado con pensamientos ajenos a la voluntad de Dios, diles que lo has pensado mejor y no deseas abandonar los hábitos.

—Por supuesto que no, no lo haré. Esto no es una decisión que he tomado de la noche a la mañana, es algo que he pensado durante mucho tiempo, no voy a llamar al Vaticano y no voy a retractarme. Ya he hecho la solicitud madre, y mi solicitud está en proceso, solo debo esperar que envíen a otro sacerdote para que me reemplace en el templo y la autorización para abandonar mis hábitos, después de eso ya no seré más el padre Samuel, seré solo tu hijo.

—¡NO LO HAGAS, ME VAS A OCASIONAR LA MUERTE!— sollozó en un fuerte lamento. —¡VAS A MATARME, SAMUEL THOMPSON!, ¡MI ÚNICO HIJO VA A MATARME!

—No morirás, madre — sonrió con ironía. — creo que lo mejor será que me vaya. Es evidente lo mucho que te decepciono, será mejor que vuelva cuándo ya te hayas tranquilizado.

—¿Tu también vas a abandonarme?— Samuel frunció el ceño.—¡Tu padre se ha ido de casa, me ha cambiado por otra mujer!, ¡TIENE UNA AMANTE!, Ahora mi hijo no solo abandona a Dios, sino que me abandona también a mi. ¿Qué es lo que he hecho mal?

—Lamento escuchar eso — le dijo con sinceridad— mi.padre se confesó conmigo, y estoy al tanto de que las cosas entre ustedes no han ido nada bien. Dios, es un Dios de unión, es cierto.  Pero creo que hay ocasiones en dónde tomar caminos separados es lo mejor.

—¿Quien eres?— lo miró con horror—¡No hablas como mi hijo!, ¿quien te ha lavado el cerebro, Samuel?, ¿QUIÉN LO HIZO?— Él solo sonrió.

—Volveré mañana cuando estés mejor. Ten buena noche madre.

—¡NO, NO TE VAYAS!, ¡DEBEMOS HABLAR!

—No ahora, no cuando estás muy enfadada como para entender que he tomado la decisión correcta para mí, lo que dicta mi corazón y aunque se que es difícil para ti, confío en que terminarás entendiendolo, soy tu hijo, el unico que tienes y mi felicidad deberia ser tu prioridad.



Ámbar llegó a casa completamente ansiosa, arrojó su bolso al sofá y comenzó a caminar de un lado a otro, estaba nerviosa, llena de incertidumbre, ¿Ana haría cambiar de decisión a Samuel?, ¿se mantendría él firme?, ¿iría a buscarla aquella noche o debía ella ir por él?... La angustia se alojaba en su pecho y aunque quería creer que Samuel estaba haciendo todo esto por ella, tenía que escucharlo de sus labios, escucharlo decirle que en cuanto o tuviese su permiso podrían ser felices... los ojos se le llenaron de lágrimas.

¿Regresaste a mi, amor mío?, preguntó a la nada. ¡Espero que la espera haya dado sus frutos, que mi paciencia sea recomendada con su amor!

Poco tardó hasta que el timbre de su departamento sonó, ella casi grita del susto, tenía los nervios de punta. Corrió y abrió la puerta encontrándose con un Samuel muy serio. ¡Por Dios, era tan guapo!, con aquellos preciosos ojos verdes, con aquel cabello color marrón perfectamente peinado hacia atrás, estaba más largo de lo acostumbrado y veía la punta de sus cabellos descansando en su nuca.

—Hola— la saludó. —¿Puedo pasar?

—Claro... siempre eres bienvenido— le sonrió haciéndose a un lado. Samuel asintió y entró, Ámbar cerró la puerta tras él, sentía ganas de saltar y abrazarlo. — No estaba segura de si vendrías a verme.

—Pero he venido — asintió y los ojos de Ámbar se llenaron de lágrimas.

—¿Es serio tú... has solicitado tu...?

—Si— respondió asintiendo— tenemos mucho de que hablar Ámbar — fue el turno de ella de asentir— pero, ¿que tal si primero me das un abrazo?— abrió los brazos para ella— estoy muriendo de ganas de abrazarte. — Un gemido escapó de los labios de Ámbar, quién Dios tres pasos apresuradamente y se arrojó contra su pecho, y allí, estando rodeada por el y con la seguridad de su pecho, Ámbar se sintió tan feliz y tan agotada al mismo tiempo. No pudo menos que abrazarlo con fuerza, esconder su rostro en el pecho de él y llorar...

¡He Pecado!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora