Ana estaba furiosa no solo con su hijo sino también con su esposo, al parecer sus hombres se habían puesto de acuerdo para desestabilizarle la vida, ¿ cómo era posible que Aníbal no la apoyaran en hacer recapacitar a Samuel, en pedirle que cambiara su opinión y se mantuviera fiel a sus votos? pero no solo eso, ¿ cómo se atrevía Samuel siquiera a pensar en abandonar los hábitos?, ¡ todo estaba mal, las cosas parecían no querer mejorar y Ana estaba comenzando a perder la cordura al ver cómo su familia se desmoronaba.
—Debo hacer algo— se dijo a sí misma incapaz de resignarse al hecho de que el hijo que había recibido de manos de Dios para su servicio, se negara ahora a cumplir la misión que le fue encomendada— debo hacer algo — Anibal debia regresar a su lado como correspondia ya que era su legítimo esposo, de la misma manera Samuel debía regresar a Dios porque era muy claro que se había alejado de él, solo que no supo identificar en qué momento.
A la hora del almuerzo Aníbal se encargó de llamar a Melina para hacerle una solicitud.
—Amor espero que no te incomode esto pero, quiero pedirte un favor.
—Claro que sí cariño, soy incapaz de negarte algo, solo dime en qué puedo ayudarte. — le dijo con amor.
—Me gustaría organizar una cena en tu casa.
—También es tu casa ahora, Aníbal —le dijo con cariño— sabes que este departamento es tan tuyo como mío.
—Y te lo agradezco mi amor pero no hablo del departamento, hablo de organizar una fiesta en la casa que te regalé a las afueras de la ciudad.
—Esa también es tu casa, todo lo mío también es tuyo. Es una idea fantástica, claro que sí, ¿para cuándo quieres hacerlo?
—De ser posible para mañana en la noche quiero que conozcas a mi hijo y a la vez conocer a la novia de él.
—Mi amor pero, ¿ no te parece que podríamos organizar más bien una cena en un restaurante exclusivo?, digo para no hacerlos ir hasta la casa, esta bastante retirado.
—No es posible hacer eso Mel, al menos no por ahora, mi hijo es sacerdote, sé que no te lo había comentado antes, pero ahora ha solicitado su baja ministerial y quiere presentarme a la mujer que ama sin embargo, como sigue siendo sacerdote hasta que llegue su permiso no podemos vernos en un restaurante común, ya sabes ...
—¡ Qué linda historia de amor!— dijo Melina sin siquiera imaginar que hablaba de Ámbar— Por supuesto que sí yo me encargo de que todo esté listo para la cena y te aseguro que será para mañana, así que puedes decirle a tu hijo con toda confianza.
Era la hora de almuerzo cuando Ámbar tomó la oportunidad de su momento de descanso para hacerle una llamada a Jess, por el cambio horario supo que su amiga al menos debería estar libre del trabajo para responderle la llamada y fue así, al tercer repique Jessie atendió.
—Me sorprende es que me llames a esta hora, ¿ no deberías estar en el trabajo?
—Hola Jess, estoy en hora de almuerzo— le dijo tranquilamente— pero debo darte una noticia y no puedo esperar a más.
—¿Qué sucede?, espero que sean buenas noticias, Ámbar.
—Son las mejores, estoy tan feliz— le dijo con muchísima alegría y rió un poco para acentuar su felicidad— Samuel está de regreso en la ciudad.
—Eso es increíble— le dijo en tono animado— y me imagino que por tu felicidad, te buscó.
—Imaginas bien y no solo eso, me refiero a que solo me buscó sino que vino a compartir conmigo el hecho de que ha solicitado su baja ministerial y que muy pronto estará libre para amarme, me ha confesado que el tiempo lejos le ha servido para pensar y para extrañarme mucho y que por eso después de su viaje pasó al Vaticano para solicitar su baja, obviamente sus superiores no están muy feliz con la decisión que ha tomado y no puedo culparlos, si él hubiese escogido sus hábitos, yo tampoco estaría feliz y me siento quizás un poco culpable por estar tan dichosa de que me haya escogido a mí por encima de su vocación religiosa.
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¡He Pecado!
RomanceÁmbar Hobbs, está experimentando un momento caótico en su vida, ha perdido a su novio, su mejor amiga se ha mudado a otro país, acaba de perder su empleo... ¡Todo parece ir de mal en peor! Desesperada busca aliviar sus penas entrando a aquella igles...