Capítulo 16; Eucaristía.

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Aníbal llegó a casa, y luego de estacionar su auto entró, se encontró con una jóven de servicio.

—Buenas noches señor Thompson, Bienvenido a casa.

—Buenas noches... ¿Mi esposa?

—En su cuarto de oración, lleva allí como una hora— Anibal frunció el ceño y contuvo un suspiro. No es que se opusiera a que Ana practicará su fé, pero consideraba que su nivel de religiosidad los alejaba enormemente. —¿Le sirvo de cenar?

—No tengo hambre. Gracias— se marchó directamente a su habitación, dónde se pujó en pijama azul marino y se metió a la cama. Tenía extrañas emociones dentro de él... se sentía muy mal por haber engañado a Ana, y es que realmente la amaba, Ana era la mujer con la que llevaba más de la mitad de años vividos, su esposa, la madre de sus hijos, esa mujer que hace muchos años lo conquistó con su dulce sonrisa. Pero por otro lado, no se sentía arrepentido de haber estado con Melina... ella era una mujer muy linda, era jóven, risueña, alegre, le recordaba todo lo que había perdido.

Suspiró.

¿En qué momento del camino había perdido a Ana?

Lo sabía, cuándo descubrió que por más que lo intentaba no podía embarazarse, Ana se refugio en la iglesia, la fé fue su tabla de salvación en aquel momento, creía en que podía obtener un milagro, y así fué; habían logrado concebir a Samuel, solo que tras su nacimiento, jamás pudieron obtener un segundo hijo. Ni siquiera le permitió opinar sobre el nombre de su hijo, desde que supo que estaba embarazada para ella el único nombre posible había sido Samuel, así como en la historia bíblica, dónde Ana, una mujer incapaz de procrear y ansiosa por ser madre, rogó por un milagro y lo obtuvo, Ana trajo al mundo al profeta Samuel. Así mismo su esposa se había convencido de que su hijo debía servir a Dios, no tenía otra opción, y desde siempre lo educó para ello, no le dió más opciones, ni le permitió al padre opinar, su vida matrimonial fue decayendo, y Anibal dejó de ser un hombre que recibía afecto y claro de hogar, ni siquiera en la cama era bien correspondido, por lo general Ana se negaba, diciendo que estaba agotada, y en las ocasiones que correspondía a su deseo, Anibal sentía que en la mayoría de los casos era por obligación.

—No es un reproche Dios—dijo en un susurro— pero mi esposa me abandono emocionalmente, solo tiene ojos y vida para ti— La amaba y por eso seguía a su lado, sin embargo sentía que con cada día, se marchitaba más y más su relación.

Aníbal esperó durante mucho tiempo, quería conversar con su esposa sobre cómo se estaba sintiendo, sin embargo con el paso de los minutos y quizás, horas, no supo cuando se quedó profundamente dormido, ya que Ana no había regresado aún a la habitación.

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Samuel, pasó una noche terrible, no quiso cenar, había dormido muy poco, y en los intervalos en los que lograba dormir y descansar un poco, despertaba sobresaltado, sudoroso y con la imágen de Ámbar Hobbs en su cabeza, o peor aún, sueños en dónde ella le besaba... Samuel sentía que tras la confesión de ella, todo se le había ido de las manos. Aquellas palabras no dejaba de dar vueltas y vueltas en su cabeza.

Cuando el alba despuntó, Samuel estaba de rodillas con los codos apoyados en su cama, sumergido en una matutina oración.

Luego, decidió realizar un poco de actividad física, una sesión de flexiones de pecho ayudaría a liberar un poco el estrés. Tras la rutina física tomó una larga ducha y el desayuno.

Se dispuso a preparar todo para efectuar la misa de aquel día domingo, rogando a Dios que le diera la paz que necesitaba.

Ámbar despertó muy temprano, decidida a ver a Samuel aquel día. Tomó una ducha y un jugoso desayuno, se vistió con un lindo vestido muy ajustado a su pecho, y que gracias al escote parecía que sus senos desbordarían de la prenda, pero que luego caía suelto y fresco hasta por encima de la rodilla. Peinó con cuidado sus hermosos rizos castaños, decidió usar muy maquillaje. Salió en dirección a la iglesia, para "escuchar la misa", se sentó en las últimas bancas, y suspiró al verlo, alto, hermoso, con ese aire de inocencia que tanto la atraía, se sentía atraída por él, tal como lo haría una polilla por la luz. Escuchó atentamente mientras el se dedicaba a su sermón, y asumía que gracias a la cantidad de personas en el lugar, no la había visto.

Pronto, los feligreses se pusieron en pie, y comenzaron a hacer fila para acercarse al altar y la eucaristía. Ámbar sonrió con malicia, y siguiendo sus impulsos también se puso de pie y se formó, poco a poco la fila fue avanzando hasta que llegó su turno, el sacerdote la miró a los ojos y el brillo de la duda se reflejó en aquellos hermosos ojos verdes.

—Ya me confesé padre, aunque no terminé de hacerlo creo que puedo tomar la eucaristía —la respiración de Samuel se aceleró.

—El cuerpo de Cristo— dijo batallando para que su voz no temblará, al igual que su mano.

—Amén— respondió Ámbar mirándolo a los ojos, y así con los ojos fijos en los de él, abrió la boca de manera lenta y seductora, sacó la lengua para recibir la hostia.

La mano de Samuel tembló, pero colocó la hostia en su boca y ella la cerró suavemente, antes de girarse y alejarse, dándole oportunidad al siguiente de la fila. El sacerdote tuvo que hacer uso de toda su fuerza de voluntad para no hiperventilar, mientras que Ámbar volvía a su lugar sintiéndose victoriosa... lo perturbaba, lo había visto en sus ojos, en el intento de controlar la respiración, en el leve temblor de su mano... después de todo, y al parecer, Samuel Thompson, no era del todo inmune a ella.

Aquello alimentaba su deseo de estar cerca de él, le gustaba demasiado...

Sintiendo que su misión había terminado, salió de la iglesia, marchandose de nuevo a casa. Al llegar, recibió una llamada de larga distancia, era Jessie.

—Hasta que sé de ti —fue la respuesta que dió al recibir la llamada.

—Ya sabes lo ocupada que siempre estoy, y la diferencia horaria no me ayuda. ¿Cómo has estado?

—Bien, bien cariño, llegando a casa, estaba en... la iglesia.

—¡Oh, vamos Ámbar!—gimió Jessie.—¿Es en serio?

—Por supuesto que sí, ay Jess, si te contara todo lo que ha ocurrido en estos días.

—¿Con el sacerdote?— preguntó sorprendida.

—Con todo... El padre me ayudó a conseguir departamento nuevo del otro lado de la ciudad, así que estoy mejor ubicada ahora, y como fue una recomendación del padre, me han dado un súper precio, así que es muy barato. Gracias a Amy y a Melina, mañana tengo una entrevista de trabajo en Marshall & Asociados, Volví a ver a William quien se mostró celoso, y por si fuese poco, he tenido un par de encuentros sexuales, con un hombre más joven que yo llamado Matteo... ¡Ah, casi lo olvido!, ayer e ido a la iglesia a confesarme y le he dicho a Samuel que estoy loca de deseo por él.

—¡WOW, WOW, WOW!—exclamó Jessie sorprendida—¡¿Qué rayos?!, si que han sucedido muchas cosas. Confío en que estés cómoda Ámbar, porque espero que me cuentes detalladamente todo lo que está sucediendo.

—Ponte cómoda tu también Jess, porque todo lo que estoy por contarte te hará caer hacia atrás...

¡He Pecado!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora