Capítulo 69; Hasta que la muerte nos separe.

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Aníbal gruñó al ver que en su teléfono se marcaba una nueva llamada de Ana, la quinta en menos de una hora, desvió la vista de la computadora completamente frustrado decidió tomar el teléfono

  —Hola, Ana. ¿ Qué sucede?— preguntó en un tono cortante— espero que me estés llamando para decirme que al fin firmaste los documentos.

  —Precisamente por eso te estoy llamando, estas semanas han sido de mucha reflexión para mí y mi silencio no ha sido porque me haya olvidado de que quieres tramitar nuestro divorcio ó de la vida que está llevando nuestro hijo, sencillamente me tomé una semanas para poder pensar y reflexionar en todo esto.

—¿Y qué has pensado?— preguntó conteniendo un suspiro de fastidio.

—He llegado a la conclusión de que lo mejor será que nos divorciemos— Aníbal aunque había esperado por mucho tiempo aquella frase no puedo evitar sorprenderse, ya que sinceramente no había imaginado que Ana le firmaría nunca el divorcio.

  —¿Estás hablando en serio?— le preguntó confundido.

—Por supuesto, completamente en serio Aníbal, la verdad no quiero seguir discutiendo, ni quiero seguir en este conflicto contigo, si crees que esto es lo mejor, si crees que esto es lo que quieres, si crees que puedes encontrar tu verdadera felicidad lejos de mí, ya no voy a oponerme, ni voy a oponerme a que Samuel sea feliz de la manera que quiera y que escogió, solo quiero tener un poco de paz.

—Me parece lo justo, creo que al fin podemos entendernos, le pediré a mi abogado que te lleve nuevamente los papeles.

  —Y yo estaré esperando para recibirlo sin embargo, me gustaría que habláramos en persona un par de detalles.

—¿De qué se supone que quieres hablar, Ana? cada vez que nos vemos terminamos peleando, no creo que sea conveniente.

—Anibal, hemos vivido muchos años juntos, hemos construido un hogar, fuimos bendecidos con un hijo y ahora ha llegado al final del camino para nosotros, ¿acaso no crees que por respeto a lo que vivimos merecemos terminar este ciclo con una conversación como amigos?, no te estoy pidiendo nada que no puedas darme solo quiero que vengas a casa y que podamos conversar de algunos detalles sobre nuestro divorcio.

—Si quieres hablar de tu pensión o de algún una exigencia, bien sabes que no tiene que hacerlo, no te negaré nada, tendrás todo cuanto necesites y más Ana, porque después de todo hemos hemos vivido más de la mitad de nuestras vida juntos y lo que menos deseo es quedar en conflicto contigo.

—Bien entonces estamos hablando el mismo idioma, ambos queremos lo mismo. ¿Te parece si te espero esta tarde después que salgas de la oficina? , solo quiero que conversemos detalles de qué vamos a hacer con nuestro patrimonio matrimonial y de qué manera se lo vamos a legar a Samuel.

—Creo que eso es obvio Ana, Samuel es tu único heredero, en cuanto a mí respecta por el momento Samuel y mi hija, que está por llegar tienen el mismo derecho a mis propiedades y dinero así que creo que eso está muy claro entre nosotros— Ana suspiro fingiendo estar realmente agotada.

—De acuerdo quiero que hablemos personalmente porque quiero asegurarme que mi hijo no salga perjudicado con nuestra separación, son detalles que quiero que queden claro dentro de nuestro divorcio, te espero por la tarde y podamos podemos compartir un té mientras afinamos detalles, luego puedes hablar con tu abogado de lo que hayamos acordado y le esperaré para firmar, de esa manera podrás ser un hombre completamente libre y hacer con tu vida todo lo que desees.



  Aníbal se encargó de terminar con sus actividades en la empresa lo más temprano posible, con la finalidad de poder asistir a casa de Ana y volver junto a Melina justo a tiempo para la cena, la tarde había refrescado muchísimo cuando entró a la casa, Ana le esperaba en la sala con su atuendo rojo y una expresión apacible en el rostro.

—Bien, aquí me tienes.

—Estaba esperándote, por favor siéntate y acompáñame con el té— Aníbal hubiese querido negarse sin embargo, decidió que lo mejor era no alterar a Ana y su humor tan cambiante, se sentó junto a ella y Ana sonrió— quería conversarte que hablé con mis propios abogados y he llegado a la conclusión de que colocaré mis propiedades personales, los que provienen de la herencia que me dio mi padre, todo a nombre de Samuel.

  —Es lo justo, sin embargo no entiendo por qué  estás haciendo esto, parece que te estuvieses despidiendo.

—Estoy pensando en hacer un largo viaje, Aníbal— le sonrió— Es evidente que para ti todo esto es fácil, pero para mí no lo es, necesitaré recuperarme de este duro golpe, estoy asumiendo que la vida que me esforcé por construir todos estos años se ha ido a la nada, así que espero poder tomarme un tiempo y vacacionar. No sé cuándo regrese, quizás tome un crucero o me vaya a conocer el otro lado del mundo, es por ello que quiero dejar todos mis documentos en orden.

—Me parece muy inteligente de tu parte, he conversado con mi abogado y hemos llegado a una justa mensualidad que será vitalicia para ti, sé que tienes tú propio dinero pero es mi responsabilidad como tu esposo encargarme de tu bienestar mientras vivas.

—No voy a discutirlo —dijo Ana— si es lo que deseas hacer, por mí está bien — se inclinó y sirvió dos tazas de té  entregándole una a Aníbal, quién aceptó de buena manera y bebió un poco de la misma. —Te agradezco que te tomes esa consideración.

—No tienes nada que agradecer, es lo mínimo que debo hacer por ti —respondió y volvió a beber del té.

—Quiero colocar esta casa a nombre de Samuel— Aníbal frunció el entrecejo.

—Si es lo que deseas Ana, puedes hacerlo libremente. Ésta casa la compré para ti cuando nos casamos y no pienso discutir por ella, es tuy,a si lo que deseas es dársela a nuestro hijo, yo estoy de acuerdo.

— Gracias, Aníbal — le dijo mientras fingía tomar un poco de té, después de algunos minutos terminaron la conversación Aníbal se acabó taza y media de té y se puso de pie.

—Es hora de que me marche, Ana. Le diré a mi abogado que venga a verte mañana.

—De acuerdo, lo estaré esperando para firmar. 

—Ahora debo marcharme.

—Buen viaje, Aníbal— le dijo un tono extraño, Aníbal frunció el entrecejo ligeramente y la miró a los ojos.

—¿Todo está bien?—  le pregunto.

—Sí claro, todo está bien— respondió ella— solo rezo para que Dios se apiade de tu alma y perdone tus pecados.

— No empecemos de nuevo, hasta ahora  íbamos muy bien.

—No, no es para discutir— le dijo con una sonrisa— que tengas feliz noche, Anibal—  le dijo mientras él asentía, se giraba y se marchaba.

Ana se sentó en el sofá observando la tetera, así como la taza de la cual Aníbal había bebido. Un recuerdo vino a su cabeza; una mujer anciana de piel arrugada y de ojos cansados que le tendía un sobre.

—¿Seguro que no podrá rastrearse?— preguntó Ana.

—No— le había dicho a la mujer— la planta tiene un efecto completamente natural, no deja rastros en la sangre, le ocasionará una falla a su corazón, solo le pido que lo use con precaución señora, con este tipo de cosas no se juega.

  —No juego, solo busco librar a alguien de sus pecados, lo ayudo a purgar sus culpas.

  Ana parpadeó volviendo al presente, mientras mantenía su postura elegante y perfecta.

  —Esto es hasta que la muerte nos separe, Anibal— dijo suavemente—¡Que Dios te conceda el perdón de tus pecados y libre tu alma del castigo eterno!

  Aníbal manejaba tranquilamente a casa, agradecido de que Ana pudiese recapacitar de sus malas acciones, de pronto comenzó a sentirse mal, un mareo se apoderó de él, mientras su visión se hacía borrosa, un dolor punzante en su pecho, como si estuvieran acuchillandole el corazón, le costaba respirar y sentía sus palpitaciones aceleradas.

  —Pero... ¿Qué diablos me ocurre?— dijo mientras hiperventilaba, intentando maniobrar el volante para lograr detenerse, mientras sentía como se le iba escapando la vida.

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⏰ Última actualización: Aug 27 ⏰

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