Capítulo 39; Amarga despedida.

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Ámbar pasó parte de la tarde preparando una comida deliciosa que ofrecerle a Samuel, estaba dando su mayor esfuerzo para que todo quedara muy rico, saber que aquello seria una comida de despedida le estrujaba el corazón, sabia que no debía presionarlo, la decisión para Samuel no era nada fácil y debía respetarlo. Si el escogía amarla, entonces ella juraría hacerlo feliz cada día que le quedará de vida, demostrarle un amor continuo que jamás le permitiese arrepentirse de abandonar sus votos, si por él contrario, Samuel decidía seguir ejerciendo su cargo eclesiástico, entonces aunque aquello le rompiera el corazón, debía respetarlo y alejarse de él, no servir de tropiezo para el cumplimiento de sus labores, se juro hacerlo así, aunque aquello le costase un trozo del corazón y buena parte de su cordura.

Samuel, por el contrario estaba ansioso, claro que deseaba verla y despedirse, pero dudaba de poder contener el deseo que lo consumía y lo empujaba a unirse a ella, y quedarse fundido en su piel, amándola hasta el fin de sus días.

Suspirando se detuvo frente a la puerta de su departamento.

—"Buen Dios, tu que conoces mis debilidades, dame la fuerza necesaria para no sucumbir a mis deseos, permíteme ser fiel a ti, mientras tomo la decisión de lo que quiero hacer con mi vida. Te lo ruego padre, no me abandones en mis flaqueza, porque solo no he de resistir, amén"— y terminando la plegaria, suspiro un par de veces, antes de llamar a la puerta. Poco tardó Ámbar en abrirle y lo miró regalandole una linda sonrisa, el corazón de Samuel latió con violencia.

—Bienvenido, adelante — él ingresó al lugar mientras batallaba por controlar su respiración, Ámbar cerró la puerta tras él—¿Estás bien?

—Si, claro...

—¿Puedo darte un abrazo?

—Ámbar, no creo...

—Es solo un abrazo inocente, lo prometo. Prometí respetar los límites y no faltaré a mi palabra. — Samuel la miró largo rato a los ojos y luego asintió, abriendo los brazos para darle refugio, suspiró cerrando los ojos y guardando en su memoria, el olor particular de la mujer que amaba. Luego, ella se separó y le sonrió.— como ya sabes la cocina no es lo mío, pero me esforcé en preparar algo delicioso. ¿Quieres comer ya?

—Claro— le sonrió— tengo mucha hambre.

—Esa es una buena noticia. — Samuel la ayudó a poner la mesa y a ubicar todo lo que ella había preparado, todo olía muy bien, luego ella busco la botella de vino, la destapó, y la colocó en una hielera en medio de la mesa.

—No se si deba deber.

—Solo será una copa para acompañar la comida. — le dijo con tanto entusiasmo que el asintió con una débil sonrisa. Comieron en medio de una conversación trivial, luego Ámbar anunció que también había postre, y le ofreció un delicioso tiramisú— seguí la receta al pie de la letra, así que espero que esté bien.

—Sabe delicioso, es de mis postres favoritos — ella lo miró gratamente sorprendida.

—¡Qué bien!— después del postre y lavar la vajilla en conjunto, fueron al sofá donde se sentaron por unos minutos en completo silencio, Samuel por un instante había olvidado los muchos días de dolor que habían vivido separados. — No menti cuando dije que te extrañaré mucho— el se enderezó y la miró, luego sonrió.

—Lo sé, también te extrañaré. Se que estás segura de lo que sientes, pero yo si necesito este tiempo para reflexionar— ella asintió.

—Solo quiero que sepas que todo estará bien, sin importar la decisión que tomes, todo estará bien. Samuel, si decides seguir siendo sacerdote, lo respetaré y me alejaré de ti con el hermoso recuerdo de nuestro amor prohibido. Si decides amarme libremente —sonrió— me dedicaré en cuerpo y alma a hacerte feliz, te lo juro.  Y si decides que quieres que seamos felices, Pero necesitas un ambiente neutro, nos iremos lejos, a cualquier lugar del mundo, dónde nadie nos conozca y empezaremos desde cero, viviremos nuestra historia de amor.

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