Capítulo 9; Sexo sustituto

226 20 1
                                    

Ámbar sintió como aquella húmeda lengua le recorría su intimidad de forma lenta y seductora, movió sus caderas hacia él, mientras tomaba un puñado de su cabello... Matteo comenzó a dedicarse a su tarea, la besaba, deslizaba su lengua saboreándola, logrando estremecerla de placer, aquella le gua se movía con agilidad, mientras pronto Matteo descubrió el centro de su placer y lo succionó con fuerza, Ámbar se retorció mientras impulsaba hacia él las caderas, a aquellos sumó las rápidas caricias de sus manos y poco tardó en alcanzar un maravilloso estallido, que le permitió liberar un poco de la tensión que su cuerpo acumulaba... Su cuerpo se desplomó laxo sobre el sofá, mientras luchaba por recuperar la respiración, una sonrisa iluminó su rostro.

Se imaginó que tan grande sería el placer que podría encontrar en brazos del sacerdote...

¡Por Dios, Ámbar, ésto es para olvidarte del cura!, se reprendió mentalmente.

—¿Y?—preguntó Matteo con los ojos llenos de la misma interrogante.

—Nada mal—respondió ampliando su sonrisa— creo que te has ganado con creces un poco de cariño. —Se colocó de rodillas sobre el suelo, mientras Matteo se colocaba de pie, y ella quedaba a la altura de su pelvis.

Ámbar lo tomó firmemente, y el se estremeció, ella lo observó, se acercó y lo olfateó delicadamente, apreciando su agradable olor... los movimientos ascendentes y descendentes de su mano, le arrancaron un largo y profundo gemido de placer, cuando ella sacó la lengua y lo recorrió se escuchó un profundo gemido.

—¡Joder, Ámbar!— volvió a exclamar cuando ella lo cubrió con sus carnosos labios y comenzaba a trabajar con su boca... Matteo parecía acariciar la gloria, el placer que lo recorría, era algo que nunca antes había experimentado, no con las jóvenes de su edad, por eso le encantaba que Ámbar fuese mayor y experimentada, no tenía que decirle qué hacer, ella lo sabía con creces... Se detuvo justo antes de que el alcanzara la cúspide, ella lo miró sonriente ante su frustración.

—No puedo esperar más—se quejó ella.

—Yo tampoco— se inclinó, tomando su pantalón y buscando en los bolsillos, la protección que había comprado, cuando se detuvo de camino.

—Yo lo haré— sonrió maliciosa mientras arrancaba la caja de sus manos y sacaba el dorado paquete, para ágilmente abrirlo y colocarlo en su masculinidad, al deslizarlo con mucha pericia, Matteo gimió y luego dejó escapar un largo suspiro. Ámbar se puso en pie y terminó de desvestirse—Sientate, Matteo—le ordenó, el chico asintió, Ámbar se inclinó sobre él y se colocó a horcajadas, con un sonrisa se ubicó estratégicamente, para luego comenzar su descenso y sentir como él jóven Matteo se hundía en ella.

Matteo, la tomó de las caderas, mientras ella busco equilibrio apoyándose en sus hombros, cuándo se dejó caer y sintió como él llenaba sus profundidades, gimió dejando caer la cabeza atrás, Matteo no soportó la tentación y extendió sus manos para apoderarse de sus senos, mientras Ámbar comenzaba los sinuosos movimientos sobre él, cabalgandolo, mostrándole lo enloquecedora que podrían resultar el movimiento de sus caderas, él se dedicaba a tocar, acariciar y estimular, descubriendo sus puntos de placer. La boca de ella lo besaba de manejar ardiente y juguetes a con su lengua, explorandolo... Mucho después Ámbar abrazaba su segundo orgasmo del encuentro, mientras Matteo explotaba y su semilla se derramaba dentro del látex.

Había caído la noche cuándo después de comer algo, Matteo y Ámbar habían tenido un último encuentro...

—Eres muy ardiente— le dijo él acariciando el contorno de sus curvas— me has vuelto loco Ámbar, me encanta tu manera de follarme—ella sonrió complacida.—podria volverme adicto a la sensación de estar dentro de ti.

—Ninguna adicción es buena—sonrió, y es que él había estado completamente a la altura, había Sido una tarde e inicio de noche, de una larga jornada sexual, habían descubierto lo que les complacía, la manera en la que debían tocarse, muchos de los lugares del apartamento habían sido testigo de las diferentes formas de darse placer.

—¿Puedo quedarme?— desvió el tema, ansiando extender aquella experiencia, aunque se sentía extremadamente agotado.

—Nada de eso, chiquito — le beso rápidamente la mejilla—tomemos una ducha juntos, porque debes irte a casa.

—¿Segura que es eso lo que quieres?

—Muy segura—sonrió ampliamente.

tiempo después, Matteo vestía sus ropas y sus cabellos estaban aún húmedos, mientras ella se cubría apenas por una ligera bata de seda, estaba deseosa de despedirlo e irse a la cama... y aquella experiencia le recordaba cuan delicioso era disfrutar del buen sexo, y aunque se sentía satisfecha físicamente, su mente no dejaba de anhelar a Samuel, la.imagen de sus ojos y sus perfectos labios llegaban constantemente a ella, recordándole que Matteo era un buen sustituto, pero no era Samuel...

—Dime que volveremos a vernos—pidió.

—Quizás—sonrió—ya veremos, aunque no prometo nada.

—Bien... me la he pasado increíble — le dijo mientras la rodeaba de las caderas y la acercaba a él.

—Yo también — le rodeó el cuello y le dió un beso. Justo después caminaron hasta la puerta, la cual abrieron y el inquieto joven volvió a atraerla.para besarla y ella disfrutando de la sensación de ser deseada, volvió a corresponderle.

—Buenas noches— la voz masculina los interrumpió, y ambos se giraron para encontrarse con William, el ex de Ámbar.

—Buenas noches—respondió Ámbar y Matteo frunció el ceño.

—He venido por mis cosas— dijo muy seriamente William.

—Oh si, no recordaba que te había llamado. De acuerdo, adiós Matteo.

—Bien—el joven frunció el ceño y miró a William, tras un rápido beso en los labios de Ámbar, se marchó.

—Pasa, están las cajas en la sala. Pienso mudarme pronto, así que será mejor que te lleves lo que aún te queda aquí. No recordaba que habían quedado un par de cajas con tus cosas— dijo y William entró en silencio y ella tras él, cerró la puerta. El hombre se giró para verla —¿Qué?

—¿Ahora te dedicas a seducir a jovencitos?, ¡este lugar apesta a sexo!

—No solo jovencitos, también mayores cuando hay oportunidad, es lo bueno de estar soltera, puedo acostarme con quién yo quiera. Ya sabes, siempre he tenido la sangre muy ardiente —William frunció el ceño, observó fijamente los hermosos ojos color miel de su ex pareja.— en fin, resulta absurdo que tú, precisamente tú, preguntes esas cosas. Allí están tus cajas—señaló un rincón, William observó las dos cajas de mediano tamaño.

—Pensaba que me había llevado todo.

—Ya ves que no—se cruzó de brazos.

—Deberíamos... conversar, ya sabes, un café, en nombre de los viejos tiempos...

—Si los viejos tiempos hubiesen terminado diferente... quizás, pero no fue así, entre tu y yo, no hay nada pendiente, nada más que dos cajas llenas de pasado—las señaló — según tu, te aburrías a mi lado—él frunció el ceño—No me digas que serás de ese tipo de hombres que pensabas que te lloraría siempre y me quedaría sola, y ahora que ves que no es así, te ha entrado la nostalgia por el pasado...

—Intentaba ser cortéz—dijo con dientes apretados.

—No hoy, William... estoy cansada y quiero dormir— el hombre la miró con gesto enojado, caminó tomó las dos cajas y como pudo salió sin siquiera despedirse—¡Idiota!—dijo Ámbar sintiendo. Aseguró la puerta y apagó las luces, a pesar de ser temprano aún, se fue directamente a la cama, quería dormir y reponer fuerzas.

Se dejó caer en la cama, y suspiró reviviendo lo vivido juntos a Matteo... Si, había estado bien, más que bien, le había gustado pero aún mientras estaba llena de Matteo no dejaba de pensar en el ardiente sacerdote...

Así que cuándo cayó rendida en aquel sueño, unos ardientes ojos verdes se hicieron presente para acompañarla como cada noche, desde que Samuel Thompson, se había cruzado en su vida.

¡He Pecado!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora