Capítulo 31; Señales para no amar.

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—¡Que alegría conocerla!— le dijo con una sonrisa forzada — estoy muy agradecida por lo que hizo por mi.

—Nada de eso, hija. ¿Puedo pasar?

¡Santo Dios!

—Si, por supuesto, adelante — se hizo a un lado para permitirle el acceso a la mujer. — lamento mucho que me haya encontrado en estás fechas, yo... me había quedado dormida, aprovecho de descansar siempre que puedo.

—No te preocupes—le sonrió.

—Por favor, tome asiento—señaló el sofá— iré a colocarme algo de vestir y volveré para preparar un te o un café y así podamos conversar.

—Claro querida, eres muy amable— se sentó en el sofá— te esperaré aquí.

—Gracias—caminó apresuradamente hacia el pasillo que la llevaba a su habitación, entró rápidamente y cerró la puerta, un poco asustada. Samuel, seguía dormido, completamente desnudo y su intimidad cubierta apenas por las sábanas, corrió hasta él y susurró.

—Samuel... Samuel, mi amor— el se removió y abrió los ojos, se encontró con aquella hermosa mirada y le sonrió.

—Hola, que hermosa te ves.

—Gracias... tenemos un problema.

—¿Qué sucede?—se sentó en la cama.

—Tu madre está afuera en la sala.—dijo sin preámbulos.

—¿Qué?— los ojos del hombre se abrieron muchísimo, sintió temor de ser descubierto in fraganti.

—Dice que ha venido a conocerme, necesitaba despertarte, y que no fueses a salir por error— corrió al armarios y sacó una muda de ropa y ropa interior, se encaminó de nuevo a la cama , donde dejo todo para vestirse— ahora lo sabes, no podrás salir hasta que se marche.

—Por Dios—la miró asustado, comprendiendo que su madre moriría infartada si lo viera como estaba.

—Sólo espero que no tarde en irse— terminó de vestirse apresuradamente.

—¿Qué debo hacer?

—Nada, solo quédate aquí y no hagas ruidos, mi amor—Corrió al cuarto e baño y se lavó los dientes, luego volvió junto a Samuel, quien pareció en estado de shock, mirando la puerta como si temiera que su madre entrara en cualquier momento, Ámbar sonrió, parecían adolescentes temerosos de ser pillados, se inclinó y depositó un beso en sus labios.— espero volver pronto. —Ana, la esperaba en la misma posición en la que la dejó.— He vuelto, lamento mucho si la he hecho esperar — le reuna sonrisa.

—No te preocupes, cariño, he sido yo quien ha llegado sin invitación y sin anunciarse.

—Es bienvenida siempre que lo desee y realmente agradezco todo lo que hizo por mi, ayudarme a conseguir este lugar.

—La dueña es buena amiga, amiga desde hace mucho. No fue nada, además siempre me siento bendecida de poder ayudar al prójimo —sonrió.

—Aun así, muchas gracias. Bien, ?Que puedo ofrecerle?, ¿jugo, café, té?

—Un té sería perfecto — le dedicó una enorme sonrisa.

—Bien— caminó hacia la cocina y se sorprendió cuando la mujer mayor le siguió y se sentó en la silla junto a la pequeña isla.

—Me alegra mucho que hayas conseguido también un empleo.

—Si, muchas gracias, la verdad estaba atravesando un mal momento — colocó el agua— todo parecía venirse abajo, como si alguien hubiese volteado mi mundo de pronto. Pero ahora todo está mucho mejor.

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