Capítulo 4; Lo prohibido sabe mejor

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—¡NO ME MIRES ASI!—exclamó Ámbar a su amiga, Jessie la miraba pasada, sin siquiera pestañear.

—Por todos los cielos, dime que es una broma.—le pidió, incapaz de ocultar su asombro.

—No, no lo es. El hombre que conocí hoy, es un sacerdote, su nombre es Samuel Thompson.

—¡No me jodas Ámbar!, ¿Ahora te enamoras de sacerdotes?, ¿Qué rayos te pasa?

—No te exacerbes— le sugirió— prometiste no juzgarme, además no he dicho que sea amor, al menos no aún, solo es atracción física, es que si lo vieras me entenderías.

—¡Pero es un cura, Ámbar!

—¿Y eso qué?, También son hombres, ¿O no?, he escuchado de sacerdotes que se casan.

—¿Estás hablando de casarte con el cura? Además esos no son cualquier sacerdote. Ámbar los sacerdotes hacen votos de castidad, no enloquezcas, perderás tu tiempo, él jamás se fijaría en ti.

—¡Jess, no lo digas de ese modo!—exclamó frustrada—¡Si lo haces sonar como un reto, se convertirá en una meta!

—¡Hablo en serio, Ámbar!— la miró fijamente a través de la pantalla—¡Es un hombre de Dios!

—Pero... ¡Es que no es justo!, si tan solo lo vieras Jessie, un hombre como ese no puede vivir exento del placer, eso sí sería un sacrilegio...—Jessie rodó los ojos.

—¿No has escuchado que los sacerdotes son prohibidos?

—¿No has escuchado que lo prohibido sabe mejor?—le respondió sonriendo.

—En serio Ámbar, no cometas una estupidez, perderás tu tiempo. ¡No te enamores de él!

—No arruines mi día Jessie, te juro que lo que sentí fue muy superior a mi raciocinio, sé que es un hombre... "prohibido", pero no puedo evitar pensar en lo placentero que sería estar nuevamente entre sus brazos.

—¿Nuevamente?, ¿Qué rayos hiciste, Ámbar?
—Le dije que estaba muy afligida y que necesitaba un abrazo, olía muy bien, como a jabón... a fresco.

—Creo que vas a camino a cometer una tontería. Terminarás con el corazón roto.

—Soy una mujer persistente, me ofende que dudes de mis capacidades de seducción.

—Creo que estás demente— le dijo su amiga.— pensando en seducir a un sacerdote Ámbar, no puedo creerlo—Jessie se rió— ¡Necesitas sexo urgente!

—Es lo que he estado tratando de decirte...—sonrió y la imagen de Samuel, llegó a ella.

—¡Eres un demonio, Ámbar Hobbs!

—Un demonio que aspira un pedacito de cielo... Toda esta lujuria necesita ser equilibrada con un poco de santidad...

Hablaron por al menos una hora más, hasta que Jessie se lamentó tener que despedirse, se prometieron hacer otra videollamada pronto y antes de cortar Jessie pidió;

—Prometeme que te portadas bien.

—Te prometo que me pórtate muy mal, pero lo haré bien. Te amo, adiós— y así cortó la comunicación sonriendo.



Ámbar, entró con paso firme a la estructura eclesiástica, quería sentirse mal por lo que iba a hacer, realmente te lo quería, pero no podía, el deseo que aquel hombre prohibido había despertado en ella, iba más allá de cualquier límite.

Lo vio de pie junto a los primeros bancos, sonrió mientras se acercaba a él más decidida de lo que había estado jamás en su vida, Samuel la miró con un gesto de confusión.

—Bienvenida a la casa del Señor, Ámbar.

—Padre Samuel... sé que acabamos de conocernos —caminó hasta que dar frente a él —pero nada más mirarlo mi piel se enciende. ¿Qué se supone que haga con éste fuego que me quema?— el sacerdote estaba desconcertado, la miró perplejo ante sus palabras, Ámbar tomó una de las grandes manos del hombre y la colocó sobre su pecho—sienta como late desbocado mi corazón.

—¿Qué haces, hija?

—Mostrarle un poco de lo que se ha estado perdiendo todos estos años, padre—deslizó la mano un poco más abajo, hasta cubrir con ella uno de sus turgentes senos, ejerció presión y la friccion de la mano del hombre, la hizo estremecerse.—usted no se hace una idea de todo lo que me hace sentir... quiero ser suya.

—¿Has perdido la cabeza, hija mía?—intentó retirar su mano.

—Si, he perdido el juicio, la razón, todo, necesito apagar está llama, padre. Necesito que el fuego cese o me consuma, pero necesito paz para este cuerpo— colocándose de puntillas rodeó el cuello del hombre, pegándose a él como una segunda piel, sus pechos se oprimían contra él, haciéndola estremecer, ningún hombre la había hecho sentir tanto deseo, ninguno en sus veinticinco años de vida, había logrado encenderla sin siquiera tener la intención de hacerlo. — bésame Samuel, y muéstrame el paraíso— fue lo que dijo antes de tomar posesión de los labios del hombre, quién estaba totalmente pasmado, Ámbar gimió pegándose aún más a él, con el cuerpo entero vibrando, acumulando tensión, clamando por liberación.

Samuel salió de su impresión y movió la boca contra la de ella, con un largo suspiro la abrazó, permitiéndose alimentarse del calor de ella... Ámbar abandonó la boca, para besar las mejillas, el cuello, lamer la piel masculina, mientras el sacerdote sentía como el cuerpo se debilitaba ante aquellas desconocidas sensaciones... pasiones que no lograba reconocer...

Ámbar lo miró, aquellos ojos verdes tenían un brillo particular, un aire de inocencia que despertaba sus más perversos deseos, sin apartar la vista de él, se libró de los botones y abrió la camisa exponiendo su desnudo pecho para él.

—Toqueme— suplicó con respiración agitada— toqueme como nunca ha tocado a ninguna otra. —El sacerdote parecía embelesado con la visión de su dorso expuesto, y como hipnotizado por la orden extendió sus manos cubriendo ambos pechos a la vez, oprimiendolos con a penas un poco de fuerza. Ámbar gimió de placer...

Y justo allí, despertó.

Abrió los ojos de golpes, su cuerpo envuelto en sudor, su respiración agitada, sintiéndose desorientada por aquel sueño... se sentó en la cama concentrándose en respirar bien, intentando calmar sus emociones, su cuerpo entero vibraba, alerta por la excitación que sentía.

—Rayos, solo fue un sueño...—se lamentó con voz agitada. Salió de la cama en dirección a la cocina por un vaso con agua, observó el reloj, eran tan solo las dos de la madrugada y allí estaba ella, con pensamientos lujuriosos sobre un hombre el cual le era prohibido.

¿Cómo era posible que con verlo solo una vez logrará perturbarla de aquel modo?, ¿Por qué él?, ¿por qué un sacerdote?, había conocido muchos hombres en la vida, habia visto a muchos más en el transcurso de su crecimiento, pero ninguno con el impacto que el causó, ni siquiera su primer novio, ni con su antigua pareja, ni con el novio de la universidad, por todos había tenido un interés más... controlado por decirlo de algún modo, pero el padre Samuel, despertaba en ella algo primitivo, algo que gritaba la necesidad de ser saciado, algo plenamente pecaminoso...

¡He Pecado!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora