Aníbal estaba acostado en su cama descansando de largo día de trabajo y abrazado al cuerpo de Melina quien ya dormía plácidamente, escuchó su celular timbrar y solo rogó que fuese algo realmente importante, se sorprendió mucho al ver en la pantalla el nombre de su hijo, debía atender, si Samuel llamaba era porque era algo muy importante.
—Hola hijo, feliz noche. Debo confesar que me extraña que estés llamando tan tarde pensé que te tenían prohibidas las llamadas.
—Así es, pero he vuelto a la ciudad y estoy ansioso por verte.
—Vaya, pero que agradable noticia— le dijo con alegría— me hubieses avisado y hubiese ido por ti al aeropuerto.
—No quería alterar tus planes padre, aunque me hubiese encantado verte en el aeropuerto. Padre, tengo que verte, necesitamos hablar.
—Claro que sí, tú me dices si nos vemos en la iglesia o si quieres venir mañana a la oficina.
—Sabes que siempre he preferido la iglesia es el lugar con el que me he identificado toda mi vida, sin embargo, hay muchas cosas de las que debemos hablar y me encantaría un terreno más neutral, así que nos vemos en tu oficina a eso de las ocho de la mañana. ¿Te parece?
— Por supuesto que sí hijo, estaré esperándote.
—Por favor, no hables con mi madre hasta que tú y yo hallamos conversado.
—Muchas cosas han cambiado, últimamente no hablo con tu madre, pero ya tendremos tiempo de ponernos al día mañana.
—Por supuesto que sí, padre. descansa.
—Igual tu, hijo. Te amo.
—Ahora sí— dijo Samuel después de cortar la llamada— por ahora soy un hombre libre para amarte— le regaló una sonrisa. Tomó a Ámbar en brazos y se encaminó directamente a la habitación. Al llegar Samuel la depositó con ternura en la cama pero Ámbar no estaba dispuesto a ser pasiva y quedarse allí esperando, nunca lo había hecho y aunque en su corazón sintió un poco de temor al recordar la escena vivida con Matteo, se obligó a recordar que quién estaba dedicándole todo su amor y su ternura era Samuel no aquel despreciable hombre, por lo tanto trabajó en enfocarse en él y él no dejar de mirarlo ni por un instante.
Se bajó de la cama y lo besó con ardor, mientras él devolvía al gesto envueltos en la bruma de la pasión, pronto la ropa empezó a estorbar, Samuel comenzó a desnudarla no dejaba de besarla y acariciar cada trozo de su piel que quedaba expuesto, era un deleite a los sentidos de Samuel que estaban alerta después de tanto tiempo separado de ella, Ámbar también se dedicó a quitarle la ropa con lentitud, deleitándose en la piel de su amado, cada beso, cada caricia, cada vez que lo tocaba, se estremecía violentamente y podia sentir como él también temblaba ante su tacto.
Eran un amasijo de besos y abrazos, cuando sus cuerpos estuvieron desnudos, Ámbar quiso saborearlo, así que pronto se puso de rodillas para él, desde su posición vulnerable elevó la mirada, los ojos de Samuel estaban cargados de deseo. Lo tomó con seguridad para comenzar a acariciarlo.
—Te extrañé tanto— le dijo y él sonrió — está separación ha sido una tortura.
—Pero ha terminado, estoy aquí y no volveré a irme, por te amo— Ámbar sonrió complacida y procedió a saborearlo. Samuel estaba encantado con lo que veía; una Ámbar apoderándose de cada centímetro de él con su húmeda boca.
Poco tardó en sentir como su sabor le inundaba, amaba hacerlo para él y Samuel quiso recompensar su esfuerzo.
Cuando Ámbar se acostó en la cama y sintió la suavidad del colchón bajo su espalda sonrió al ver que Samuel la cubría con su cuerpo, él se dedicó a besar sus labios mientras acariciaba y oprimía su piel a su paso, hizo un camino de besos en descenso hasta llegar al valle entre sus senos, estaba deleitándose y Ámbar se retorcía ansiosa bajo las caricias de él, que si bien no eran las manos de un experto eran precisamente las manos del hombre que amaba y las únicas que quería sobre ella.
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¡He Pecado!
RomanceÁmbar Hobbs, está experimentando un momento caótico en su vida, ha perdido a su novio, su mejor amiga se ha mudado a otro país, acaba de perder su empleo... ¡Todo parece ir de mal en peor! Desesperada busca aliviar sus penas entrando a aquella igles...