Capítulo 27; Amores prohibidos.

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Era ya muy tarde cuando Samuel regresó a la iglesia, llegó directo al altar donde se colocó de rodillas y avergonzado no podía elevar la mirada al Cristo crucificado que estaba allí, frente a él.

—¡Padre!—gimió con voz ahogada —¡He pecado, he pecado contra tí, Dios mío!... no puedo contra ésto señor, el amor que siento por ella es más grande que mis fuerzas humanas, no puedo mentirte señor, la pasión que siento por ella me consume. He pecado señor pero, no estoy seguro de sentir arrepentimiento... debería estar flagelando mi carne, ansiando la expiación de mis culpas, pero... la amo Dios mío, amo a Ámbar y no sé si pueda vivir lejos de ella ...— sin poder controlarlas, las lágrimas comenzaron a descender por sus mejillas, parecía imposible poder sentirse tan dividido, tan feliz de haberla tenido entre sus brazos y tan culpable por haberle fallado a Dios.

Ámbar por el contrario estaba disfrutando su sensación de plenitud, ella estaba en la gloria, no podía dejar de sonreír... ¡Había sido suya! y sabía que aquello era solo el inició, él la amaba, y ahora que sabían lo que sentía, Ámbar estaba dispuesta a dar la batalla por su amor. No importa cuánto costara, Samuel Thompson debía ser libre de amarla... Sólo qué Ámbar ni siquiera se imaginaba todo lo que estaba por suceder.

El segundo día de trabajo fue satisfactoria, le alegraba mucho poder hacer un buen trabajo en Marshall & Asociados, esperaba pasar pronto es emes de prueba y que pudiese ser contratada de manera definitiva. En la hora del almuerzo llamó a Samuel para decirle lo mucho que lo extrañaba y estaba deseando verlo...

—Me reuniré con mis amigas hoy, no sé si pueda verte —dijo triste.

—También me gustaría verte, pero debo pasar por casa de mis padres, ayer no fui.

—Bien, vamos a tomarlo con calma. ¿Has pensado en mi?— preguntó con tono de quinceañera enamorada.

—No dejo de pensar en tí —confesó— estás clavada en mi cabeza, Ámbar.

—Me sucede igual... He tenido unos sueños tan... ardientes contigo, me hubiese encantado que pasaras la noche en mi cama. Sabes que puedes quedarte cuando lo desee, ¿verdad?

—Ámbar, yo...

—No permitas que te ataque el pudor, cariño. No debe haber vergüenza entre nosotros...

—Yo... debo irme...

—De acuerdo... ¿Samuel?

—¿Si?

—Te amo— y sin darle oportunidad a nada más, cortó la comunicación. Con una enorme sonrisa en su rostro... No entendía cómo se había enamorado tan pronto pero, no tenía dudas de ello.


Ámbar fue la última en llegar al restaurante, Melina y Amy, le sonrieron felices, compartieron besos y saludos, luego Ámbar ocupó su lugar, y pronto pidió una daiquiri par iniciar la noche.

—Estoy muy feliz de que estemos aquí reunidas— Melina dijo con una sonrisa.

—Si, solo falta Jessie para que sea perfecto. — agregó Amy.

—Estar las cuatro aquí, realmente haría aún más especial éste momento. No saben cuánto agradezco tenerlas — Ámbar sonrió feliz, el trío de mujeres solicitaron la carta, y pidieron diferentes platos deliciosos, comieron en medio de risas y anécdotas. Todo parecía ir bien, hasta que Amy preguntó;

—¿Vieron a Markus en la oficina?, no supe nada de él hoy— ambas mujeres fruncieron el ceño, se miraron y luego llevaron la vista a su amiga.

—Pensé que no querías saber nada de Markus—respondió Ámbar.

—Han estado pasando muchas cosas. Fue a mi casa... dice que me ama — bajó la vista a su copa.

—¿Volviste a caer, Amy?, ¿te acostaste con él?— preguntó Melina.

—No... aún —admitió reconociendo su propia debilidad— es cierto que hemos batallado para estar distanciados, pero... nos queremos.

—¿Y su esposa?— Ámbar preguntó — por qué hasta donde sé, sigue negándose a dejarla, aunque asegura que su relación no da para más. ¡Está casado, Amy!

—Lo sé... chicas—suspiró triste— la esposa de Markus, está muriendo.

—¿Qué?— preguntaron a coro.

—Tiene una enfermedad degenerativa, está... bastante mal, por eso Markus se niega a dejarla, ella le pidió primero que estaría a su lado hasta el fin, que cumpliría sus votos matrimoniales.

—¿Y tú le crees?—Melina la miró a los ojos—Puede estarte mintiendo, puede ser un engaño, Amy.

—Lo mismo sospeché pero, Markus me ha permitido ver la historia clínico de Clara... realmente no creen que tenga mucho tiempo de vida y, ahora lo entiendo, entiendo que no está en condiciones de abandonar a la mujer que lo ama y con la cual se casó amando, ella lo necesita.

—¿Y tú qué sientes?—preguntó Melina.

—Culpa—admitió y suspiró— me siento culpable, porque sé que cuando ella ya no esté...

—No debes sentirte culpable, Amy, no es algo que esté en tus manos. Y tampoco sería justo que quedando Markus libre, ustedes no puedan materializar su amor a causa de la culpa—aseguró Ámbar— en la vida hay que ser un poco egoísta. Además, ella terminará sus días junto a su esposo, Markus te necesitará.

—¿No me juzgan?— preguntó con lágrimas en los ojos— a fin de cuentas sigue estando casado.

—Yo no soy quien para juzgarte —aseguró Melina— estoy en la misma posición que tú. —le confesó a sus amigas.

—¿De qué hablas?—quiso saber Amy y Ámbar también la miró de forma interrogante.

—Estoy saliendo con un hombre mucho mayor que yo, y si, está casado— hubo un silencio en el que las tres compartieron miradas.

—De acuerdo, pero, ¿Quién es?, ¿de dónde lo conoces?, ¿Es de la oficina?— preguntó Ámbar curiosa.

—No exactamente, lo conocí en la oficina, pero... es uno de nuestros clientes, su nombre es Aníbal. También espero que me comprendan un poco... no sé cuándo sucedió pero, comenzamos a salir solo a comer, a conversar, amaba las largas conversaciones, él es tan inteligente, había esa chispa entre nosotros, me hace reír, es todo un caballero, y si, es mucho mayor que yo pero a su lado siento lo que nunca había sentido con nadie... ni siquiera con el idiota de mi ex, que creí que jamás lograría superar.

—¿Estás enamorada, Meli?—preguntó Amy.

—No lo sé, pero si no lo estoy, estoy muy cerca de estarlo —sonrió ampliamente — Anibal es todo lo que cualquier mujer desearía.

—¿Y no te importa que sea mayor?

—No, me encanta su experiencia y su madurez, es un hombre inteligente, amigas ede hombre me encanta, me encanta todo de él.

—¿Y su esposa?

—No sé mucho, trato de no hablar de ella, porque me siento culpable. Lo poco que sé es que tienen problemas matrimoniales, pero no he indagado mucho en ello, siento que no soportaría la culpa, seria peor para mi conocerla, ponerle nombre, rostro, y saber que él jamas será mío. Es por ello que no le pido nada, no pido ningún tipo de compromiso aún así, él intenta ser complaciente. Anibal me ha invitado a pasar el fin de semana con él y sé que será un fin de semana increíble —sonrió— ese hombre me toca con maestría. Me gusta, me gusta mucho.

—Bueno—Ámbar suspiró — creo que ninguna aquí está en condiciones de juzgar a las otras, creo que somos maestras en adquirir amores prohibidos e imposibles, ustedes enamoradas de hombres casados y yo... completamente loca de amor y pasión por un sacerdote.

—¡Carajo, Ámbar, tu lo has llevado a otro nivel!—Melina la miró sorprendida.

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