Final

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Buenos Aires, sábado 20 de junio del 2009

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Buenos Aires, sábado 20 de junio del 2009

Patricio

Después de la discusión con Asia, decido venir a casa de mis padres, para tomarme un tiempo de pensar. Siento que fue muy fuerte todo y si me quedaba podía empeorar, por eso trate de no detenerme ante sus súplicas. 

Al llegar, me encuentro con que mis padres no están, solo está Guido que me hizo pasar y sentarme en la sala. Estoy tan preocupado y nervioso por todo, no sé ni que hacer. Guido jamás se mete en mis cosas ni pregunta, pero creo que me nota muy mal.

—Seguro peleaste con Asia —dice sentándose al lado mío en el sofá.

—Sí, estaba hecha furia y me dijo que yo le di la razón, que mi vida es una mierda por ella. No creo que sea así, pero yo acompaño sus días de mierda por amor.

—¿Qué le dijiste? —pregunta intrigado.

—Que si quería dejarme que estaba bien, es que no quiero seguir tratando de convencerle de algo. Yo la amo, obvio, por eso no le dejo, pero si ella lo decide no la puedo obligar —explico apenado—. Por eso vine, para darle tiempo de pensar. Ella me suplicó que me quede, pero íbamos a pelear.

Relate un poco mejor toda la pelea con algunos detalles, pero sin revelar lo de su abuela y su madre. Guido miraba confundido y la vez parecía pensativo.

—Pato... no quiero ser yo el que te lo diga, pero le diste la razón a Asia. No sé si quiera volver...

—¿Vos decís? —digo asustado—. No quiero eso, sé que fui duro, pero no quiero cortar.

—Pensá en lo que dijiste, tal vez deberías ir a buscarla. Si querés te acompaño, y en caso de que te corra te ayudo a traer tus cosas —propone Guido.

Asiento con la cabeza, aun con el peso de la conversación en mi mente. Guido me sigue hasta el auto, y mientras me siento al volante, siento cómo el cuero del asiento se adhiere a mi piel tensa. Arranco el motor y el ronroneo del coche parece llenar el vacío que dejó la discusión con Asia.

Guido se sienta en el asiento del pasajero y cierra la puerta con suavidad. No hay palabras entre nosotros; no son necesarias. Él entiende lo que está en juego y su presencia es el apoyo silencioso que necesito. El trayecto es un reflejo de mis pensamientos: calles conocidas que parecen diferentes, semáforos que marcan un ritmo pausado como mi corazón latiendo con incertidumbre. Cada giro me acerca más a mi casa y con cada kilómetro, intento ordenar mis ideas. El viaje lo hacemos en silencio, cada uno perdido en sus pensamientos.

Al llegar, le digo a Guido que me espere, que enseguida vuelvo. Bajo apresurado, al entrar a casa, noto que está todo silencioso, la puerta del cuarto está abierta como la dejé, pero no noto a Asia. Entro asustado, y no veo nada; al girar hacia el baño veo algo que me deja duro.

Todo lo que fue ➞ Patricio Sardelli - AirbagDonde viven las historias. Descúbrelo ahora