Después de clases, Vicente llevó a Israel a casa y se fue sin ver a Philip. Israel se encerró en su habitación, aunque el aroma de la comida de Philip lo hizo salir de su encierro un rato después. Era el cálido aroma de caldo de pollo; verduras tiernas, carnosas piezas de pollo, y arroz y garbanzos al fondo de la olla. A Israel le gustaba éste platillo cuando llovía, cuando estaba enfermo, cuando comenzaba el verano, y por las noches porque sólo se servía caldo y arroz. Era su placer, su delirio. Su gusto culposo.
—Hola, Israel —dijo Philip.
Sin notarlo, Israel ya había llegado al lado de su «madre», guiado por el sabor que le hacía agua la boca. Al darse cuenta dio un paso atrás, y desvió la mirada.
—¿Ya tienes hambre? —continuó, y tomó un poco de caldo con el cucharón— ¿Quieres probar?
No muy convencido se acercó de nuevo. Su olfato fue el primero en recibir el cálido cariño que Philip ponía en cada platillo, abriendo aún más el apetito del muchacho al tiempo que su estómago rugía, exigiendo que el manjar llegara lo más pronto posible. El cucharón se acercó a sus labios, y el contacto lo hizo pensar en un beso apasionado, un aliento candente, y por fin, ese delicioso sabor ardiente que con tanta alegría degustaba.
No recordaba haber comido nada mejor que la comida de Philip.
Se preguntaba si esto había sido lo que enamoró a su padre.
—¿Te gustó? —preguntó Philip.
—Es perfecto, —respondió el muchacho sintiendo como su cuerpo entraba en calor. Levantó la mirada alegre— ¿puedo comer ahora?
—Esperemos a tu papá, me dijo que llegaría a las 4:00, ya sólo fal…
—¿Puede servirme un poco? —interrumpió insistiendo.
—Claro —cedió con una sonrisa.
Philip le sirvió caldo con una jugosa pieza de pollo y arroz en un platito, dejándolo sobre la mesa, frente al muchacho, que lo comió con gusto.
—¿Sabes? —comentó Philip sentado a su lado— Cuando yo estaba enfermo, mi mamá preparaba caldo de pollo, o fideos con pollo, y me daba té endulzado con miel —miró su pulsera con cáñamo—; mi hermana me contaba que mamá tenía un remedio para todo, incluso para la tristeza.
Israel dejó caer de golpe la cuchara y huyó a su habitación, cerrando de un portazo.
Hipócrita, gritó en su interior, lo odio, lo odio; cómo se pone a hablar de eso conmigo, ¿quién cree que soy? Yo sé qué es lo que trama, yo sé cómo es en realidad… Lo odio, lo odio, lo odio, lo odio…
Philip no entendió realmente lo que le sucedió a Israel, aunque, como ya lo dije una vez, Philip estaba acostumbrado a esos arranques, a los desplantes del muchacho triste.
Mientras estaba en su habitación, sentado en el piso al lado de la cama, Israel recordó una noche, hace años, días después de que él llegara a esa casa.
Era una noche tormentosa, eso lo tenía bien grabado porque los truenos iluminaban en totalidad su habitación, y la lluvia azotaba en las ventanas y el techo. Tenía tanto miedo que comenzó a llamar a su papá y a su mamá, pero quien llegó fue Philip, que intentó calmarlo, pero sin ningún resultado positivo, hasta que llegó Vicente. Él se quedó con Israel toda la noche, o al menos eso creyó el niño, pues fue su padre quien lo despertó y le sirvió el desayuno.
Fue durante el ocaso cuando llegó Jorge, e Israel pudo ver que Philip había pasado el día en cama. Su rostro estaba golpeado, y según escuchó a Jorge, sus costillas estaban fisuradas. Su ojo izquierdo estaba cerrado, y, por lo que alcanzó a ver de sus brazos, estaban amoratados.
—¿Te sientes mejor? —preguntó Jorge.
—Sí —respondió Philip, intentando sonreír—, ya me siento mejor, gracias por venir, ya casi no me duele.
—No sentirías dolor si supieras defenderte.
—Me lo merezco…
—Deberías dejarlo, deberías buscar a tu…
—No, —interrumpió— no quiero, no puedo… No puedo dejar a Israel con Vicente.
—Es su padre, lo cuidará.
Philip sonrió con tristeza, bajando la mirada.
Israel no entendió por qué había recordado eso, pero sí entendió lo que Philip había querido decir. Lo quería alejar de Vicente, de su papá. Pero no lo iba a lograr.
¡Porque te odio, Philip, te odio, te odio!
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Philip
General FictionPhilip es un profesor de Literatura, casado con Vicente, un profesor de Matemáticas. Parece tener una vida idílica con su marido, pero la verdad es que Vicente lo golpea a la mínima provocación. Y de esto sólo el hijo de Vicente, Israel, es testigo...