Parte 5.5

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—Hola, Israel.

Esa podría ser la voz de Augusto, pensó; un Augusto adulto. Pero no. Frente a él estaba Víctor, el esposo de Felicia.

—Felicia no pudo venir —continuó—, tenía que cuidar de Flora.

Víctor era serio, demasiado, además era frío, no parecía sentir nada por alguien. Israel pensó que si se le quemaba la mano, no soltaría ni un grito.

—Gracias —hiló Israel.

Israel tenía un cabestrillo, y un moretón en la mejilla, donde Vicente lo había golpeado.

Víctor se sentó a su lado, sin mirarlo de nuevo, aunque habló con él, mirando hacia la pared:

—¿Cómo están?

—Mi papá se golpeó la cabeza, y la herida de la pierna se abrió, dijeron que no se cuidó adecuadamente.

—¿Y Fe…Philip?

—Nadie me ha dicho nada.

—Entonces debe estar peor.

Israel vio de soslayo a su tío. No tuvo reacción, de hecho sacó su celular.

—¿Le llamarás a mi tía?

—¿Eh? No; envié un mensaje a “Master Chef”, y parece que a alguien le gustó.
Frío, banal.

—¿Su apellido —preguntó Israel— es Marchamalo?

—¿Ese es un apellido?

Israel bajó la mirada. Víctor siguió atento al celular, sonriendo leve un par de veces. Minutos después, la doctora que atendió a Israel salió, llamando a los familiares de Philip. Víctor se levantó, ordenando al muchacho quedarse en su sitio.

Cuando Víctor agradeció a la doctora la información, volvió a sentarse, igual de tranquilo, mirando su celular.

Israel lo miró.

—¿Cómo está Philip? —preguntó desesperado.

—Mal, muy mal —no lo miró, las actualizaciones de su red social se reflejaban en sus anteojos—, la mitad derecha de su cuerpo está rota; el brazo en cuatro partes, la pierna en tres, le pusieron clavos, y en la cadera tuvieron que ponerle una placa, quizá con eso pueda ponerse de pie otra vez, en algún momento de su vida.

“La doctora dice que no se alimentaba bien, pero en estos últimos días su alimentación fue nula, de hecho, le hicieron un lavado estomacal, y lo único que tenía era semen, además parecía haber vomitado varias veces al día.”

—¿Qué? —preguntó aún más desesperado.

—Sí, dime, ¿puedo hacerte una pregunta?

—Sí, sí —respondió presuroso.

—¿Te gustan las criaturas mitológicas?

—¿Ah? —preguntó confundido.

—Escribiré una novela, y me imagino a un calamar gigante como protagonista…

—¡Philip! —le gritó molesto a la cara, sin que Víctor tuviera alguna reacción— ¡Quiero saber sobre Philip! ¡Me importa un bledo su novela, yo sólo quiero saber sobre Philip!

—Silencio —regañó una enfermera—, los pacientes necesitan silencio.

—No entiendo a los niños que no son mis hijos —dijo tranquilo Víctor—, me parecen caprichosos e irracionales.

—Yo no entiendo a los escritores como usted.

—Yo no soy escritor, soy contador.

Israel lo miró unos segundos y volvió a sentarse, mirando la pared frente a él.

PhilipDonde viven las historias. Descúbrelo ahora