Parte 4.9

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Esa noche, Israel llamó a Darío.

—¿Hola?

—Darío, soy Israel, dime todo lo que sepas de Ismael.

—Sí, dame un segundo, —tapó la bocina y miró a una chica a su lado, susurrándole «ya cayó».

Después, pasó casi dos horas hablando mal de Ismael, aunque de todo, lo único real fue:

—Si quieres creerme, busca en su mochila, debe tener un cuaderno forrado con un papel blanco y negro, allí está todo lo que necesitas saber.

Israel colgó. Se levantó de la cama y dio algunas vueltas por la habitación, hasta que miró por la ventana, cuando un golpe en la pared lo tomó por sorpresa. Molesto, sabía que eran Philip y su padre.

—Voy a deshacerme —pensó Israel mientras volvía a la cama con los audífonos en la mano— de un problema, y así podré volver a dormir.

Se dejó caer en la cama, dando vueltas, dormitando toda la noche, hasta que la luz gris de la madrugada apareció tras la ventana.

***

Israel salió de su casa sin desayunar, pensando sólo en enfrentar a Ismael para comprobar lo del cuaderno. Y nadie se pondría en su camino.

Ni Philip, ni Vicente estaban en la cocina o en la sala, así que salió.

Esto sólo fue el comienzo de un par de malas decisiones, comenzando por no haber investigado más sobre Ismael. Quizá si lo hubiese hecho, se habría ahorrado muchos problemas.

Su segundo error, salir sin desayunar. Sin comida, el cerebro es incapaz de razonar con claridad.

Llegó presuroso a la preparatoria, en cuya entrada lo esperaba Darío, para señalarle dónde estaba Ismael.

—Mira —dijo Clara feliz—, allí viene Isra.

Clara y Augusto estaban sentados en una banca cerca de los árboles. Augusto se giró, confundido al ver a Israel con Darío. Pero pronto volvió a su ánimo de siempre, sonriendo ante su amigo. Soltó la mano de su novia, y se puso de pie en el camino de Israel, disimulando su preocupación. Cuando Israel estuvo lo suficientemente cerca, habló:

—¿Dónde estabas? —le dijo— Tu celular murió…

—¡Muévete, Marchamalo! —reclamó molesto.

—Hey, tranquilo, ¿qué estás haciendo con ese idiota de Darío...?

—¡Te dije que te movieras, desquiciado!

Israel empujó a Augusto y continuó su camino, seguido de Darío, que le hizo una mueca, burlándose de él. Clara se acercó a Augusto, pero este dio un paso lejos de ella.

—Ahora no —dijo son mirarla—, no quiero decirte algo malo.

La chica se mordió el labio inferior, preocupada por su novio, así que igual le tomó la mano, obligándolo a sentarse a su lado.

Israel tenía la mente nublada. Había mucho en qué pensar, mucha presión, muchas dudas, y, sobre todo, muy pocas respuestas. Necesitaba un respiro, pero en su casa no había un lugar libre de la miseria de Philip, o la crueldad de su padre, y en la preparatoria, era Ismael quien le hacía, casi lo obligaba, pensar en lo que quería ignorar de su vida diaria.

Necesitaba un respiro.

Llegó por fin al salón, y desde la puerta vio a Isma hablar con dos chicas que parecían burlarse de él, aunque el muchacho no perdía su alegría. Darío alejó a Israel de la puerta.

PhilipDonde viven las historias. Descúbrelo ahora