-Debería ir a la biblioteca más seguido -rio Augusto sin mirar el gesto molesto de su amigo-; me gustaría verlos algún día.
-No me jodas, Augusto.
-Ok, es un chiste.
Augusto no sabía mentir, sobre todo cuando su sonrisa de satisfacción se plantaba en su rostro.
-¿Y -continuó Augusto- eso significa que nos libramos del nene?
-... No, exactamente...
Los chicos estaban en la azotea, mirando al patio, a las chicas jugando basquetbol. Entre ellas estaba Clara.
Detrás de ellos, subiendo las escaleras, apareció Ismael, con una bolsa de plástico llena de comida rápida, chocolates y tres refrescos en lata.
-Hola -se acercó. Se sentaron mientras Ismael repartía la comida y dejaba los chocolates en medio de ellos.
-Lo hiciste bien, nene -dijo Augusto.
Ismael se sentó recargado en los barrotes, a su derecha se sentó Augusto, y frente a ellos, Ismael.
-¿Cómo te fue con el profesor Philip? -preguntó Isma, con la lata de refresco en su mano.
-Mal -respondió Israel-, el experimento que sugeriste no funciona, siempre que miro a Philip me dan ganas de...
-Golpearlo -sugirió burlón Augusto.
Israel agitó la lata y la abrió hacia la cara de su amigo.
-Es difícil -explicó Isma- cambiar un hábito de un momento a otro, pero es más difícil no intentar frenar tantas malas costumbres.
-¿Frenar o acabarlos? -preguntó Augusto, lavándose la cara con el agua embotellada que llevaba en su mochila.
-Primero hay que intentar ponerles un alto.
-¿Y cómo hago eso? -preguntó Israel.
-Piensa en las cosas buenas que vendrán si cambias, o cuando quieras ceder, recuerda lo mal que te sientes después.
-¿Funcionará?
-Sé que ha funcionado.
-¿Y quién avala esta terapia? -terció Augusto.
-... Mi padre -respondió Ismael con una sonrisa.
-Ya veremos -dijo Israel, finalizando esa plática. Lo demás sólo fueron pensamientos y planes para el fin de semana.
Mientras esto sucedía en la azotea, en la sala de maestros...
-¿Qué te sucedió está vez?
Philip miró asustado al director, Gerardo Quiroga, de quien se había estado escondiendo todo el día.
-Bu... Buenos días -trató de sonreír.
-Creí que ya habíamos hablado sobre el asunto de los golpes.
-Sí...sí, señor, pero...esto no...no es... Esto es un accidente...
-Igual que siempre, no? Philip -se sentó frente a él-, te he tenido paciencia porque te conozco desde la preparatoria, a ti y a Vicente, por eso te di el trabajo en el momento que me lo pediste.
-Gracias... -bajó la mirada.
-Pero todo esto tiene un límite; yo no puedo permitir que vayas por los pasillos y clases con esos golpes en la cara; ¿te imaginas el ejemplo que das? Las chicas creerán que está bien estar golpeadas, e incluso los muchachos, al pelear, se pasearán con el mismo ejemplo, y yo supongo que no quieres que esto parezca El Club de la Lucha, verdad?
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Philip
General FictionPhilip es un profesor de Literatura, casado con Vicente, un profesor de Matemáticas. Parece tener una vida idílica con su marido, pero la verdad es que Vicente lo golpea a la mínima provocación. Y de esto sólo el hijo de Vicente, Israel, es testigo...