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Caminata

«Te pareces tanto a tu padre»

Esa frase había rondado su vida desde que tenía uso de razón. Lo decían siempre que Vicente lo presentaba, siempre que los veían juntos, o lo escuchaban hablar.

Pero las personas no conocían al verdadero Vicente Pacheco. Nadie lo había visto golpear a su marido hasta dejarlo inconsciente en el piso, lleno de sangre, sin apiadarse de él por horas, hasta que llamaba a Jorge, y él venía con una ambulancia.

Nadie vio a Vicente azotar a Philip contra el suelo, contra la pared, y luego ordenarle limpiar. Nadie veía a Philip suplicar de rodillas, suplicar desde el suelo sin poder ponerse de pie, o lamerle los zapatos a su marido que se ufanaba de decir frente a la gente lo mucho que lo amaba.

Nadie había visto el terror pueril en los ojos del hombre tan dócil y débil al ver a su marido.

Cuando Israel tiró una taza, y Philip se echó la culpa, nadie vio a Philip de rodillas, en la esquina de la cocina, cubriéndose con sus delgados brazos, intentando protegerse de la lluvia de patadas que le propinó su marido.

Nadie conocía al verdadero Vicente, pero hoy, la preparatoria había visto un tintineo de su malvada mirada. Ese era Israel, que no había dejado de caminar durante todo el día.

Al caer la noche, un viento helado le golpeó el rostro marcado por las lágrimas que no se detenían. Buscó vagamente, y se resguardó en el marco de la puerta de una casa que nunca había visto. Allí se sentó, abrazó sus rodillas, y no pudo dejar de llorar.

«Te pareces tanto a tu padre»

PhilipDonde viven las historias. Descúbrelo ahora