Parte 5.4

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Cuatro días después

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Cuatro días después.

Vicente no estaba. Israel se levantó de la cama, y después de varios días, abrió la ventana.

Ya no había lluvias, sólo frío y hojarasca que tapizaba calles y jardines. Israel extrañaba muchas cosas, entre ellas, las lluvias.

Pero ya era muy tarde. Las lluvias no volverían, y los árboles desnudos recibirían el viento frío. Pero las hojas volverían. Así tenía que ser él, levantarse de nuevo, vivir; era joven -eso decían siempre-, muy joven para vivir en un encierro auto obligado. Tenía que seguir.

Sin mucha prisa se dio un baño, se vistió con ropa limpia, y bajó, pero su padre no estaba. En el refrigerador, de dónde sacó todo para una sandwich, había una nota con la bella caligrafía de Vicente: “Fui por comida, duerme y descansa”.

Papá se preocupaba.

Desayunó viendo televisión, pero después de unos minutos lo apagó. Nada le interesaba, así que decidió arreglar su habitación. Dejó su cobija y sábanas en el pasillo y bajó con la ropa hasta donde estaba la lavadora, separando la ropa como lo hacía Philip, y llenó la lavadora. Abrió el armario para sacar el jabón, y vio a Philip, atado, amordazado, al lado de una bolsa de jabón.

El descubrimiento y la pasividad con la que había vivido esos días lo dejaron sin expresión en los primeros segundos, aunque al verlo respirar dio un salto hacia atrás, golpeándose contra la pared, cayendo sin dejar de mirarlo. Se acercó lentamente sin darse cuenta que había comenzado a llorar. Philip estaba aquí, y por las marcas en sus brazos, atados en la espalda, y en sus piernas, atadas por los tobillos, las rodillas sangrantes, y la ropa sucia y rasgada, Philip llevaba días allí.

Varios.

Él hacía varios días que había asesinado a Ismael.

Por qué su padre le había mentido, porqué lo tenía escondido, porqué simplemente, si odiaba de esa forma a Philip, ¡porqué no lo dejaba ir!

Bien, Israel no lo sabía, Philip tampoco, y quizá muchos de los que están leyendo esto ya lo imaginan, pero aún falta un poco más para conocer el verdadero plan de Vicente.

—Phil… Philip…

Está muerto. Murió. Mi padre lo ha matado y guardó el cuerpo aquí… No, no, idiota, lo viste respirar, fue eso lo que te despertó, pero… pareciera… que está muriendo… ¡No!

—¡Philip! —lo movió intentado despertarlo, de manera leve, claro, temiendo que se rompiera, y sonrió al verlo parpadear.

Philip despertó. No recordaba cómo sucedió, pero llevaba casi cinco días en ese armario. Y sonrió, o al menos su mirada se iluminó cuando vio al muchacho.

Israel volvió, y es lo único que le interesa.

—Philip —lloró Israel, y con cuidado le quitó la mordaza, que le había dejado marcas en las comisuras y las mejillas.

PhilipDonde viven las historias. Descúbrelo ahora