Philip

Parte 4.3

Los encontró escondidos en la biblioteca, pero no los molesto, sólo espió, atento.

—Siento —dijo con tristeza Israel— que ahora que están los dos en la casa, será más fastidioso; es irritante ver a Philip arrastrarse cuando se lo ordenan…

—¿Eso es literal? —interrumpió Augusto— ¿Se arrastra?

—Es figurativo; —respondió molesto— mi papá es un poco molesto, pide una cosa, y luego reclama porque no es lo que quería; Philip corre de un lado a otro, limpiando la casa, cocinando, yendo a la tienda por algo que le van a lanzar a la cara… —se pasó las palmas por el cabello, para luego dejar caer la cabeza entre sus hombros, con desesperación apaciguada.

Augusto levantó la mirada. Había una ventana abierta, así que encendió un cigarro.

—Ya pasará —dijo exhalando—, tu padre volverá a la preparatoria.

—Y Philip también —dijo Ismael con una sonrisa.

Parecía haber olvidado la escena con Darío.

Israel lo miró.

—Mi padre dice que Philip no volverá —dijo lacónico mientras daba una calada al cigarro que Augusto le ofreció.

—¿Qué? —su sonrisa desapareció.

—Dice que es más seguro que esté en casa, sólo así se asegurará de que no le sea infiel.

—¿Tanto lo ama? —preguntó Augusto escéptico.

—No sé si lo ama, o sólo quiere controlarlo, pero algo me hace pensar que ahora que logró encerrarlo, no permitía que salga de nuevo.

—No es justo —dijo Isma —, nadie debería vivir encerrado… Él no merece sufrir.

—Tranquilo —molesto, Israel levantó la voz—, Philip no está sufriendo, allí tiene todo lo que necesita, porque lo único que necesita es a mi padre.

—Sí, sí, pero…

—Pero nada; si no quería estar con mi padre no debió casarse con él, ahora lo tiene todo, y lo único que mi padre pide es que obedezca; Philip no es muy inteligente, es por eso que pasa lo que tú viste, ¿crees que a mi padre le gusta golpearlo? Mi padre lo ama, siempre se lo dice, él lo ama mucho más que a cualquier cosa o persona… Incluso más que a mí.

—Lo dudo —rio Augusto—; esto es muy deprimente, vayamos al edificio quemado, quiero beber, ya no podré hacerlo en casa.

—Creí que tus tíos se irían pronto.

—Yo también, pero resulta que llevarán a un nuevo loquero, ya sabes, por esa insistencia de que sea "normal", no los entiendo; —miró a Ismael— andando, nena.

Salieron sin notar a Darío, que entre los libros observó a Israel. Sonrió de pronto.

De saber lo que planeaba, uno creería que conocía los planes de Vicente, pero no. Simplemente era el destino, que parecía conspirar contra Philip e Israel.