Probablemente esa había sido la peor noche de su vida entera.
Se sentía completamente destrozada sentada en uno de los sofás de su habitación, llegando a disfrutar de la sensación de querer fallecer ahí mismo. Trataba de encontrarle una respuesta mínimamente lógica a lo que le había hecho Swift, pero era algo tan ruin que no tenía ninguna explicación.
Ni siquiera le emocionaba ver el atardecer y los rayos del sol colarse por la ventana, sentía todo lo contrario. Ver la luz del sol ahora que todo su mundo se había pintado de tonos oscuros y una tristeza aparentemente sin fin era una completa tortura, lo amaba y lo odiaba al mismo tiempo y solo quería huir del brillo celestial y sumirse en su propio mundo gris.
Pero el espectáculo debía continuar una noche más, donde ella le daría un final.
Había quedado de verse con Taylor ese mismo día por la noche, pensó en cancelar la cita de inmediato, pero lo vió como una oportunidad para cuestionarla por lo que había escuchado y ponerle un fin a su relación.
Recordaba a la perfección esa primera noche junto a Swift, quién pareció arreglar su roto corazón, pero que ahora lo había vuelto a destrozar, recordándole a Elizabeth a dónde pertenecía: A la desesperanza de un falso amor.
La brisa fría que comenzaba a sentir en su piel cálida y la posición de la luna eran como una copia exacta de aquella noche. Sus ojos verdes parecían arder meramente por el sentimiento de desprecio que se tenía a sí misma por haber confiado en Taylor, quien también era la culpable de esa inquietante sensación; aprovechando el poco tiempo que le quedaba pintaba sus uñas de un color rojo intenso, que simulaba al granate y brillaba de una forma similar a la piedra preciosa.
Parecía estar fuera de este mundo, o al menos su mente lo hacía. Lo único que controlaba su cuerpo inmóvil eran los interminables sentimientos que tenía en ese momento. Incluso su mirada era oscura y tan distante como si hubiese quedado en un estado de impacto para siempre. Tal vez se sentiría mejor luego de que esta noche se acabara por completo.
Eligió un vestido largo y oscuro, uno de sus Vivienne Westwood que la hacían lucir como una verdadera diosa, era el mismo que aquella trágica noche, lo había elegido a propósito. Eligió accesorios adornados por rubíes, tan rojos como la sangre en sus manos la noche anterior, provocada por las rosas del mismo color. Para su maquillaje optó por tonos oscuros, manteniendo sus labios de ese rojo escarlata brillante.
Su apariencia le recordaba a una viuda negra, a la que le tenía un miedo irracional por lo peligrosa que podía llegar a ser, pero al verse al espejo no pudo evitar recordarla. Su aura oscura adornada por detalles en rubíes y color rojo le recordaba al ataque ocasionalmente extraño, pero mortal del curioso insecto.
Había preparado la cena ella misma, comida italiana por excelencia la favorita de ambas y eligió un vino tinto, específicamente una de sus marcas francesas favorita, amando la delicadeza y calidad del licor. Decoró la mesa con rosas recién cortadas y puso su vajilla de porcelana favorita brindándole sutileza al ambiente tenso, limpió las copas de cristal haciéndolas relucir y encendió un par de velas, preocupándose por cada pequeño elemento que conformaba la perfección en la mesa del comedor, como si estuviese esperando por algo de vital importancia. Y eso hacía.
Ahora solo quedaba esperar por la llegada de Taylor. Elizabeth practicaba sus mejores sonrisas falsas tratando de disimular su verdadero propósito de esta noche, intentó conservar su semblante de tranquilidad y felicidad, que era solo una máscara ocultando sus ojos irradiando tristeza y su sentimiento de ira inaguantable.
La noche transcurrió con aparente tranquilidad, Lana supo sobrellevar su propia mentira a la perfección. Las risas de ambas eran lo único que podía escucharse en ese momento y sus voces aún conservaban las melodías melancólicamente dulces mientras hablaban de sus planes juntas que ahora eran solo delirios del mundo perfecto en el que creían estar, y halagaban los recientes logros de ambas como normalmente solían hacer. El único contacto que tuvieron durante esa noche fueron sus miradas, no hubo besos, ni caricias, sólo miradas. Lana observaba los ojos azules de Taylor de una manera distinta, como si ahora sólo se observara a ella misma ahogándose en ese océano de matices azules que alguna vez le dio paz. En cambio Taylor veía de la misma manera de siempre los ojos verdes de la castaña, su color brillante como diamantes eran su tesoro más grande, que sin saberlo estaba a punto de perder.
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𝐅𝐋𝐈𝐏𝐒𝐈𝐃𝐄 - Taylana
FanfictionUna de las amistades más icónicas de la industria, Lana Del Rey y Taylor Swift. Dos de las mejores artistas de la década juntas otra vez, pero esta vez mucho más cerca la una de la otra. Dos estrellas brillando como si formasen una hermosa constelac...