044 - Cornelia Street

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Habían sido semanas llenas de diversión sin dudas, les había servido para relajarse un poco y empezar un buen año ahora juntas. Pronto tenían que volver a la rutina habitual, trabajo y más trabajo, pero aún querían disfrutar del par de semanas que les quedaban sin estar demasiado ocupadas.

Luego de su fin de semana en Nashville volvieron a Nueva York, aquella ciudad tan especial para su relación desde el principio. Sus planes eran algo sencillos, realmente estaban a la expectativa de lo que la espontaneidad de Nueva York tuviese preparado para ellas, pero tenían claro que estarían en el estudio con Jack para grabar algunas canciones pertenecientes al nuevo álbum que Taylor ya tenía en mente y por supuesto, para contarle acerca de su noviazgo, ahora oficial. Aunque por supuesto, él ya se había enterado, pero sería aún más emocionante verlo en persona.

El vuelo de regreso a la ciudad fue incluso mejor de los que habían tenido últimamente. Habían pasado todo el vuelo escuchando el álbum ‘Lover’ de Taylor, cantando cada una de las canciones a la perfección y bailando la mayoría de ellas. Habían sido dos maravillosas horas juntas, tanto que ni siquiera se preocuparon por esconderse de los paparazzis. Sus manos se mantuvieron entrelazadas y sus sonrisas brillaban tanto como las estrellas.

Lo primero que hicieron fue ir al departamento de Taylor, tal vez ambas extrañaban estar ahí, algo lejos del ajetreo de la gran ciudad, sólo disfrutando de la compañía que se hacían la una a la otra. Para esta ocasión pasarían unas cuantas semanas juntas ahí, así que incluso llevaron con ellas a sus gatos. Era lindo verlos a todos juntos, como si se tratase de su pequeña familia.

Era casi mediodía, así que antes de ir al estudio Elizabeth se dispuso a preparar el almuerzo para ambas. Primero preparó sus tazas de café realmente necesarias para empezar con su día algo complicado, pero que sabían que sería divertido.

—¿Cómo le diremos a Jack?—Rió Lana viendo a la rubia, quien estaba sentada sobre el mostrador de la cocina—Va a enloquecer.

—Digámosle que es un anillo de compromiso—Bromeó la rubia—Y que nos casamos.

—¡Tay!—Exclamó Lana—Nos odiará.

Taylor rió—Pero será divertido—Su mirada se posó en cada uno de los movimientos de Lana—Eres tan linda.

No había nada que no pusiera a Lana tan nerviosa como lo hacían esos pequeños cumplidos de repente de parte de la rubia, la hacían sonrojar inevitablemente y provocaban que su corazón se acelerara.

—¿Aún te pones nerviosa con eso, bonita?—A Taylor le pareció algo realmente tierno.

Lana asintió, dejando de concentrarse en la cocina para mirar a esos ojos tan azules como un cielo veraniego que brillaban como rayos del sol. Taylor acariciaba las manos de Lana, observando aquel bosque dentro de esos ojos verdes que eran su perdición.

—Pero tendrás que acostumbrarte, porque mientras yo viva siempre tendrás a alguien demostrándote lo mucho que te ama—Sonrió.

Lana escondió su rostro en el cuello de la rubia, abrazándola tiernamente y repitiéndole que la amaba. Taylor amaba esos pequeños momentos que compartían juntas, que parecían ser algo tan simple pero que se terminaban convirtiendo en una maravilla.

Luego de su ronda matutina de mimos, tomaron el almuerzo, un plato vegano preparado delicadamente por la castaña, sin dudas la comida que ella preparaba siempre era deliciosa. Charlaron por un rato más mientras se preparaban para su día, decidieron ir caminando al estudio aprovechando que estaba sólo a unas cuantas calles del departamento de Taylor.

Taylor realmente disfrutaba el dar un paseo por Nueva York cada vez que podía, y hacerlo con Lana era algo mucho más especial. Todo parecía estar a su suerte ese día, no había nadie molestandolas, el clima era perfecto y la compañía que se hacían ambas era increíble. Disfrutaban de caminar por Cornelia Street balanceando sus manos entrelazadas al ritmo de su caminata, mientras dejaban que los rayos de sol se posaran en sus rostros llenos de felicidad, sólo deseando jamás perder aquellos pequeños momentos juntas, deseando que lo que había entre ellas jamás acabara.

𝐅𝐋𝐈𝐏𝐒𝐈𝐃𝐄 - Taylana Donde viven las historias. Descúbrelo ahora