Capítulo 22

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Condujimos unos cuarenta y cinco minutos hasta Naugatuck State Forest y dejamos la camioneta al borde de la carretera de Hunters Mountain para continuar a pie. Nos adentramos en el bosque cuando la oscuridad envolvía el paisaje y la luna iluminaba nuestro camino con su pálida luz. La brisa nocturna susurraba entre las hojas de los árboles, añadiendo un toque extra de misterio al ambiente. Sentí un escalofrío recorrer mi espalda, pero traté de tranquilizarme para que no se notara que estaba nerviosa. Habíamos preparado todo lo necesario para llevar a cabo el antiguo ritual. Mi madre y mi abuela habían insistido en la importancia de la solemnidad del momento. Interrumpir el sueño de los ancestros era algo peligroso, no solo para la persona que se internaba en su mundo de espíritus, sino para todo el linage que podía ser privado de su sagrada protección si los ancestros decidían que ya no eran dignos de ello. Y yo sentía el peso de esa responsabilidad sobre mis hombros a medida que el momento se acercaba.

El claro en el que nos detuvimos estaba cerca de un lago y rodeado de árboles altos y frondosos cuyas ramas se entrelazaban como guardianes silenciosos del bosque.

— Aquí está bien — indicó mi abuela.

Mi madre y mi abuela trazaron un círculo de piedras y comenzaron a colocar los elementos. En cuanto encendieron las velas, las llamas comenzaron a proyectar sombras danzantes que parecían tener vida propia.

— ¿Estás segura de que quieres hacerlo? — preguntó mi madre una vez más.

Su preocupación era evidente.

Asentí dejando que mis labios se curvaran dibujando una ligera sonrisa en mi rostro para tratar de tranquilizarla.

—Tayen, debes concentrarte — dijo mi abuela con voz firme pero afectuosa — Este viaje no será fácil y una vez estés dentro tu madre y yo no podremos sacarte de ahí. Necesitarás toda tu fuerza para volver. ¿Lo comprendes verdad?

¿Lo comprendía? Sí. ¿Estaba igualmente nerviosa? Por supuesto. Aún así volví a asentir segura de que esto era lo que debía hacer.

— Bien — dijo mi abuela — Comencemos entonces.

Me coloqué en el centro del círculo de piedras. El corazón me latía con fuerza. Mi abuela se colocó frente a mí y mi madre a mi espalda. Ambas hicieron un corte en las palmas de sus manos y las llevaron al suelo haciendo símbolos en la tierra mientras comenzaban a recitar las palabras del antiguo cántico. Sus voces acompasadas sonaban en la quietud de la noche como una sola, clara y resonante llenando el ambiente. Las llamas de las velas parecieron intensificarse, y el aire alrededor de mí se volvió más denso, cargado de energía.

Cerré los ojos, concentrándome en las palabras de ambas y metí las yemas de mis dedos en el cuenco de agua que habían colocado en el centro del círculo. La sensación de poder comenzó a fluir a través de mí, cálida, abrumadora. Sentí una presión en mi pecho, como si el mundo estuviera girando más rápido de lo que podía soportar. De pronto, una fuerza invisible tiró de mí hacia abajo como si me hiciera caer a través de un pozo infinito.

Cuando recuperé la calma y abrí los ojos, ya no estaba en el bosque.

Me encontraba en un mundo extraño y caótico, un laberinto de sombras y luces tenues. El suelo bajo mis pies cambiaba constantemente, transformándose en arena, piedra y pastos verdes en cuestión de segundos, como una película proyectada a toda velocidad. Las paredes del laberinto parecían moverse, cerrándose y abriéndose a mi paso, desafiandome a encontrar el camino.

Cada paso que daba resonaba en el vacío, y la sensación de ser observada era constante. Tenía que mantenerme enfocada, recordar por qué estaba allí. Debía encontrar a mis antepasadas, las lunas alfa, y obtener su guía.

De repente, unas figuras empezaron a emerger de las sombras. Lobos imponentes llenando el espacio a mi alrededor. Sus ojos brillaban con una intensidad que me hacía sentir pequeña e insignificante.

"No deberías estar aquí, joven luna" dijo uno de ellos, con voz profunda y autoritaria.

"Vuelve al mundo de los vivos" insistió otro, acercándose más "Este no es tu lugar"

Traté de ignorarlos. No podía rendirme. Había venido buscando respuestas y no me iría sin ellas. Me armé de valor y, resistiendo la tentación de dejarme llevar por sus palabras, me adentré más en el laberinto.

— No me iré sin lo que he venido buscando — declaré, con voz firme a pesar del miedo que sentía.

Podía notar una especie de energía que emanaba de aquellos machos, como si tirasen de mí haciéndome retroceder, tratando de obligarme a abandonar aquel mundo. Pero luché contra ellos, usando cada ápice de mí voluntad. Poco a poco, sus figuras se desvanecieron en las sombras, dejando paso a una nueva claridad.

El laberinto comenzó a transformarse, las paredes se movían revelando un camino hacia una luz suave y acogedora. Sentí que estaba cerca, que mis antepasadas estaban esperándome allí en algún lugar. ¿Pero dónde? El tiempo apremiaba, no podía permanecer allí mucho tiempo o aquel mundo terminaría por absorber toda mi esencia y se desvanecería encerrándome allí para siempre.

De vuelta en el círculo de piedras, mi cuerpo inconsciente, empezaba a palidecer mientras mi alma estaba atrapada entre los dos mundos.

— Tayen, por favor, vuelve a nosotros — suplicaba mi madre, sosteniendo mi mano con fuerza.

— Dale tiempo — trataba de calmarla mi abuela, aunque su voz también estaba teñida de ansiedad — Este es un camino que debe recorrer sola.

Las llamas de las velas continuaban parpadeando y el aire estaba cargado de tensión. La conexión entre los mundos era frágil, y mi familia esperaba con corazones apesadumbrados, rezando por mi regreso. Mientras tanto, en el mundo de los espíritus, yo seguía avanzando, buscando la guía y la sabiduría de las lunas de mi familia, luchando contra el caos y la incertidumbre que me rodeaban.

 Mientras tanto, en el mundo de los espíritus, yo seguía avanzando, buscando la guía y la sabiduría de las lunas de mi familia, luchando contra el caos y la incertidumbre que me rodeaban

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Tayen, la leyenda de las Lunas [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora