Capítulo 57

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El amanecer se colaba suavemente a través de las cortinas de la ventana, tiñendo la habitación de un dorado tenue. Abrí los ojos despacio, aún sintiendo el calor de la noche anterior. Mi cuerpo se sentía completamente relajado, esa clase de paz profunda que sólo viene después de haber compartido algo tan íntimo, tan poderoso.

Connor estaba tumbado a mi lado, su brazo fuerte descansando bajo mi cuello, sosteniéndome incluso en su sueño. Giré la cabeza ligeramente apenas lo necesario para observarlo, aún dormido, su respiración lenta y acompasada. Su pecho desnudo subía y bajaba, y su rostro tenía una expresión tranquila, como si estuviera disfrutando de la única calma que podíamos permitirnos entre tanto caos.

Bajé la mirada hasta Marcus, tumbado boca abajo con la cabeza apoyada en mi vientre. Una de sus manos descansaba suavemente sobre mi cadera. Su pelo oscuro estaba despeinado y un par de mechones se movían ligeramente cada vez que respiraba haciéndome cosquillas junto al ombligo.

La escena de calma me pareció tan irreal como perfecta. Ambos estaban completamente desnudos, sus cuerpos entrelazados con el mío de una manera tan natural que parecía como si siempre hubiéramos dormido así, como si nuestras almas y cuerpos hubieran encontrado su lugar, sin importar lo complicadas que fueran nuestras vidas fuera de estas cuatro paredes.

No pude evitar sonreír.

Acaricié suavemente el brazo de Connor, sintiendo sus músculos tensarse ligeramente bajo mi toque, y luego deslicé mis dedos por el pelo de Marcus, enredándome en sus mechones. A pesar de que la luz del día comenzaba a ganar intensidad, sentía que aún estábamos en nuestro propio pequeño universo, sólo nosotros tres.

Marcus fue el primero en murmurar algo, su voz ronca y adormilada.

— Mmm... qué buen despertador preciosa — murmuró, abriendo un ojo y sonriendo al ver que lo estaba acariciando.

— No te acostumbres — respondí en tono de broma, pero la sonrisa en mis labios no desapareció.

Connor también se movió entonces, apretando ligeramente el brazo que tenía alrededor de mí y murmurando algo ininteligible antes de abrir los ojos.

— Buenos días... — dijo suavemente, con esa voz grave y tranquila que solía utilizar solo para nosotros.

— Buenos días — respondí en un susurro, sintiendo una calidez aún mayor al verlos allí, tan relajados y despreocupados por primera vez en días.

Marcus levantó la cabeza de mi vientre, estirándose perezosamente antes de mirarnos a ambos.

— No me importaría dormir así más a menudo— comentó con una sonrisa traviesa — , aunque me he despertado un poco dolorido...

Solté una pequeña risa, y Connor rodó los ojos, aunque no pudo evitar sonreír también.

— Tal vez porque te la pasaste dando vueltas toda la noche — dijo Connor en tono de broma — Creo que en algún momento me diste una patada.

— Eso es imposible, me comporté como todo un caballero — protestó Marcus, levantando una ceja con fingida indignación.

— Claro que sí — dije, todavía riendo mientras me estiraba ligeramente — Pero no creo que yo aguante esto todas las noches o acabaría por no levantarme de la cama nunca.

— Tú no pareces tener prisa, preciosa — respondió Marcus, alzando una ceja con su habitual picardía.

Connor se inclinó hacia mí, besando suavemente mi frente antes de susurrar:

— Pues yo sí tengo que irme. Prometí a Harald que le ayudaría a revisar las defensas esta mañana.

Asentí ligeramente, sabiendo que el deber siempre llamaba, aunque deseaba que nos quedáramos un poco más así, juntos y despreocupados. Era un lujo que no podíamos permitirnos con frecuencia.

Tayen, la leyenda de las Lunas [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora