Capítulo 27

450 52 4
                                    

Al día siguiente, Marcus se empeñó en acompañarme a clase y hacerme de guardián por el campus. A la hora de la comida, conseguí que por fin confiara en que estaba bien y me diera un poco de espacio antes de que mis amigos siguieran haciendo preguntas que no podía responder. Sin embargo, cuando terminaron las clases, Marcus volvió a aparecer para recogerme montado en su Harley Davidson Knucklehead.

— Sube, preciosa — dijo, extendiéndome un casco.

— Puedo ir andando. Mi casa está a menos de diez minutos.

— No vamos a casa — respondió él con una sonrisa.

— ¿A dónde vamos?

— Quiero enseñarte un sitio.

Lo miré interrogante.

— ¿Qué? ¿No confías en mí? — dijo poniendo cara de pena.

Quería responder, pero varios grupitos de chicas ya se habían parado a nuestro alrededor pavoneándose delante del atractivo chico nuevo y preferí acceder. Cogí el casco y me subí detrás de Marcus, agarrándome al asiento para tratar de mantener el mínimo contacto con su cuerpo. Pude verlo sonreír a través del espejo retrovisor justo antes de que acelerara de golpe, obligándome a inclinarme sobre su espalda para agarrarme con fuerza él y no caerme.

Tomó la I-91 N desde Trumbull St y condujo a toda velocidad hacia el norte atravesando la ciudad. Pasamos Hartford y Springfield y continuó hacia Whately para tomar la salida 35. Llegamos a Sunderland y luego tomó la MA-47 N y la 63 N hasta Millers Fall antes de tomar Wendell Rd. Al cabo de un par de horas, llegamos a nuestro destino.

— ¿Dónde estamos? — pregunté.

— En Wendell State Forest.

Dejamos la moto en uno de los parking, junto a la carretera, y seguimos a pie. El paisaje era hermoso, con enormes robles, arces y abedules elevándose majestuosamente hacia el cielo. El despliegue de colores era espectacular, con hojas que variaban desde el dorado al carmesí, proporcionando un espectáculo natural inolvidable. Seguí a Marcus en silencio hacia el interior del parque estatal, dejando que mis sentidos se acostumbraran al entorno. Caminamos alejándonos del sendero principal, esquivando raíces y ramas bajas hasta una zona más salvaje.

— ¿Qué haces? — dije cuando Marcus se paró de golpe y comenzó a quitarse la ropa.

— Me estoy desnudando — respondió con total tranquilidad.

Me di la vuelta justo cuando comenzaba a bajarse los calzoncillos sintiendo el calor subir por mis mejillas.

— Sí, eso ya lo veo, pero ¿por qué te desnudas?

— ¿Qué crees que pasa con tu ropa cuando te transformas?

Aquella pregunta me pilló por sorpresa. La ropa. La verdad es que nunca me lo había planteado y, por supuesto, tampoco es un tema que hubiera tratado con mi madre o con mi abuela. La verdad es que sabía poco sobre la transformación. Aquellos temas siempre habían sido ajenos a mí.

Cambié el peso de un pie a otro y respondí sin volverme.

— Supongo que tú me lo vas a explicar.

Marcus dejó escapar una risa divertida.

— Hasta que no controles tu transformación por completo, la harás pedazos. Así que te aconsejo que te la quites y la dejes bien dobladita si quieres tener algo con lo que cubrirte de vuelta a casa.

— ¿Y tú por qué te la quitas? ¿Vas a decirme que no controlas tu transformación?

No me hizo falta verlo para saber que sonreía.

Tayen, la leyenda de las Lunas [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora