Capítulo 42

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El suave resplandor del amanecer me despertó lentamente. La brisa fresca del alba acarició mi piel, y cuando abrí los ojos, me di cuenta de que aún estaba acurrucada junto a Connor. Sus brazos seguían rodeándome con una calidez protectora, su respiración era lenta y constante, aún dormido. Mi cabeza descansaba sobre su pecho desnudo, y nuestros cuerpos, medio vestidos, estaban entrelazados sobre el pasto húmedo por el rocío de la noche.

Sonreí, recordando la intensidad de la noche anterior. Connor se movió ligeramente, y cuando abrió los ojos, me miró con una sonrisa que me hizo sonrojarme.

— Buenos días — murmuró con voz ronca mientras su mano acariciaba suavemente mi espalda.

— Buenos días — respondí, sonriendo de vuelta.

Nos quedamos así unos segundos, mirándonos, sonriendo como idiotas, disfrutando de ese instante antes de que el incipiente ajetreo de la granja nos obligase a volver a la realidad. A lo lejos, podía escuchar a los hombres de Theron preparando las cosas para nuestra partida, moviendo coches y charlando en voz baja. Sabía que no podíamos quedarnos allí por mucho más tiempo, pero deseaba alargar todo lo posible esa sensación de tranquilidad en los brazos de Connor.

— Deberíamos ir a la casa y prepararnos — dijo finalmente, aunque su tono sugería que prefería quedarse allí conmigo un poco más.

— Sí... — dije con un suspiro, estirándome y sentándome lentamente — Antes de que alguien nos encuentre así — añadí señalando nuestros cuerpos semi desnudos.

Connor rió en voz baja, y juntos nos levantamos, sacudiendo un poco el pasto de nuestras ropas aunque no pude evitar soltar una carcajada al mirarnos. Ambos estábamos despeinados. Connor llevaba la ropa del día anterior, con la camisa desabrochada y el cinturón colgando de un hombro. Y yo llevaba el pijama, con la blusa y el pantalón completamente arrugados.

Caminamos hacia la casa principal, nuestros cuerpos rozándose de vez en cuando, y no podíamos evitar sonreír como si compartiéramos un secreto. Había una ligereza en el aire, algo juguetón que nos hacía reír mientras hablábamos en voz baja.

— Creo que ahora mismo me veo como si hubiera luchado con un oso — bromeé, tratando de alisar un poco mi pelo desordenado.

— Un oso no tiene nada que hacer contra ti — respondió Connor, mirándome de reojo con una sonrisa divertida.

Nos acercamos a la puerta principal, y justo cuando Connor la abrió, nos encontramos de frente con Marcus. Su mirada fue directa y aguda, moviéndose de mí a Connor en un segundo, antes de detenerse en las arrugas de nuestras ropas, en el estado evidente de nuestros cuerpos. La mandíbula de Marcus se apretó, y en sus ojos brilló algo más que simple sorpresa.

— Bueno, parece que alguien tuvo una noche entretenida — dijo con un tono molesto, cruzándose de brazos.

Sentí cómo el ambiente cambiaba instantáneamente. La sonrisa juguetona en mis labios se tensó un poco, y vi cómo Connor suspiraba, claramente queriendo evitar un conflicto. Sin decir nada, se acercó a mí, me rodeó con un brazo y plantó un beso suave en mis labios, mirándome con una mezcla de cariño y resignación antes de volverse hacia Marcus.

— Nos vemos ahora — me dijo, dándome una última sonrisa antes de desaparecer por el pasillo para buscar sus cosas.

Me quedé allí unos segundos, sintiendo cómo la tensión se hacía palpable. Marcus no había dejado de observarnos, y cuando Connor se fue, no perdió tiempo en acercarse.

— Si no te apetecía dormir podrías habérmelo dicho preciosa — dijo acercándose un poco más — Creía que lo tenías claro.

Lo miré poniendo los ojos en blanco, intentando mantener la calma bajo su intensa mirada verde que recorría cada centímetro de mi cuerpo.

Tayen, la leyenda de las Lunas [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora