El sol comenzaba a ocultarse tras el horizonte, pintando el cielo del atardecer en tonos ardientes de rojo y naranja y púrpura cuando decidí salir a correr por East Rock Park. Era una necesidad. Una necesidad no solo física sino emocional, la de sentir mis pies golpeando el suelo, el viento agitado contra mi rostro, algo que me recordara que, a pesar de todo, aún era libre. Libre de correr, de explorar, de ser yo misma en esta nueva vida a la que tenía que acostumbrarme.
El parque estaba tranquilo a aquella hora, con apenas unos pocos transeúntes disfrutando de la brisa fresca del atardecer. Seguí el sendero principal que se adentraba en un área más boscosa, donde los árboles se elevaban majestuosamente hacia el cielo. No era comparable con el paisaje montañoso y salvaje de las Great Smoky Mountains, ni con el sendero que iba de Laurel Falls y bajaba serpenteando por Little River Road hasta Elkmont. No era mi hogar. Dejé escapar un suspiro. Pero de momento tendría que conformarme con aquello. Con ser libre. Con estar viva.
De pronto, un ligero mareo me asaltó y una sacudida recorrió mi cuerpo haciendo vibrar cada una de mis células. Sentí como se me revolvía el estómago, la bilis me subió hasta la boca quemándome la garganta. Sacudí la cabeza y aspiré tratando de tomar aire fresco y recomponerme, y tuve que parpadear varias veces, intentando despejar la visión borrosa que inexplicablemente se había apoderado de mí. Cuando logré que mis ojos se enfocaran de nuevo, el paisaje que tenía ante mí había cambiado por completo. Ya no estaba en el parque, sino en un bosque mucho más denso y salvaje. Olía a lluvia y el suelo irregular estaba cubierto de hojas y musgo. Pero lo más sorprendente no era el cambio de escenario, sino la perspectiva desde la que yo lo observaba. Me movía rápidamente, con una agilidad que superaba a la humana, esquivando los árboles que pasaban a mi lado centelleando a toda velocidad.
Era una sensación extraña, como si estuviera dentro de otra mente, una que no me pertenecía, viendo a través de sus ojos. Pero no, no era una persona lo que sentía, era un... ¿lobo?. Mis sentidos estaban intensificados, extraordinariamente agudizados. Podía oler cada aroma del bosque, el perfume húmedo de la tierra mezclado con el frescor de los pinos y la madera envejecida. Podía escuchar cada crujido y susurro de la naturaleza como una nota precisa en el concierto vivo del bosque. Las hojas secas quebrándose bajo mis pies, y los ecos del viento acariciando las ramas, creando una sinfonía suave pero envolvente que vibraba a mi alrededor. Podía percibir el murmullo lejano de un arroyo y el sutil roce de los animales moviéndose entre la maleza. Unos animales que se escondían, tratando de ocultarse, tratando de escapar, porque estaba... estábamos... ¿cazando?
"Hola, preciosa"
Aquella voz masculina y profunda sonó una vez más en mi cabeza con total claridad haciendo que me sobresaltara. La reconocí al instante. Aquel lobo de ojos verdes como esmeraldas.
"¿Qué haces en mi cabeza?" pregunté tratando de sonar serena, aunque no estaba segura de querer saber la respuesta.
"Tú eres quien está en mi cabeza, preciosa" contestó la voz con contundencia, poderosa.
Podía sentir en mis poros la adrenalina de aquel lobo al acechar a su presa, una criatura pequeña e indefensa que corría desesperadamente por su vida. Esa emoción, ese placer, fue mío por un segundo. Y luego me llenó de repulsión.
"Es lo que hacemos. ¿Es que nunca has cazado en tu forma animal?" respondió sorprendido ante mi desagrado, como si aquello fuera lo más natural del mundo.
"No" respondí firmemente "No he cazado nunca en mi forma animal y no es algo que me interese hacer."
"No te preocupes pequeña, te gustará cuando lo hagamos juntos" su voz sonó seductora, una invitación, peligrosamente atractiva, letal. "Pero ahora, sal de mi cabeza y déjame comer. Te prometo que nos reuniremos pronto."
Sentí que la gravedad tiraba de mí, arrastrándome, absorbiéndome. En un instante, el bosque, el enorme lobo negro y su presa desaparecieron, y me encontré de nuevo en el parque, jadeando y doblada sobre mis rodillas. Una gota de sudor frío recorría mi espalda.
— ¿Te encuentras bien?
Me sobresalté cuando la mano de un desconocido me tocó el hombro.
— Sí, estoy bien, gracias.
— ¿Seguro que no necesitas ayuda? — insistió la mujer que lo acompañaba.
— No gracias, ya me iba — respondí poniéndome en pie con dificultad y dándoles la espalda.
El cielo seguía oscureciéndose, y las luces del parque comenzaban a encenderse, lanzando largas sombras sobre el camino. En cuanto perdí a la pareja de vista me detuve unos segundos para tratar de recuperar el aliento, mientras mi mente luchaba por procesar la experiencia. ¿Había sido real? ¿Había conectado con ese lobo de nuevo? Y esa voz, profunda, esa promesa de que nos reuniríamos pronto... ¿qué significaba eso?
Con el corazón aún acelerado por el miedo y la confusión, comencé a caminar lentamente de regreso a Whitney Ave. Esa voz potente, letal, seductora, resonaba en mi cabeza una y otra vez. ¿Por qué podía entrar en la mente de aquel lobo y sentir sus emociones? ¿Estaba esto relacionado con mi transformación? Hasta donde yo sabía las conexiones sólo se producían entre lobos que se habían emparejado o entre miembros de una misma familia con consanguinidad de primer grado, y era un mero canal de comunicación. Nunca había oído nada de entrar literalmente en la mente de otro ser. Eso... eso era algo profundamente íntimo y peligroso que requería una relación plena de confianza. ¿Cómo es que yo había invadido de esa manera la mente de otro lobo al que ni siquiera conocía? ¿Por qué me habría dejado él hacer algo así?
Al llegar a casa, cerré la puerta con llave y me deslicé contra ella, dejándome caer al suelo. Había aspectos de mí misma que aún no comprendía, aspectos que quizás no estaba lista para enfrentar. La realidad de mi situación me abrumaba. Estaba sola en una ciudad desconocida, con un secreto cuya magnitud aún no alcanzaba a ver. Pero una cosa era clara: necesitaba respuestas, y no podía seguir huyendo de lo que era. Algún día tendría que enfrentar mi verdadera naturaleza, y más vale que lo hiciera pronto, antes de que aquel lobo de ojos verdes cumpliera su promesa de encontrarme.
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Tayen, la leyenda de las Lunas [Editando]
WerewolfCuenta la leyenda que cada mil años nace una luna tan fuerte y salvaje que ningún alfa puede controlarla. Una auténtica líder que amenaza las costumbres patriarcales que han imperado en nuestros clanes generación tras generación. Una luna destinada...