Capítulo 21

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Llegué a casa y, sin perder tiempo, marqué el número de mi madre. Necesitaba hablar con ella, escuchar su voz y recibir su consejo. La adrenalina aún corría por mi cuerpo haciendo que me temblaran las manos. Mi mente seguía dando vueltas a todo lo que había pasado esa noche con Connor y Marcus.

Después de un par de tonos, su voz familiar me envolvió una vez más como un cálido abrazo.

—¿Tayen? ¿Va todo bien? — la preocupación en su voz era palpable.

—Mamá, me han encontrado. Connor y Marcus... los dos lobos... — comencé, sintiendo que las palabras salían de mi boca atropelladas y sin ninguna coherencia — Saben que estoy vinculada con ambos. Se enfrentaron. No sé qué hacer.

Hubo una pausa en la línea, seguida de un suspiro profundo.

— Sabíamos que esto podía pasar. Sólo esperaba que no fuese tan pronto — respondió mi madre.

— No sé qué hacer — repetí.

— No te preocupes. Salimos ahora mismo. Mañana por la mañana estaremos allí. Encontraremos una solución. Tú descansa, trata de dormir. Todo va a ir bien ¿me oyes?

Colgué el teléfono, sintiéndome un poco más aliviada. Pero la tensión seguía aferrada a mis músculos. Me dejé caer en el sofá, el cansancio y el estrés de la noche pesaban sobre mi cuerpo. Cerré los ojos, esperando que el sueño me llevara lejos de mis problemas, aunque fuera solo por unas horas.

Eran pasadas las doce del medio día cuando me despertó el aroma delicioso de un desayuno recién hecho. Parpadeé, tratando de sacudirme la niebla del sueño y me encontré con la visión reconfortante de mi madre y mi abuela en la pequeña cocina.

— Buenos días, dormilona — dijo mi abuela con una sonrisa cálida — Ven, siéntate. Hemos hecho tu desayuno favorito.

Sonreí levantándome del sofá de un salto y me abracé a la pequeña figura de mi abuela. Mi madre se unió a nosotras besándome en la cabeza.

— Siento que estés viviendo todo esto. Debí prepararte mejor — dijo mientras me abrazaba con fuerza.

Nos acercamos a la mesa y me dejé caer en una silla, observando a mi madre mientras servía el café.

— ¿Cómo habéis llegado tan rápido?

— Frank nos prestó su camioneta.

— ¿Habéis conducido toda la noche? — pregunté sintiéndome culpable.

Mi abuela me dio un beso en la cabeza.

— No te preocupes — respondió a mi pregunta colocándome una taza entre las manos.

— Gracias por venir —dije, tomando un sorbo del humeante café — No sé qué hacer. Esos dos chicos... no creo que vayan a desaparecer fácilmente.

— Tratemos de calmarnos — dijo mi madre con voz suave pero firme — Encontraremos una solución. Ahora, cuéntanos todo con más detalle.

Les relaté todo lo que había sucedido la noche anterior. Cada palabra, cada confrontación. Cuando terminé, ambas me miraron con seriedad.

— Esto no va a ser fácil — comentó mi abuela. Su mirada parecía más cansada de lo normal — Pero no eres la primera de nuestra familia que se enfrenta a esto Tayen.

Mi abuela comenzó a contarme historias sobre nuestras antepasadas, mujeres de un linaje poderoso. Mientras hablaba, sentí una mezcla de consuelo y responsabilidad.

— He traído los libros que te comenté — continuó mi madre, sacando varios tomos pesados de una bolsa — Pensaba enviártelos pero bueno, casi mejor así. No quiero involucrar a Aiyana más de lo necesario.

Tayen, la leyenda de las Lunas [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora