Capítulo 43

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La Yatch House se alzaba frente a nosotros con sus enormes ventanales reflejando el suave brillo del agua. Los alrededores estaban calmados, y no tardamos en ver a Erandi esperándonos junto a un par de mujeres de la manada.

Erandi, con su melena oscura recogida en una trenza y vestida con una chaqueta de cuero que la hacía parecer más guerrera que nunca, nos recibió con una sonrisa cálida y un abrazo fuerte.

— Tayen, me alegro de volver a verte — dijo mientras me abrazaba — Mi tío ya ha llegado también con sus hombres, y otra manada amiga ha enviado refuerzos — y mirando por encima de mi hombro añadió con un tono de angustia en la voz como si temiera que algo hubiera ocurrido — ¿No viene tu madre contigo?

Asentí tratando de que mis palabras sonaran calmadas.

— Viene detrás, con mi abuela y algunos de los hombres de tu tío. Las curanderas querían tener un ojo en ella durante el camino. Pero está bien, no te preocupes.

Erandi sonrió aliviada.

— Todo está listo para cruzar en cuanto lleguen.

Los otros coches no tardaron mucho en aparecer y las mujeres de la manada ayudaron a mi madre a montarse en el yate.

— ¿Estás bien? — le pregunté a mi madre preocupada cuando tuvo que sostenerse en una de ellas para evitar perder el equilibrio.

— Lo estaré — respondió con una sonrisa — No te preocupes.

Tomé aire soltándolo despacio. No estaba acostumbrada a ver a mi madre tan... indefensa. Pero era una mujer fuerte, siempre lo había sido, y se repondría. Sólo necesitaba un poco de tiempo y descanso.

Terminamos de subir las cosas en el yate y luego seguimos a Erandi hasta la proa mientras nos ponía al día de lo ocurrido en la manada durante este tiempo. Las olas golpeaban suavemente contra el casco haciendo que el barco se meciera sobre el agua.

En uno de esos vaivenes Marcus tuvo que agarrarse a la barandilla. Miró por la borda, hacia el agua que se extendía entre nosotros y el castillo, y luego hacia Erandi.

— ¿Podemos movernos ya? — gruñó, impaciente y luego masculló entre dientes — No me gusta el agua.

Connor dejó escapar una carcajada que hizo que Marcus se tensara aún más y Erandi rodó los ojos con una sonrisa divertida.

—Tranquilo, lobo. Estaremos al otro lado enseguida.

Mientras nos alejábamos de la costa la brisa fresca del agua me ayudó a despejarme, aunque el peso de lo que se avecinaba no dejaba de presionar en mi pecho. A lo lejos, la isla del Castillo Boldt se alzaba majestuosa sobre las aguas. En un par de minutos, estaríamos allí.

El viaje fue relativamente silencioso, roto solo por algún comentario ocasional de Connor que disfrutaba viendo a Marcus sufrir mientras el moreno trataba de disimular su malestar.

Al llegar a la isla, el imponente castillo se desplegó ante nuestros ojos, como un guardián antiguo que había sido testigo de innumerables batallas. Las paredes de piedra estaban rodeadas de frondosos jardines que daban al paisaje un aire a la vez salvaje y solemne.

Las curanderas de la manada ya nos esperaban en la orilla, sus rostros tranquilos pero atentos, como siempre. Sin perder tiempo, se acercaron para ayudar a mi abuela a bajar del yate y acompañar a mi madre, que seguía débil tras los recientes eventos. Verla tan frágil me dolía más de lo que quería admitir, pero al menos sabía que ahora estaba en buenas manos.

— Llévenla a descansar — les pidió Erandi a las curanderas.

—No te preocupes, nos ocuparemos de ella — dijo una de ellas, inclinando la cabeza con respeto antes de alejarse con mi madre y mi abuela.

Tayen, la leyenda de las Lunas [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora