La noche en la granja era oscura, solo iluminada por el leve brillo plateado de la luna que se filtraba a través de la contraventana. El aire estaba cargado con el suave aroma a hierba mojada y la calma después de la tormenta. Pero a pesar de la paz que parecía envolverlo todo, no podía dormir. Mi cuerpo se agitaba bajo las sábanas, mi mente incapaz de descansar con el peso de todo lo que había sucedido.
Me levanté con cuidado, tratando de no hacer ruido, y me deslicé fuera de la casa. El aire nocturno me golpeó la piel con una brisa suave y refrescante mientras mis pies descalzos se hundían ligeramente en el pasto húmedo. A lo lejos, el campo se extendía hasta donde la vista alcanzaba, y la silueta de los establos se alzaba silenciosa, como una sombra tranquila en medio de la oscuridad.
Sabía que Connor tampoco estaba durmiendo. Lo había sentido, esa conexión silenciosa que compartíamos, esa energía inquieta que flotaba en el aire. Lo busqué alrededor de los establos y lo encontré allí, en la parte trasera, sentado en el borde de una vieja valla de madera. Su postura era tensa, sus hombros ligeramente caídos mientras miraba el horizonte perdido en sus pensamientos.
— Connor — llamé suavemente mientras me acercaba, sin querer sobresaltarlo.
Él giró la cabeza hacia mí, y aunque me ofreció una pequeña sonrisa, podía ver la tristeza y el conflicto en sus ojos.
— ¿Tú tampoco podías dormir? — dijo con una voz apagada, rascándose la parte posterior de la cabeza.
Negué con la cabeza mientras me acercaba.
— No... — respondí suavemente — No podía dejar de pensar en todo lo que está pasando, en todo lo que esto debe suponer para tí...
Connor bajó la mirada por un segundo, el dolor en su rostro tan evidente que casi me rompió el corazón.
— Mi padre... toda mi familia, todo lo que conocía, lo que creía saber... — murmuró con voz áspera — ¿Y si no soy diferente a él? ¿Y si, en el fondo, soy igual que todos ellos? ¿Y si es lo único que trae mi linaje Tayen? Ansias de poder sin importar el sufrimiento que causamos a los demás.
Me acerqué hasta estar justo frente a él, apoyando una mano en su mejilla. El calor de su piel bajo mis dedos me reconfortaba. Este hombre que tanto me había dado, tanto había sacrificado, no era nada como su padre. Y necesitaba que él también lo viera.
— Connor, mírame — le pedí con suavidad, y sus ojos azules, llenos de tormenta, se encontraron con los míos — Tú no eres como él. Todo lo que has hecho, todo lo que eres, lo demuestra. No puedes llevar el peso de sus acciones sobre tus hombros. Y no sabes cómo siento haberte hecho pensar de otra forma. Perdóname.
Mi pulgar acarició su mejilla con ternura mientras sentía cómo su respiración se volvía más pesada, cómo la tensión en su rostro comenzaba a aflojarse, aunque no del todo. Cerró los ojos un segundo, disfrutando de mi caricia.
— Tú eliges quién quieres ser, no tu linaje — susurré.
El viento nocturno sopló entre nosotros, levantando mechones de mi cabello, que Connor apartó suavemente, dejándome ver de nuevo el hermoso brillo de sus ojos. Mi mano permaneció en su mejilla, y su palma se posó sobre ella, entrelazando nuestros dedos, como si temiera que yo la apartara.
— Tayen... — su voz era un susurro, cargada de algo que no podía descifrar del todo — No sabes cuanto deseaba volver. No creo que pueda vivir sin tí.
Mi corazón se aceleró ante la intensidad de sus palabras, y antes de que pudiera responder, Connor se inclinó hacia mí, sus labios encontrando los míos en un beso lento y profundo. Sentí cómo el calor de su cuerpo me envolvía, cómo cada caricia de sus manos en mi espalda, en mis brazos, encendía algo dentro de mí. Una llama cada vez más intensa que consumía lo que encontraba en su camino. Todo lo que habíamos pasado, todo el dolor, la lucha, parecía desvanecerse en ese momento.
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Tayen, la leyenda de las Lunas [Editando]
Hombres LoboCuenta la leyenda que cada mil años nace una luna tan fuerte y salvaje que ningún alfa puede controlarla. Una auténtica líder que amenaza las costumbres patriarcales que han imperado en nuestros clanes generación tras generación. Una luna destinada...