Capítulo 15

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La siguiente semana en la universidad se desarrolló con total normalidad, o al menos eso era lo que aparentaba. Por fuera, todo parecía estar en orden, con el ritmo regular de clases, trabajos, y charlas entre compañeros. Pero por dentro, yo era un caos. Cada día, el torbellino de emociones y secretos que llevaba dentro se hacía más difícil de contener. Mis pensamientos giraban continuamente en torno a las verdades que había descubierto, a las sombras que me seguían a cada paso. Las clases me ofrecían algo de estructura, una especie de refugio, pero incluso mientras tomaba notas o participaba en los debates, mi mente vagaba en busca de respuestas a preguntas que aún no me atrevía a formular.

Mis tardes con Mara y nuestro pequeño grupo de amigos se convirtieron en un bálsamo temporal contra la inquietud que me acechaba. A menudo íbamos al campus para comer en los jardines, y aunque me sentía desconectada, Mara siempre lograba con su infalible entusiasmo hacer que los picnics fueran entretenidos. Su risa era contagiosa, y por momentos, me olvidaba de lo que me estaba carcomiendo por dentro. Sin embargo, otras veces un vacío se instalaba en mi pecho y mi futuro me parecía demasiado incierto, demasiado cargado de decisiones que todavía no entendía completamente.

Algunas tardes las pasaba en la biblioteca, intentando acallar mi mente sumergiéndome en los libros antiguos. Había comenzado a leer textos sobre las antiguas culturas indígenas y su profunda conexión con los lobos y sus leyendas. Aquellas historias hablaban de criaturas místicas que podían cambiar de forma, de la armonía entre los humanos y los lobos, de los chamanes que se conectaban con los espíritus de la naturaleza. Me absorbían tanto que perdía la noción del tiempo. A veces, pasaba horas hojeando páginas amarillentas, buscando algo, tal vez una explicación, una pista de cómo mi propio destino estaba entrelazado con el de aquellos seres ancestrales. Los aromas del cuero envejecido y el polvo flotaban a mi alrededor, mezclándose con la calma que solo una biblioteca podía ofrecer. Los crujidos suaves de los libros al abrirse, las hojas rozando entre sí como un susurro del pasado, y la tenue luz del atardecer que se colaba por las ventanas, me ofrecían un consuelo inesperado.

Las clases, mis nuevos amigos, la biblioteca... todo en ese mundo me mantenía anclada a una vida que parecía cada vez más real. Pero por más que intentaba integrarme del todo, el torbellino en mi interior seguía recordándome que mi verdadero lugar estaba en otra parte. Y aunque me esforzara por hacer ver que todo estaba en calma, cada día sentía que el abismo entre lo que mostraba y lo que realmente sentía se hacía más profundo.

Un día, mientras estábamos en clase, Mara se inclinó hacia mí, con un brillo travieso en sus ojos.

— Ese chico de la última fila no para de mirarte. ¿Lo conoces? Porque guau... es guapísimo.

Curiosa y un poco a regañadientes, me giré para mirar disimuladamente hacia atrás.

— No conozco a nadie aquí... — comencé a decir, pero mi frase se perdió en un silencio mudo cuando lo ví.

Aquellos ojos azules, tan claros y fríos como el hielo. Los labios carnosos. Ese rostro perfecto, el rostro de un ángel, hermoso y letal. ¿Qué estaba haciendo él aquí? De pronto, su voz en mi cabeza hizo que se me erizara la piel.

"Te he estado buscando."

Me puse completamente pálida y me giré de nuevo, dándole la espalda, con la vista fija al frente.

— ¿Lo conoces? ¿Sabes quién es? — insistió Mara.

— No, no lo mires. No tengo ni idea de quién es, pero tiene una pinta rara — murmuré, intentando disuadir su curiosidad.

Mara volvió la cabeza de nuevo para echar un vistazo.

— ¿Una pinta rara? ¿Estás de broma no? ¿Tú lo has visto bien? Con esa cara de ángel esculpida en mármol. Si parece de la realeza. No he visto a un tío así de elegante en ninguna de nuestras clases — Mara no parecía dispuesta a dejar el tema — ¿Qué te parece a tí que tenga de raro?

Intenté ignorarla y seguir prestando atención a la clase esperando a que se cansara, pero aquella voz sonó de nuevo, y esta vez no fue sólo en mi cabeza.

— Hola, chicas ¿está libre este sitio?

— ¡Claro! — respondió Mara alegremente haciéndole hueco en la bancada.

— No — dije yo, casi al unísono, pero era demasiado tarde. Mara me miró sin entender, y Connor ya se había sentado junto a nosotras.

— Yo soy Mara — dijo mi amiga con una sonrisa — Y ella es Tayen.

Mi amiga me lanzó una mirada interrogativa sin entender por qué yo me mostraba tan seria.

— Connor — contestó él, presentándose — Connor Howard.

— ¿Inglés verdad? — preguntó Mara por su acento — ¿Eres nuevo? No te había visto antes por el campus.

— Sí, la verdad es que acabo de llegar. Buscaba un cambio de aires y he pedido el traslado a esta universidad — contestó sin apartar sus ojos de mí.

— ¿Pero sabes que esta clase es de primero, no? — estaba claro que mi amiga no pensaba dejarlo estar.

Connor sonrió. Aunque yo no sabía su edad con exactitud, era obvio que era mayor que nosotras, un par de años tal vez.

— Lo sé — dijo tranquilo — me faltan un par de créditos este año y me han dejado escoger varias optativas.

Intenté no mirarlo y mantener la vista al frente, haciendo como que prestaba atención a la clase. De nuevo, su voz fría, firme, resonó en mi cabeza

"¿No piensas hablarme?"

"No" dije a través de nuestra conexión mental.

"Esto es tan incómodo para mí como para ti, así que cuanto antes lo aclaremos mejor para ambos."

— Sal de mi cabeza ahora mismo.

— ¿Qué? — preguntó Mara, confundida.

Mierda. ¿Lo había dicho en voz alta? No estaba muy segura de cómo funcionaba la conexión mental.

— Nada — dije, intentando parecer concentrada en lo que decía el profesor — Solo decía que intento escuchar.

La voz de Connor sonó de nuevo en mi cabeza, pero esta vez su tono era más duro.

"Tenemos que hablar. No voy a ir a ninguna parte hasta que me des una explicación""

Aquella clase se hizo eterna, cada minuto más largo que el anterior. Cada vez que intentaba concentrarme en la lección, la presencia de Connor y su habilidad para comunicarse telepáticamente me distraían, enviando olas de confusión a través de mi ya tumultuoso interior. No solo estaba lidiando con el choque de mi herencia oculta y la vida humana que se suponía que debía llevar, sino que ahora también tenía que entender por qué había dos malditos lobos que podían meterse en mi cabeza. Y uno de ellos era el primogénito del gran jefe alfa.

Al final de la clase, mientras todos comenzaban a recoger sus cosas y hablaban animadamente de los planes para la noche yo sólo quería escapar, correr lejos de esta confusión y de la mirada de Connor que parecía juzgar cada uno de mis movimientos. Aunque parte de mí quería ignorar la conexión que claramente compartíamos, otra parte, quizás más valiente, sabía que enfrentar esto podría ser la única manera de entender realmente qué me estaba pasando, de entender quién o qué era yo.

Así, con el corazón aún palpitante y un millar de preguntas sin respuesta girando en mi cabeza, me levanté, decidida a enfrentar lo que viniera, empezando por una conversación muy necesaria y con suerte reveladora con Connor. Pero eso tendría que esperar; primero, necesitaba encontrar la manera de que mi amiga dejara de presentarle a todo nuestro grupo. 

 

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Tayen, la leyenda de las Lunas [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora