A medida que dejábamos atrás Eagle Bay aquella mañana de finales de enero, el coche se adentraba en un paisaje invernal que parecía infinito. El cielo estaba cubierto por una densa capa de nubes grises, que presagiaba más nieve. El sol apenas se asomaba, creando una luz tenue que suavizaba los contornos del paisaje. La carretera, una franja oscura que cortaba a través del blanco puro de la nieve, se extendía recta y solitaria frente a nosotros.
A ambos lados de la carretera, los árboles se agrupaban en densos bosques, sus ramas cargadas de nieve descargaban poco a poco un suave polvo blanquecino cada vez que el viento soplaba. Las colinas suaves y los valles profundos estaban completamente cubiertos, creando un tapiz ininterrumpido de nieve que se extendía hasta donde alcanzaba la vista. Incluso los lagos que bordeaban el camino estaban congelados, sus superficies lisas y blancas, reflejando el gris del cielo en un silencio helado.
Dentro del coche, sin embargo, el ambiente era cálido, aunque el frío exterior parecía filtrarse en forma de una sensación de aislamiento. La calefacción funcionaba de nuevo a pleno rendimiento, pero ni el aire caliente ni la música suave que emanaba de la radio podían disipar completamente la tensión que acumulábamos.
Miré por el retrovisor. Erandi se había quedado dormida así que hablé en voz baja. Las manos de Marcus apretaban el volante con tanta fuerza que pensé que lo arrancaría del salpicadero en cualquier momento.
— ¿Puedo saber en qué piensas?
— Creía que te gustaba no saberlo
— Aún así, ¿puedo saberlo?
Dudó unos segundos antes de responder.
— Lo que has hecho ha sido una imprudencia. Podrían haberte herido.
Lo miré sin entender a qué se refería.
— No puedes ir por ahí presentándote como una luna alfa. No sabes cómo podrían haber reaccionado.
— ¿Qué esperabas que hiciera? ¿Esconderme? Necesitábamos su ayuda y la he conseguido ¿No?
— No deberías haberte puesto en peligro de esa manera.
Lo miré abriendo los ojos.
— Esta es mi lucha y no pienso dejar que los demás os pongáis en peligro por mi mientras yo no hago nada. Creí que eso había quedado ya claro.
Gruñó fijando de nuevo la vista en la carretera y el resto del trayecto lo hicimos en silencio. La carretera seguía avanzando, y el paisaje, aunque hermoso, empezaba a parecer repetitivo, casi infinito. La monotonía de la nieve, los árboles y el cielo gris se reflejaba en mis pensamientos, creando una sensación de inquietud. Es como si el viaje fuera más que un simple trayecto físico; un reflejo de mi búsqueda interna, un intento de encontrar claridad en medio de la confusión.
— Este paisaje... es hermoso, pero también se siente un poco desolador, ¿no crees? — dijo Erandi al despertar.
Marcus, manteniendo la vista en la carretera, asintió ligeramente.
— Sí, es impresionante, pero también... solitario. Es como si el invierno hubiera congelado todo, incluso el tiempo — respondí apoyando la cabeza en la ventanilla — A veces me pregunto si yo también estoy atrapada en algo así, si esta es mi nueva vida. Siempre moviéndome, pero sin llegar a ningún sitio.
Marcus suspiró, y sus dedos se aflojaron un poco en el volante. Parecía que el enfado se había disipado un poco de su rostro sereno.
— No lo sé, preciosa. Quizás yo no sea el mejor para darte consejos. Al fin y al cabo he vivido casi toda mi vida sólo de un lado para otro, buscando un lugar donde todo tenga sentido. Pero quizás, simplemente no existe tal lugar.
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Tayen, la leyenda de las Lunas [Editando]
WilkołakiCuenta la leyenda que cada mil años nace una luna tan fuerte y salvaje que ningún alfa puede controlarla. Una auténtica líder que amenaza las costumbres patriarcales que han imperado en nuestros clanes generación tras generación. Una luna destinada...