Capítulo 3

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Salí tan rápido de la tienda que mis pensamientos aún revoloteaban en el aire tenso que había dejado atrás. No tuve tiempo de frenar cuando una figura emergió de la nada delante de mí, y nuestros cuerpos chocaron haciéndome perder el equilibrio y enviándome al suelo.

Mientras intentaba recuperar el aliento, levanté la vista y me encontré con una mirada penetrante, unos ojos de un azul glaciar tan intenso que parecían irreales. Algo en esos ojos me resultaba extrañamente familiar. Un escalofrío me recorrió de arriba abajo, erizando la piel de mis brazos y enviando una sacudida a través de mi columna vertebral. Era un joven alto, diría que rondaba el metro noventa, de espalda ancha y extremidades musculosas. Tenía un rostro extremadamente hermoso, con la mandíbula marcada y unos labios bien proporcionados. Su cabello castaño claro, veteado con mechones rubios, estaba corto por los lados y más largo en la parte superior y lo llevaba peinado hacia un lado. El joven arrugó la nariz aspirando mi aroma y me miró de arriba abajo con detenimiento.

— ¿Quién...? — comenzó a decir mirándome con expresión confundida.

Traté de reaccionar, pero antes de que pudiera articular una palabra o incluso recordar cómo respirar, una voz grave llamó la atención del joven que me dedicó una última mirada fugaz y desapareció de nuevo tan rápido como había aparecido.

Me levanté del suelo, sacudiendo la tierra de mis vaqueros, aún aturdida por aquel extraño encuentro. ¿Quién era ese chico y por qué me había mirado de ese modo? Sacudí aquellos pensamientos de mi cabeza. El deseo de alejarme de aquel lugar antes de que alguien más me viera era más fuerte que cualquier otro instinto. Así que reanudé mi camino hacia casa con pasos rápidos y decididos.

Al llegar, encontré a mi abuela sentada en el porche, sumida en su meditación. Los ojos cerrados, su respiración pausada haciendo que su pecho subiera y bajara en un vaivén calmado. Ver como era capaz de entrar en ese estado de paz y armonía con la naturaleza siempre me había fascinado. Me relajé observándola, permitiéndome unos minutos para no interrumpir su paz.

De pronto, sin abrir los ojos, una sonrisa curvó los labios de mi abuela, y una arruga juguetona se formó alrededor de su mirada.

— ¿Cuánto tiempo vas a estar ahí plantada observándome? — preguntó sin abrir los ojos — Anda, acércate y ayuda a tu abuela a levantarse.

Me acerqué y le extendí una mano para ayudarla. Mi abuela se levantó apoyándose en mí, pero su expresión cambió de repente. Se acercó más a mi torso, olfateando con curiosidad antes de fruncir el ceño.

— ¿Con quién has estado?

La pregunta me tomó por sorpresa.

— Con nadie — respondí sin comprender su reacción — Fui a la tienda de Frank a hacerle un recado a mamá. Katari estaba allí y también Qhari y su hermana...

— Erandi — completó mi abuela.

—Sí, ella.

Pero mi abuela aún parecía insatisfecha, y volvió a olfatear arrugando más la nariz y sacudiendo la cabeza ligeramente.

— No — susurró como si hablara para sí.

Fruncí el ceño. No entendía a qué se refería.

— Me choqué con alguien al salir de la tienda — continué, sin darle ninguna importancia a mis palabras — Pero ni siquiera sé quién era. El muy maleducado ni siquiera se disculpó. Desapareció sin más. Seguramente haya venido para el cónclave.

Mi abuela me miró fijamente, y su rostro se endureció por un momento antes de asentir, dando por concluida la conversación de manera abrupta.

— Ve a llevarle ese paquete a tu madre, anda, que lleva toda la mañana preguntando por él.

Sin más, se giró y desapareció dentro de la casa. Me quedé unos segundos allí plantada, confundida y un poco preocupada por la reacción de mi abuela y por ese breve encuentro que, al parecer, había dejado una marca en mi aroma. Agarré la parte delantera de mi sudadera acercándola a mi nariz y aspiré, pero no percibí más que el familiar olor a suavizante de mi ropa. No tuve tiempo de divagar más en ese pensamiento, pues la voz de mi madre reclamándome que le llevara el paquete apartó de mi mente esos brillantes ojos azules que se habían grabado en mi retina. 

 

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Tayen, la leyenda de las Lunas [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora