Capítulo 8

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Avanzamos en silencio hasta la linde del bosque. Inmensos árboles se alzaban frente a nosotras con sus troncos gruesos como columnas de una catedral natural alzándose hacia el cielo nocturno. El espeso follaje apenas dejaba pasar la luz de la luna. El guardián nos detuvo con un gesto severo, indicándonos que nos colocáramos en fila, una al lado de la otra y comenzó a recitar las reglas de la ceremonia sin ningún tipo de emoción en la voz.

—Debéis volver antes del amanecer. Esa es la única norma. Dejaos llevar por vuestro instinto. Vuestro compañero os encontrará si decide culminar el emparejamiento, si os acepta. No penséis, sentid. Ahora ¡marchaos! y que la gran madre luna os guíe.

Las jóvenes asintieron, respirando hondo, nerviosas, antes de comenzar a adentrarse en el bosque. La mayoría echó a correr, procurando alejarse unas de otras cuanto antes para encontrar su propio camino.

Mis piernas temblaban, pero no podía quedarme allí paralizada, así que las seguí, adentrándome entre el espeso follaje. Traté de pensar con la mente fría e idear un plan que me permitiera salir de allí con vida. Conocía aquel bosque como la palma de mi mano. Sólo tenía que alejarme lo suficiente y ocultarme hasta que la ceremonia concluyese. Después estaría a salvo. Esa era mi única oportunidad de sobrevivir.

Al principio avancé con velocidad, saltando ágilmente entre las gruesas raíces de los árboles y esquivando las ramas bajas, pero pronto el susurro del viento comenzó a llenar mi mente con misteriosas voces que me hablaban con mensajes incomprensibles. Me costaba concentrarme en mi camino intentando descifrar aquellas palabras que parecían girar sin sentido en mi cabeza. Comencé a sentirme mareada, y el cansancio y la ansiedad empezaron a apoderarse de mí impidiendo que pudiera pensar con claridad.

—¿Qué decís? ¿Qué queréis de mí? — pregunté casi gritando, olvidando por completo mi objetivo de permanecer oculta en medio de la confusión.

De pronto, las voces se esfumaron y un profundo y frío silencio se apoderó del entorno a mi alrededor. Me sentí vacía, aterrada. Las sombras y formas del bosque que tanto conocía ahora se tornaban extrañas y amenazantes.

El crujido de una rama detrás de mí hizo que me sobresaltara. Me giré justo a tiempo para encontrarme con la mirada cargada de odio de Katari. Antes de que pudiera reaccionar, sentí el impacto de su bota contra mis costillas, lanzándome al suelo mientras me doblaba de dolor. Otra patada golpeó mi mandíbula, y sentí el sabor metálico de la sangre en mi boca. Me encogí, tratando de proteger mi cabeza mientras las patadas continuaban, cada golpe me robaba un poco más de consciencia. Y pensé que ese era el fin. Dos finas lágrimas recorrieron mis mejillas. No por mí, el dolor había alcanzado tal punto que ya ni lo sentía, sino porque la imagen de mi madre y mi abuela inundó mi pensamiento.

Justo cuando sentí que estaba a punto de perderme en la oscuridad de la inconsciencia, un aullido atronador rompió la noche. Gritos y confusión siguieron, y de repente, todo se detuvo, y el silencio inundó de nuevo el ambiente.

No era capaz de moverme, no me notaba las piernas. Como si mi mente hubiera abandonado mi cuerpo a su suerte. Intenté abrir los ojos hinchados por los golpes y entonces lo vi. Un lobo imponente, de casi un metro y medio de altura, con ojos verdes como esmeraldas y un pelaje negro tan intenso que su silueta se confundía en la oscuridad de la noche. Su mirada curiosa se clavaba en mí mientras examinaba mi figura.

"¿Quién eres?" su voz resonó directamente en mi mente, clara y potente, como si usara las cuerdas vocales para hablar.

La privacidad de mis pensamientos parecía desvanecerse, y me sentí extrañamente expuesta.

Se acercó lentamente, olisqueándome, y comenzó a lamer mis heridas con una suavidad impropia de una bestia así.

"¿Qué eres?" insistió.

"No soy nadie" mis pensamientos fluyeron hacia él con tal facilidad que yo misma me sorprendí.

Ladeó la cabeza, negando con un gesto casi humano.

"Si no fueras nadie preciosa, yo no sentiría esto"

Se acercó un poco más y pude ver sus enormes garras manchadas de sangre. El estómago se me encogió.

"Tranquila, no es mía" su voz sonó una vez más en mi cabeza.

¿Aquel lobo había atacado a Katari para defenderme? Ese pensamiento tampoco quedó en la intimidad de mi mente.

"Me perteneces, y no dejo que nadie toque lo que es mío" dijo con firmeza respondiendo a mi pregunta.

Un nuevo aullido hizo que el lobo de ojos verdes desviara su mirada de mí un segundo. Alguien se acercaba. Sus ojos se clavaron de nuevo en los míos, su mirada intensa y determinante.

"Preciosa, vamos a hacer un trato. Tengo que irme pero volveré a por ti. Intenta no meterte en problemas hasta entonces" dijo antes de desaparecer.

Aquellas palabras quedaron resonando en mi cabeza durante unos segundos hasta que el dolor de mis heridas se hizo más insoportable. Y de pronto todo se volvió negro. 

 

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Tayen, la leyenda de las Lunas [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora