La habitación estaba envuelta en una penumbra tranquila cuando escuché los golpes suaves en la ventana. Al principio, pensé que lo había soñado. Miré el reloj sobre la mesilla de noche: 2:17 de la madrugada. Fruncí el ceño y me arropé más con las sábanas, intentando ignorar el sonido, pero los golpes volvieron, un poco más insistentes esta vez.
— ¿Qué demonios...? — murmuré, incorporándome mientras me pasaba una mano por el cabello despeinado.
Caminé hasta la ventana descalza, arrastrando los pies por el suelo frío. Cuando aparté la cortina, me encontré con la silueta familiar de John. Estaba de pie en el tejadillo fuera de mi ventana, con una sonrisa ladina y su hombro apoyado contra el marco.
— ¿No habíamos quedado en que colarse por la ventana de alguien estaba pasado de moda? — le dije, entrecerrando los ojos mientras abría la ventana.
— Muy graciosa — respondió él, levantando una ceja mientras se metía en mi habitación con una agilidad sorprendente para alguien de su tamaño. Cerró la ventana tras de sí y dejó escapar un suspiro exagerado — Anda, hazme un hueco, que me ha tocado patrullar y tengo la espalda reventada.
Me reí por lo bajo, ya acostumbrada a sus entradas dramáticas. Volví a la cama y me metí bajo las sábanas, mientras él se acomodaba a mi lado sin pedir permiso, como si fuera su propio cuarto. El colchón crujió bajo su peso y tuve que girarme hacia un lado para dejarle espacio.
— Échate para allá — protesté, dándole un empujón ligero con el hombro — ¡Ocupas toda la cama!
— Es que tú tienes una cama ridículamente pequeña. ¿Nunca te lo han dicho? — bromeó, ajustándose hasta encontrar una postura cómoda.
Rodé los ojos, pero no pude evitar sonreír. Era imposible estar molesta con él, incluso cuando aparecía en mi ventana a horas absurdas de la madrugada.
— ¿Cómo lo llevas estos días? — preguntó después de unos segundos de silencio, con la voz más suave.
Suspiré, mirando al techo, aunque sabía que él esperaba una respuesta honesta.
— Deseando que todo acabe. Siento que llevo semanas conteniendo la respiración, esperando que algo explote — hice una pausa y, sin saber muy bien por qué, añadí — Y esos malditos sueños no están ayudando.
John se giró para mirarme, apoyando un brazo detrás de su cabeza.
— ¿Han vuelto las pesadillas?
— ¿Alguna vez se han ido? — susurré, como si decirlo en voz alta pudiera darles más poder — Siempre lo mismo: un bosque oscuro, esos ojos azules y esa voz... esa maldita voz susurrando mi nombre.
Él no respondió de inmediato. Sus ojos buscaron los míos en la penumbra, intentando leer lo que no decía.
— Son solo sueños, bichito. No tienes de qué preocuparte — Su voz era tranquila, como si con solo decirlo pudiera disipar mi miedo.
— ¿Te quedas a dormir? — pregunté, acomodándome un poco más.
— Solo si no vas a roncar — respondió con una sonrisa burlona.
— Eres un idiota — murmuré, empujándolo ligeramente con la mano.
Seguimos hablando un rato más, de tonterías, cotilleos y bromas que nos sacaron algunas risas bajas para no despertar a nadie. Pero el cansancio empezó a arrastrarnos poco a poco. Sentí que mi cuerpo se relajaba contra el colchón y mi mente comenzaba a ceder al sueño.
No supe cuánto tiempo pasó antes de que la pesadilla volviera a golpearme con fuerza. El bosque oscuro apareció de nuevo, las ramas aferrándose a mis tobillos como manos, arrastrándome hacia algo que no podía ver. La voz... esa voz oscura y susurrante, pronunciando mi nombre con un tono que hacía que mi piel se erizara.

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Tayen, la leyenda de las Lunas [Editando]
WerewolfCuenta la leyenda que cada mil años nace una luna tan fuerte y salvaje que ningún alfa puede controlarla. Una auténtica líder que amenaza las costumbres patriarcales que han imperado en nuestros clanes generación tras generación. Una luna destinada...