7. Las hojas secas del árbol...

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Estaban regresando del pueblo en la carreta que el señor Richard había reparado con otros campesinos. Era bastante cómoda sobre todo para las necesidades de la señora Ferlington, habían ido de compras. Penelope habia aprendido a suministrar sus gastos, los de la mansión y había llegado a tener un acuerdo con los doce empleados que sus hectáreas necesitaban. El señor Richard no tenia maldad alguna por el contrario, estaba feliz de poder tener trabajo y de poco en poco las tierras fueron pidiendo más atención que no le negarían así que se vieron en la necesidad de contratar más empleados.

El señor Richard le contó a la joven viuda Ferlington que muchos campesinos de edad mayor y viejos se habían quedado sin empleo o trabajo pues el patrón donde trabajaban los había corrido a todos, no quería trabajar con ancianos incapaces de sacar sus cosechas a tiempo sobretodo para cuando todos los dueños de las tierras se reunían anualmente en juntas de mesa para presumir cuantas toneladas habían producido de legumbres, maiz y todo aquello que entrara en lo que las tierras pudieran sembrar y dar una buena cosecha.

Penelope no pudo evitar molestia por lo que Richard le contó, pero pensando mejor las cosas le agradecía a aquel hombre malo por haber despedido a esa gente, ahora trabajaban para ella y aunque ella sabia que no ganaría ningún premio o titulo por tener una cosecha, sabia que sus empleados tenían conocimiento de como tratar las tierras y eso le bastaba a Penelope, - Solo preocúpese por que los alimentos no nos falten en la mesa señor Richard.

Otro mes se fue, una barriga de seis meses de embarazo cargaba Penelope, los vestidos que madame Genevieve Delacroix le habia hecho llegar le quedaban perfecto.

- Se ve muy bonita mi señora.

- Muchas gracias Sarah, pero eso no quiere decir que hoy no tomarás tus lecciones. Estoy muy segura que ya puedes empezar a leer un libro. - Penelope se acostó muy delicadamente en un sillón de la enorme biblioteca. - Ese libro de pasta verde. - lo señaló - Ese vas a leer en voz alta para mí y el bebé. - Sarah tomo el libro, lo abrió y comenzó la lectura.

- Las hojas verrrdes del arbul, los

- Detente, yo se que lo haces bien. ¿quieres echar a perder ese hermoso libro de poemas? - Sarah se mordió el labio para no mostrar su sonrisa. - Se que lees bien.

- De acuerdo, me atrapaste. Las hojas secas del árbol han caído, el otoño esta cerca, pero tu ausencia sigue presente. Mis ojos aún me engañan, cuando miro a la nada y apareces pisando el pasto a paso firme... - Sarah miro a Penelope. - ¿Se durmio? - Murmuro.

- ¿Por qué no sigues leyendo Sarah? - Pregunto Penelope con los ojos cerrados, Sarah soltó una risita.

- Eres muy buena fingiendo que duermes.

- Estoy durmiendo.

- Eso es imposible.

- Si yo te contará...

- Espero con ansias ese día.

- Son secretos que me llevaré a la tumba, nadie sabe como lo hacía, tu no lo sabrás tampoco.

- Por favor, yo también soy observadora y tengo buen oído.

- ¡Que cotilla!

- Igual que usted mi señora viuda Ferlington. - Penelope abrió la boca en forma de "O".

- ¡No dijiste eso!

- ¡Si lo hice! - y le mostró la lengua.

La compañía de Sarah era divertida, un salvavidas para Penelope, pensó en Eloise y cómo hubiera sido su embarazo entre su familia y la de los Bridgerton, seguro estaría consentida y se sentiría muy querida...

En tu ausencia... Pen, vuelve a mi.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora