27. Las cartas sobre la mesa.

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Penelope por la mañana tenia todo listo para salir a su encuentro con Eloise, era momento de hablar y explicar varios malos entendidos o bueno eso es lo que ella esperaba en ese reencuentro.

- Penelope - La hablo Sarah sacándola de sus pensamientos.

- ¿Qué ocurre?

- Te llego una nota. - Sarah se acerco y se la entrego, la tomo y la leyó. - ¿Es malo?

- No, tengo una reunión en la editorial Lennox, a las diez antes meridiano, iré y luego asistiré a la cita con Eloise.

- ¿Te dará tiempo? Puedes cancelar alguna cita.

- No, así está bien, iré, pide que me preparen el carruaje y por favor sí a Tomas le pasa algo me mandas hablar a mi o a mi madre, vendré enseguida.

- Tomas esta bien la temperatura no regreso puedes ir tranquila.

- ¡Oh! Ni creas que tengo olvidado tu escaso conocimiento de baile. Lo arreglaremos, lo prometo.

- No es necesario.

- Lo es, tienes que saber bailar. - Penelope se despidió y subio al carruaje en la editorial Lennox la esperaban dos caballeros. Después de unos veinte minutos arribo al lugar.

- ¡Señora Ann Ferligton! La estamos esperando. - Adam la recibió con una gran sonrisa en el rostro.

- Señor Adam que alegría poder verlo de nuevo.

- Pasemos a la oficina de mi primo Vicente, quiere platicar con usted del libro. - Adam dirigió a Penelope, llegaron a la oficina y entraron.

El señor Vicente Lennox la miro de pies a cabeza, el estaba perdiendo la consciencia cada que la miraba, el necesitaba probar esos labios, tocar esa piel blanca centímetro a centímetro, ese cabello cobrizo y ese cuerpo. El estaba deseando tener a Penelope en su cama. La señora Ann Lennox no se escuchaba nada mal en su cabeza.

- ¿Vicente? - Pregunto Adam, al notar que no le quitaba la vista de encima a Penelope.

- Señora Ann Ferlington que gusto poder tenerla aquí en mi oficina por fin. - Penelope le sonrió.

- Buenos días, que alegría poder verlo señor Lennox. - Saludo Penelope.

- Vicente, me puede decir Vicente. - Dándole confianza para hablarse lo más cercanamente posible.

- Señor Vicente, es un gusto poder conocer la editorial. Es mejor de lo que imaginé. - Penelope le regalo otra sonrisa.

- Que distraído soy, tomé asiento por favor. - Penelope se sentó frente a el y Adam a lado de ella en la sala con la que contaba la oficina, algo que agradeció internamente. El té humeante se hizo llegar con un par de tazas, Vicente se desplayó hablando de sus logros en el periódico, de como su padre logro tener esa imprenta y como el junto con sus hermanitas heredaron todo, también de como el y Micka tuvieron la idea de abrir la editorial. Penelope escuchaba en silencio la anécdota de aquel caballero que de vez en cuando se perdía mirándola.

Incluso Adam pudo mencionar que tiene ocho libros en el mercado y se encuentra escribiendo uno de poemas. Penelope se ofreció amablemente a leerlo y si lo podía ayudar con correcciones lo haría con gusto.

La puerta de la oficina se abrió y fueron interrumpidos por Micka.

- Buenas días, no sabia que la señora viuda Ferlington nos visitaba. - Adam y Vicente se miraron.

- Ella nos mando una nota informándonos que quería conocer la editorial y decidimos que sea hoy.

- Pero no fui informada. - Micka un tanto irritada.

En tu ausencia... Pen, vuelve a mi.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora