62

70 12 1
                                    

—¿Quién fue el que me trajo a mis aposentos? —pregunté.

—El subjefe de Namgoong —respondió Yayul.

—No pasó nada... ¿verdad?

—No.

Dejé escapar un suspiro y miré mi mano vendada. —Lamento haberte preocupado. Entonces, lo que pasó fue...

Me quedé en silencio, tratando de encontrar la manera de explicarlo, solo para que Yayul me interrumpiera. —Ya escuché todo.

—¿Lo hiciste?

—Sí. De la señorita Seo.

—¿De la señorita Seo? Pero tú... —No le dirás más de tres palabras... Negué con la cabeza y continué—: No, no importa. Si estuviste a mi lado toda la noche, debes estar cansado. Vea descansar un poco.

—No estoy cansado.

—Por favor, dijiste que te quedaste despierto a mi lado toda la noche. Necesitas ir a descansar.

Bajó la mirada por un momento antes de asentir. —Entonces, me iré cuando vuelva la criada.

—Bueno.

Justo cuando la palabra salió de mi boca, ella regresó, demasiado pronto para alguien que supuestamente había ido a ver al médico de la enfermería. Tenía una mirada ligeramente preocupada en su rostro.

—¿Qué pasa? —le pregunté.

—Es que... bueno... el joven maestro Namgoong Ryuchung está aquí para verla, señorita.

Parpadeé un par de veces ante su respuesta inesperada. —El joven maestro Namgoong... ¿está aquí?

—Sí.

—¿Para qué?

—No me lo dijeron.

—Ya veo. —Miré a Yayul—. Dile que entre por ahora. Yayul, ve a descansar un poco.

La criada se fue a entregar mi mensaje, pero Yayul se negó a moverse a pesar de mi insistencia.

—Yayul, ¿qué estás haciendo? Date prisa y vete.

Al final, Namgoong Ryuchung entró en mi habitación mientras Yayul se demoraba. Mientras pasaba por las persianas de la puerta que el sirviente le había quitado, vio a Yayul y se detuvo. Ninguno de los dos dijo una palabra, solo se miraron ferozmente. ¡No hagan esto en mi habitación! Golpeé mi cama con la mano y dije: —¿No tenías asuntos que tratar conmigo?

Namgoong Ryuchung fue el primero en soltar un ¡hmph! por la nariz mientras se giraba hacia mí. Le hice señas a Yayul con la mirada para que se apresurara y se fuera. Se mordió el labio antes de irse de mala gana.

Finalmente dejé escapar un suspiro de alivio. Por alguna razón, seguían viéndose cara a cara. Quería asegurarme de que se vieran lo menos posible, ya que eran enemigos y rivales en nuestras vidas pasadas, pero supuse que no podía evitarlo ya que vivíamos bajo el mismo techo.

La criada trajo pronto el té. Cuando intentó servirnos, Namgoong Ryuchung levantó el brazo y la detuvo. —Lo haré yo, así que puedes irte.

—Sí, joven maestro.

Namgoong Ryuchung sirvió el té y colocó la taza frente a mí sin perder el tiempo, con una postura impecablemente erguida. Lo miré con admiración, pero no pude evitar fruncir el ceño al ver el ligero matiz azul en su pómulo que sugería un hematoma.

—¿Qué te paso en la cara? —pregunté.

Namgoong Ryuchung se detuvo por un momento y luego dijo con firmeza: —No es asunto tuyo.

YeonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora