107

24 6 0
                                    

Levanté las cejas. —¿Usaste artes marciales solo para verme los ojos?

Sus dedos temblaban mientras retiraba el abanico. Era evidente que sentía dolor: la circulación del qi era necesaria para ensanchar los meridianos estrechos, pero forzar el qi a pasar por canales constreñidos era un proceso agonizante.

Jaegal Hwamu se cubrió la boca con su abanico y sus ojos se curvaron en una sonrisa. ¿Qué clase de niño de once años actúa así?

—Está bien, dijo—. Ya me he acostumbrado.

Me burlé. —¿Cómo puedes acostumbrarte al dolor? Simplemente te resignas a él.

Hizo una pausa y parpadeó. —Suena como si supieras cómo es eso.

Tomé mi taza de té sin responderle. El té tenía una fragancia deliciosa. El alojamiento elegido por un servicio de seguridad en una expedición no sería precisamente de primera categoría, lo que significa que no era probable que esta posada ofreciera hojas de té de tan alta calidad. Debían provenir del escondite personal del jefe del clan Jaegal.

—Está bien—, continuó Jaegal Hwamu—. Hoy estoy realmente en buenas condiciones.

El gato blanco saltó de nuevo sobre la mesa y empezó a golpear juguetonamente la venda que tenía en la boca.

Lo miré y pregunté: —Ese gato estaba en el Templo Cheonam, ¿no?

—Así es —extendió la mano y le dio una palmadita en la cabeza, luego dijo con un suspiro de frustración—: En realidad, planeé encontrarme contigo en ese entonces. No esperaba que Namgoong Ryuchung interfiriera.

—¿Qué quieres decir con que Ryuchung interfirió?

—Te agarró y salió corriendo de repente.

¿De qué estaba hablando? ¿Cuándo sucedió eso? ¿No fui yo quien lo agarró y salió corriendo? Pensé en cómo había arrastrado a Namgoong Ryuchung lejos del viejo monje, y luego recordé algo más.

—No te referirás a... sus alergias?

En ese entonces, Namgoong Ryuchung prácticamente había salido corriendo del bosque de duraznos para escapar del gato, y yo lo seguí.

—¿Alergias? —Jaegal Hwamu inclinó la cabeza, confundido.

—Mm... Significa tener una reacción negativa al pelo de gato, toser o tener un sarpullido cada vez que hay un gato cerca.

Jaegal Hwamu se rió levemente.

—Cabello, dices. Jaja, eso es bastante cercano a la verdad.

—¿Qué quieres decir con eso...?

Jaegal Hwamu acarició al gato otra vez.

—Namgoong Ryuchung sintió un hechizo en este gato.

—¿Un... hechizo?

—Si, un hechizo. Sintió una repulsión instintiva por el hechizo que le lancé al gato y reaccionó en consecuencia. Esos Namgoong. Qué snobs.

¿Entonces este gato tenía un hechizo? Pero mis ojos dorados no detectaron nada...

—Pareces bastante sorprendida. —Jaegal Hwamu me apuntó con su abanico directamente a los ojos—. ¿Crees que esos ojos dorados pueden descubrir todos los secretos del mundo?

—Ni siquiera sabes de dónde salieron esos ojos en primer lugar —terminó, mientras sus ojos azul grisáceo me miraban expectantes.

Reuní mis pensamientos con el ceño ligeramente fruncido. —Entonces, lo que está diciendo, Lord Jaegal, es que deseaba conocerme porque ya sabía sobre mis ojos dorados, y se desmayó en medio del camino para confirmar mi habilidad por sí mismo.

YeonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora