Ojos grises

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Varvara Chein

Los golpes de la puerta me despiertan de un solo golpe la voz de Zacarías y Catrina se escucha en el fondo, Gedeon está tendido sobre mi cuerpo e intento despertarlo pero parece una pereza y no quiere abandonarme.

—Denme unos minutos ya salgo —grito mientras espero la respuesta del otro lado.

—Nos están esperando vamos tarde.

—Ya salgo —aseguro mientras intento despertar a Gedeon, le termino golpeando hasta que sus ojos se abren y una sonrisa estúpida se dibuja en su rostro.

—¿Me acabas de golpear?

—Bueno no me dejaste opción, vamos suéltame que tengo que cambiarme velozmente, tu hermano y Catrina me esperan para ir a ver a Silas.

El rostro de Gedeon no disimula su molestia, sus ojos oscuros se vuelven aún más carbonizados. Aparta su cuerpo del mío y me sede el espacio para que yo pueda ir al baño.Lo primero que hago es lavar mi rostro y dientes, cuando estoy apunto de buscar mi ropa, veo una mancha en mi blumas.

—Gedeon —grito asustada, mis ojos se abren ante la sangre, mi periodo no viene si no dentro de quince días.

Enseguida Gedo llega a dónde estoy, sus ojos me estudian con angustia.

—¿Que pasa?

—Estoy sangrando —digo sintiendo el terror y si esto es algo malo.

Gedo se acerca a mi y besa mi mejilla.

—Es normal es por lo de anoche, solo ocurrira esa vez nada más.

La vergüenza corre por todo mi rostro y mis mejillas se encienden de un rojo intenso. Solo asiento evitando mirarle a los ojos, siento que la vergüenza me arropó. Sus dedos cálidos levantan mi mentón.

—No te avergüences conmigo printssesa, entre nosotros no puede existir eso —me da un beso en los labios delicioso haciendo que todo lo demás se borre en mi cabeza, hasta que los golpes se vuelven a escuchar.

Tardo menos de dos minutos en lavarme y cambiarme, Gedeon apenas se cepillo y tomo su cachequeta roja cereza, algún día averiguaré su obsesión con las chaquetas de cuero en diferentes colores.

Al salir de la habitación siento como si tuviese un letrero enorme que dijese que lo hicimos,uno grande de esos que alumbran a kilómetros.

Catrina me agarra del brazo y comienza a explicarme todo lo que haremos lo que básicamente consiste en meternos en un problema sin saber cómo salir, Williams nos llevará a conocer a Silas que para nuestra suerte está en Kansas.

Al llegar al aeropuerto un Williams bastante sonriente está esperándonos con ropa casual y unos lentes polarizados.

—Preciosas ya era hora, estamos a diez minutos de salir —su voz suena afectada por el alcohol que seguro le terminaron de dar Catrina y su amiga.

Antes de que Gedeon se altera le sostuve la mano, Williams le dió un saludo de cabeza que Gedeon ni se molestó en responder. Al subir al avión Gedeon y yo nos sentamos juntos.

—Tengo un mal presentimiento con esto —Gedeon tomo mi mano sus dedos acariciando mi pequeña mano.

—Todo va a estar bien Gedo, pronto sacaremos a Kanat y a Dominic y todo volverá a la normalidad.

—Eso espero —deposito un beso en mis dedos—. ¿Cómo te sientes?

—Me duele un poco pero estoy bien —susurre cerca de el—.

Sus ojos se oscurecieron con molestia.

—Lo siento debí ser más delicado —sus dedos entrelazados con los míos.

—Yo no lo siento —digo mientras le miró directamente a sus ojos, esos ojos oscuros que tanto he amado desde pequeña, hoy los veo con total pasión y devoción, siempre seré de Gedeon Korrat, eso jamás cambiará.

Al llegar a Kansas quedamos en que Gedeon y Zacarías esperarían cerca del lugar, solo Catrina y yo entraríamos hablar con Silas. El conjunto que elegí ya no me parece tan hermoso, y el maquillaje que acabo de echarme no es mi mejor maquillaje, un remolino de emociones se disparan en mi interior cuando estamos a solo metros de la mansión de Silas, no se absolutamente nada sobre el salvó que su nombre y que es el único que podría ayudarme a limpiar el expediente de Kanat y Dominic.

Al bajar del auto Catrina me mira de arriba abajo, sus ojos me estudian con diversión y empiezo a sospechar, que si existe un letrero que pueden detectar las personas. Pero ella decidí empezar a entrar a la mansión, mis pies comienzan a moverse mientras Williams nos guía pero mi mente queda paralizada al ver lo imponente del lugar.

Cuando la puerta se abre, un hombre anciano nos recibe sin ningún rastro de simpatía, al entrar al lugar el color blanco hueso predomina, las ventanas altas y amplias, las lámparas que cuelgan y una escalera preciosa con mármol. Pero todo eso queda eclipsado cuando mis ojos se fijan en el hombre que viene bajando de esta, su altura es imponente, la forma en que camina demuestra que está acostumbrado a dar órdenes no a recibirlas.

Cuando llega hasta donde estamos lo primero que veo son sus cabellos azabaches en mechones que apenas le llegan por la barbilla, sus ojos grises parecen carbones empezando arder, sus mejillas delgadas y sus labios finos, quedan completamente eclipsados cuando su cuerpo se pega al mío en un saludo, el olor invade mis fosas nasales haciendo que no quiera que se aleje, respiro profundo deleitandome ante su olor.

—Silas Ferrer —su cuerpo hace que el mío se vea aún más pequeño, debe medir casi dos metros, intento buscar mi voz pero no la consigo.

Catrina me da un golpe en la espalda y es cuando mi voz apenas es audible.

—Varvara, yo soy Varvara Chein —el me da una sonrisa letal, de esas que hablan sin hablar.

—Hermoso nombre señorita Chein —su voz es ronca y profunda, hace que todos los bellos de mi piel se levanten.

—Gracias —le regalo una sonrisa que me termina saliendo nerviosa.

—Vamos  pasen a mi despacho y hablemos.

Si, a eso fue lo que vinimos Varvara Chein deja de mirarle la espalda y el trasero, tu tienes novio y de hecho acabas de hacer eso que te deja con un letrero en menos de un día con el, deberías estar pensando en el. Debería.

Peligrosa Audacia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora