Rompiendo

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Nikita

Pase toda la noche en vela, nunca había sentido la necesidad de Zacarías como está noche, ese espacio vacío en la cama me torturó en pedazos continuos, no sabía que tan acostumbrada estaba a el, hasta hoy, y duele duele amar tanto a alguien y que de repente todo se desmorone y solo te queden los pedazos y que tú te quieras aferrar a ellos es peor.

Cuando la alarma sonó ya hacía una hora que yo estaba de pie, me puse un pantalón ancho y una franela, baje a la cocina porque el hambre me esta empezando hacer estragos. Pensé que Zacarías estaría durmiendo o que se hubiera ido hacer algún trabajo Pero para mí sorpresa se encontraba en la cocina, un tazón grande de café recién hecho y esos ojos grises me recibieron, el olor a café me hizo retroceder.

No fui consiente cuando estaba corriendo hacia el baño más cercano hasta que entre a este, el vómito se vino y sentí ahogarme con el, lamente haber comido pasta ayer, sus manos tomaron mi cabello nisiquiera me doble para verle, lo reconocería hasta con mis ojos vendados. No dijo ninguna palabra solo se quedó allí aguantando mi cabello y poniendo su mano en mi frente.

Cuando termine de vomitar empecé a lavarme la cara, el se quedó detrás de mi observandome y estuve apunto de girarme pero antes de que lo hiciera salió del baño, cuando volví a la cocina estaba nuevamente sentado.

Busque agua aún tapando mi nariz, eso hizo que Zacarías se levantara hacia mi, siempre me gustó que fuera tan alto y que yo quedara pequeña delante de él, Pero hoy me dió un poco de miedo, y el pareció darse cuenta.

—No voy a lastimarte Nika —sus palabras fueron suaves como si le hablase a un animal herido.

—Lo siento el café me está matando —sus ojos fueron directo a la tasa que aún humeaba y luego a mi.

Tardo unos segundos en comprender y sin más tomo la tasa y la vacío en el fregadero.

—Desayuna Nikita y luego iremos al doctor.

Sin más salió de allí.

Termine solo comiéndome una galleta y jugo de naranja, salí a buscar a Zacarías para ir al doctor, aún con mis manos temblando de nervios, lo encontré en el salón con Gedeon sentado en un sofá me pico el ojo y me tiró un beso, cosa que ha hecho por diez años, yo solo le saque el dedo medio disimuladamente y esto basto para hacer feliz a Gedo, incluso no pude evitar sonreír un poco, pero al ver a Zacarías toda la sonrisa se transformó en ira.

Al subir al auto, empecé a sentirme mucho peor que cuando vomité, trate de respirar pero comencé a sentir que el aire en el coche estaba desapareciendo.

—Zacarias no me estoy sintiendo bien —susurre mientras buscaba aire.

—¿Que te sientes?

—No estoy respirando bien, creo que voy a desmayarme, Zacarías —su mano tomo la mía, unas ganas inmensas de llorar me arroparon.

—Respira, estoy aquí —su voz fue suave como si tratara de hacer una tregua—. Vamos, respira suavemente, eso es respira.

Comencé a calmarme con su voz y pensé que esto es peor de lo que yo creía, puesto que nadie puede estar tan adicto a alguien, algunas personas creen que ser adicto a algo es malo pero ser adicta a Zacarías Korrat es una peligrosa decisión.

Cuando bajamos en la clínica soltó mi mano, decidí ir delante, cuando la recepcionista me recibió empezó el verdadero huracán interno, yo tampoco me siento preparada para ser mamá, pero supongo que nadie lo está.

—Pasen por aquí, el doctor Castillo los espera —la recepcionista le dió un par de ojeadas a Zacarías antes de correr por el pasillo.

—Pasen adelante, señora Korrat bienvenida la doctora Isabel no pudo recibirla porque se encuentra en un posgrado en Brasil.

—Si ya ella me lo había notificado.

El doctor Lee mi historial clínico.

—Cuentame por qué viene a consulta.

—Creo que estoy embarazada.

—Vamos a revisarla y veremos, cambiese y póngase esta bata —me entrega una bata azul que nunca entendí porque las diseñaron tan extremadamente incómodas.

Me meto en la habitación de cambio y me pongo la bata, cuando salgo los ojos de Zacarías me recorren completamente, una parte de mi quisiera estrellarle un puño en su rostro.

—Suba aquí —pide el doctor—. Vamos hacerle un eco transvaginal allí vamos a ver qué es lo que está pasando.

Zacarías me mira con pánico, el doctor saca el aparato, le coloca un aguante o algo de latex y luego un gel.

—Relajate puede que te duele un poco pero luego pasará —dice técnicamente el doctor mientras mueve el aparato en mi vagina, luego sin previo aviso lo va introduciendo una sensación de abuso se instala por unos segundos en mi—. Veamos.

—¿Que pasa?

—El dispositivo se salió del cuello uterino y está alojado en uno de los lados —sigue revisando con una calma espantosa—. No embarazada no estás, a menos que tengas unos días.

—Pero hoy tuve náuseas en la mañana.

—Puede ser el estrés o alguna emoción fuerte, Pero aquí no hay saco ni bebé, vamos a hacerte una prueba de embarazo en sangre para confirmar cualquier duda, el dispositivo voy a extraerlo ahora.

Se levanta de la silla y busca algo como un aparto.

—Esto es para abrir , para poder llegar a los hilos del dispositivo y extraerlo, puede que duele un poco solo cuando lo extraiga.

Empezó a ponerme el aparato y al cabo de unos cinco minutos ya tenía el dispositivo fuera de mi cuerpo, Zacarías me miraba con evidente alivio en su rostro pero una tristeza profundo me embargo, no puede ser , yo pensé que estaba embarazada. Luego de cambiarme nos sentamos a esperar la prueba en sangre.

Cuando llegaron los resultados fui yo quien los abrió y no, no estoy embarazada.

Le entregué el papel a Zacarías y salí de la clínica, al subir al auto, Robert me miró con confusión, cuando entro Zacarías sentí un deseo de golpearle Pero decidí mirar por la ventanilla sin decir ni una palabra.

—Nikita

Es todo lo que necesite para explorar.

—Debes estar muy feliz —mi voz se elevó sin importar a qué Robert estuviera alli—. Ya puedes dormir en paz, puedes seguir con tu vida, no serás padre y es lo mejor.

—Nikita ...

—No quiero escucharte Zacarías, te lo dije ayer sea lo que sea que era esto, ya no quiero seguir, no voy a someterme a tus reglas estúpidas , no voy a dejar de ser mamá solo porque tú no tienes los pantalones para serlo, voy a buscar a alguien que me ayude a cumplir ese sueño.

Sus ojos grises se volvieron fuego, me miró con toda la furia que pudo mirarme.

—Ya incluso tengo vacantes Leonel Rizzo podría ser una excelente opción —mis palabras salieron con ira, con ganas de provocarle , algunas veces me había selado de Leonel quizás por eso lo mencioné. Se acercó a mi lo suficiente para que su boca rozara mi oído.

—No, no lo harías con el , sabes cómo lo se preciosa porque cada vez que mires esos ojos grises te recordarán a los míos, cada vez que intentes olvidarme te recordarán a mi—su boca rozo mi oído un leve beso.

—No vuelvas a acercarte a mi así, tu y yo apartir de este momento no somos nada, tu no eres más mi esposo.

Peligrosa Audacia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora