El desamor

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Silas Ferrer

El dolor en mi abdomen me hace quejarme, mis ojos se sienten pesados, cuando logro abrirlos, una enfermera está allí, busco a Varvyra en la habitación, pero no está, hay una sensación de tristeza profunda en mi, pero va me cuando el dolor me golpea.

Respiro con dificultad.

—¿Cómo te sientes?

—Tengo mucho dolor —digo mientras vuelvo a cerrar mis ojos.

—Voy a ponerte Ketalar después que termine de pasar el antibiótico, luego vamos a limpiar la zona de la herida —me informa la castaña mientras la veo preparar en una inyectadora lo que supongo es el antibiótico, una angustia crece en mi, no confío en ninguna persona aquí y la única persona que me importa de ellos nisiquiera está aquí.

Vuelvo a cerrar los ojos, mierda he pasado días pensando como sacar a sus hermanos, la única idea que se me ocurrió fue lanzar todas las acusaciones a alguien más, encochinar a alguien, la otra idea es secuestrar a la juez, no lo sé, no quedan muchas opciones, encochinar tardaria algo de tiempo y limpiar el expediente también.

Respiro un poco y el dolor me golpea. Alguien toca la puerta y la enfermera pide que pasa. Al entrar veo a Varvyra, se acerca a mi con cautela como si estuviera apunto de morderle.

—¿Cómo te sientes?

—Estoy bien —aseguro mientras por fin la enfermera termina de poner el antibiótico.

—¿Cómo lo ve?

La enfermera gira su rostro hacia Varvyra.

—Esta mejor de lo que podríamos esperar, solo queda esperar que la herida empiece a sanar, cuidarle mucho de una infección.

—Perfecto—asegura Varvyra antes de jalar un banco y sentarse cerca de mi, su mano roza la mía y yo la aparto.

Ella no dice nada, ni intenta tocarme de nuevo.

—Este analgésico probablemente te de sueño —asegura la castaña.

Yo solo asiento mientras vuelvo a cerrar los ojos, siento como la enfermera va saliendo y mantengo los ojos cerrados, la mano de Varvyra roza mi mejilla y eso hace abrir mis ojos que se quedan inundados de la belleza de los suyos.

—Lamento que te hicieran , de verdad lo lamento —sus ojos se llenan de lágrimas que no derrama—. Lamento haber aparecido en tu vida.

Un sollozo se le escapa.

—No quiero hacerte daño Silas , yo ...

No la detengo, fijo en mis ojos en su precioso rostro como si de esa forma pudiera guardarlo para siempre en mi memoria, espero que ella diga lo que ya se que van a soltar sus preciosos labios.

—Me atraes físicamente, eres malditamente precioso —no puedo evitar levantar la comisura de mi labio—. Realmente lo eres, pero no te amo Silas , no puedo amarte y si estuviéramos juntos sería algo meramente vano, físico, no me entregaría a ti en cuerpo y alma.

—¿Estás terminando conmigo? —suelto suavemente cada palabra me cuesta lanzarla.

—Nunca hemos empezado Silas, tu me obligaste a iniciar algo que yo no quería, y yo he estado muy desesperada por conseguir la libertad de mis hermanos que termine en esa posición.

Asiento, porque se que es la verdad ella solo acepto toda esta mierda porque no ve otra luz en la oscuridad. Y aunque me gusta como nunca me ha gustado una mujer, odio ver como ella se cae ante el perro ese. Y ahora que se ha convertido en su héroe como compito con eso.

—Puedes irte Varvyra —susurro porque el hablar me cuesta—. Cuando me recupere de esto, te mostraré todo lo que he planeado para sacar a tus hermanos...

Tomo aire, porque el aire se va de mis pulmones por el esfuerzo.

—No voy a obligarte a seguir con esto —y es que no tiene sentido obligarla, ya demostró que yo jamás estaré en su primer lugar, yo estoy aquí herido y si realmente yo le importase un poco, si tan solo le importase un poquito, ella no me hubiera dejado solo con una enfermera que desconozco, y si hubiera muerto ¿Quien cuidaría de Tata? Respiro profundo.

—Silas yo lo siento, yo...

Le hago señas para que haga silencio, no quiero su lastima, no quiero su obligación, cuando empecé esto es porque creí que ella estaba confundida, creí que ella no entendía que el solo era su primer amor, pero eso no significa que sea el amor de su vida.

Ella se queda en silencio, agacha la mirada, y recuesta su rostro en mis manos, un pequeño beso deposita en mi mano antes de levantar el rostro y mirarme con toda la emoción que nunca me había mirado.

—Si te hubiera conocido antes seguro serías el amor de mi vida —no puedo evitar darle una sonrisa ladeada.

—Soy el amor de tu vida Tigresita, solo que no estás lista para mí —le guiño, eso hace que sus mejillas traslúcidas se llenen de color, ella me suelta como si un corriente le hubiera tocado y comienza a salir de la habitación—.

Le llamo por su nombre, ella se detiene y queda de espaldas sin mirarme.

—Tigresita las tigresas no huyen.

No voltea a verme, y sale de la habitación, un dolor punzante se cuela  en mi corazón, no se porque me siento así, como si este fuera nuestro final, como si no fuera a levantarme de aqui, la vulnerabilidad que siento me hace botar un par de lágrimas, nunca he sido un hombre de llorar, la unica vez que llore, fue cuando perdí a mi hermana. Y cuando me doy cuenta estoy llorando por cosas que habia olvidado, una vez más me siento abandonado, siempre fue así, Silas tienes que aceptarlo, no creo que le importes mucho a nadie, quizás a la vieja Tata, porque es la vieja Tata y te vio crecer, Pero al resto, podrías morir aquí, podría la muerte reclamarte y nadie hiria tras ella, nadie la golpearía por llevarme, nadie lanzaria alguna maldición sobre ella, porque a nadie le importas, no eres tan importante como una vez creíste que eras.

Peligrosa Audacia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora