Zacarías Korrat
Nunca he Sido un hombre que corre o escapa ante un enemigo o dificultad, pero eso es lo que hago correr, llevo treinta y dos kilómetros apenas puedo dar un paso más, pero aún así siento que no me puedo detener.
Cuando me case con Nikita los primeros meses fueron un caos entre ella y yo, ella llegó a mi vida con un montón de dolor, dolor por un amor que no la valoro, un amor que me la entrego en bandeja de plata sin ninguna compasión. La primera semana la paso encerrada en su habitación, apenas comía y adelgazo mucho. Cansado de la situación entre a esa habitación.
—¡No puedes seguir con esa huelga de hambre! —reprendo tomando su mano con fuerza, pero al tenerla unida en la mía algo en mi se sensibilizó—. Vamos Nikita, tenemos que tratar de llevarnos bien o por lo menos llegar a un acuerdo sano.
—¿Ahora quieres acordar?
—Si, porque ahora eres mi esposa y mi responsabilidad, no quiero una esposa muerta, soy demasiado joven para ser viudo.
Apenas hubo una leve sonrisa ocultada en su esfuerzo por parecer firme.
—Zacarias yo no creo que esto funcione yo —escucharla decir mi nombre por primera vez es placentero.
—¿Quieres venir a cenar conmigo?
Sus ojos café brillaron un segundo pero luego la tristeza los apagó.
—No traje ropas elegantes yo... —su voz se quiebra un poco.
—Cenaremos hoy aquí y mañana podrás renovar tu closet, te espero abajo.
Al cabo de unos diez minutos bajo con unos jeans rotos, una camisa color morada que tiene una campanita y unos corazones horribles.
—¿Te gusta Piter pan ? —mi voz sonó fuerte y ella se freno en seco—. Lo siento suelo hablar muy fuerte.
Siguió caminando y tomo asiento, sus manos son finas y delicadas una sonrisa se dibuja en mi rostro imaginando las cosas que ella podra hacerme con estas.
—¿Me gusta mucho Piter Pan ,y a usted?
—Cuando pequeño llegue a verla pero no es como que fuera mi favorita, me gustaba más el Rey león.
Una sonrisa genuina sale de sus labios.
—Una de mis preferidas —susurra mientras comienza observar los cubiertos con nerviosismo.
—Nikita te pedí que cenaremos porque tengo ciertas reglas que quiero que tú y yo discutamos.
—¿Reglas?
—Si, que cosas estarán permitidas entre nosotros y que cosas no.
—¿Cómo cuáles?
—Lo que está de primero en la lista es que no deseo ser padre nunca —sus ojos se abren, Pero lo disimula —. Así que tienes que ponerte en control con una ginecóloga para que no exista tal riesgo.
—Yo tampoco quiero tener hijos —miente —. Pero creo que nos llevará tiempo Zacarías llegar a la intimidad.
—Desde luego Nikita no pienso forzarte, pero en algún momento este matrimonio tiene que ser real, segunda regla cero infidelidad.
—Eso aplica también para ti —tomo un trago de jugo—. Si tú rompes el acuerdo yo también.
Una amenaza , le gusta la exclusividad.
—¿Parejas íntimas? —pregunte mientras empezaban a servir la comida, ella se limito hacer silencio hasta que salieron las mujeres se servicio.
—No soy virgen, pero mi primera vez fue un desastre y no hubo otra más —sus ojos se llenaron de lágrimas.
—¿Quien es la persona la conozco?
—No creo que sea importante.
—Quiero saberlo Nikita.
—Kanat Chein —su voz se rompió—. Lo siento, yo no debí , discúlpame.
—Sientate —mi voz fue una orden, ella se quedó en mitad de la silla y de correr—. He dicho que te sientes.
Ella se sento de nuevo, y empezó a limpiar sus lágrimas, una ira inmensa comenzó a crecer en mi, como ese imbécil pudo hacerle algo así, no solo robarle algo preciado para ella, si no regalarmela solo por salvar a su hermana. Ruedo mi silla pegándola junto a la de ella, no soy un hombre que suele ser amable pero ella me mueve a lo más dulce que puedo ser, mis manos viajan a sus mejillas y limpio sus lágrimas.
—Fue mi culpa Zacarías, yo pensé que si yo me entregaba a el, el me iba amar y yo —su voz perdió la fuerza—. Entonces el se detuvo como si yo fuera un error, como si yo no fuera lo suficientemente bonita, lo suficientemente sexy..
—Niki no fue tu culpa —si pudiera matar a Kanat lo mataría justo ahora—. Deja de llorar por favor.
Suplique porque no soy bueno con las personas llorando, generalmente las personas que lloran frente a mi son pidiendo una piedad que no merecen.
—¿No te molesta, no te da celos?
Una sonrisa salió de mis labios una real.
—Si tu primera vez solo te ha hecho llorar —aprete su mejilla en un gesto cariñoso—. Está muy lejos de ser una primera vez real.
Veo sus labios y una necesidad de besarlos me recorre, acerco mi rostro al suyo esperando que ella se retire pero se queda allí esperando no por las mismas razones que yo, ella espera mi beso para olvidar, y yo quiero sus besos porque me gusta mucho su boca, me gusta mucho ella. Sin embargo aunque las razones no son siempre las correctas, uno no se fija mucho de ello.
Mis labios rozan los suyos, son dulces y suaves, su boca me abre paso, y la beso, tan suave como nunca he besado a nadie, con la delicadeza de nuestro primer beso , un beso que se siente en todo mi cuerpo, un beso que me pide que sea mucho más que un beso, sus manos rozan mi pecho pero aún no me empuja así que decido explorar un poco más, esos labios carnosos,que serán siempre míos y nunca más de nadie más, alguna vez escuché que lo importante no es ser el primero, si no el último, y me parecía la mayor estupidez escrita pero hoy lo se con certeza yo seré el último y ella será mi última.
Los recuerdos se desvanecen de mi mente y una opresión golpea mi pecho, me siento en una roca del parque ¡Nikita porque me jugaste sucio! Teníamos un trato y estábamos bien, porque tuviste que quitarte la protección y jugarme ese juego sucio.

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Peligrosa Audacia
Novela JuvenilVarrvyra Chein ha pasado años amando cada parte de Gedeon Korrat, cada minúsculo gesto. Hasta que de repente el empieza alejarse de ella, tanto que incluso su mera presencia lo hace salir huyendo. Algunos corazones son fuertes y duros, otros son bla...