1. Seis

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La mansión estaba en silencio, apenas rota por el suave murmullo del viento que rozaba las ventanas. Afuera, las sombras de la noche se cernían sobre los jardines, ocultando los rincones donde la oscuridad parecía más densa y amenazante. Pero dentro de la mansión, el ambiente era sofocante, cargado de una tensión que no había abandonado el hogar desde el ataque.

Después de la aterradora experiencia del día anterior, Yoongi no había logrado encontrar paz. El ataque había dejado una marca profunda en su mente, un miedo que no desaparecía a pesar de las garantías de seguridad que Jimin y su equipo le habían dado. Incluso cuando Jimin lo había abrazado con fuerza, asegurándole que nada malo les pasaría a él o al bebé, Yoongi no podía sacudirse la sensación de vulnerabilidad que lo había asaltado.

Ahora, en la quietud de la noche, esa sensación se había convertido en algo más: una constante inquietud que no lo dejaba dormir.

Yoongi yacía en la cama junto a Jimin, sus ojos abiertos mirando al techo, su mente girando en un torbellino de pensamientos oscuros. Cada vez que cerraba los ojos, las imágenes del intruso aparecían, reviviendo el momento en que aquel hombre había irrumpido en su santuario. El sonido de los disparos, el frío en la mirada del intruso, la sensación de estar atrapado, todo se repetía una y otra vez, como un ciclo interminable de pesadillas que no se desvanecían con el amanecer.

Jimin, profundamente dormido, no se había percatado del desvelo de Yoongi. Había sido un día largo y estresante para él también, y el agotamiento finalmente lo había vencido. Sin embargo, Yoongi sabía que si despertaba a Jimin ahora, lo preocuparía aún más, y no quería añadir más peso a la carga de su esposo. Pero cada vez que intentaba cerrar los ojos para descansar, las sombras de sus miedos se hacían más grandes, más oscuras, y el sueño se convertía en un enemigo en lugar de un alivio.

Finalmente, en algún momento de la noche, el agotamiento mental y físico lo venció, y Yoongi se dejó llevar por un sueño inquieto. Pero no era un sueño reparador; en lugar de eso, fue absorbido por una pesadilla que lo sumergió en el mismo terror que había vivido durante el día.

En su sueño, Yoongi estaba de pie en medio del gran salón de la mansión, solo, con las luces apagadas y el ambiente pesadamente silencioso. El aire estaba denso, y cada paso que daba resonaba en sus oídos como un trueno. De repente, la puerta del salón se abrió de golpe, y el intruso apareció de nuevo, pero esta vez, no estaba solo. Una figura oscura, difusa, se mantenía a su lado, sus ojos brillando en la penumbra con una amenaza silenciosa.

Yoongi intentó moverse, pero sus pies no respondían. Estaba congelado en el lugar, incapaz de defenderse mientras el intruso y su siniestra compañía se acercaban lentamente, su presencia cada vez más opresiva. Un grito silencioso se formó en su garganta, pero no salió ningún sonido. Estaba atrapado, indefenso, y lo único que podía pensar era en proteger a su bebé, pero no había nada que pudiera hacer.

Cuando los intrusos estuvieron lo suficientemente cerca, uno de ellos levantó la mano, mostrando un arma que apuntaba directamente al vientre de Yoongi. Todo su cuerpo temblaba de miedo, sus ojos se llenaron de lágrimas, y en ese momento, justo antes de que el disparo resonara en sus oídos, se despertó con un jadeo ahogado.

—¡No! —gritó Yoongi, sentándose de golpe en la cama, su cuerpo cubierto de sudor frío, su respiración rápida y descontrolada.

El sonido del grito despertó a Jimin de inmediato. Abrió los ojos con rapidez, alarmado por la reacción de Yoongi. En cuestión de segundos, estaba a su lado, sus manos buscando las de Yoongi, su voz llena de preocupación.

—¡Yoongi! —exclamó Jimin, tratando de calmarlo—. Estoy aquí, estás a salvo mi amor. Fue solo una pesadilla.

Yoongi se agarró a las manos de Jimin como si fueran su único ancla en la tormenta que azotaba su mente. Su respiración seguía agitada, y el pánico que sentía no se desvanecía, incluso después de darse cuenta de que estaba en la cama, seguro, con Jimin a su lado.

—No... no podía moverme... —murmuró Yoongi, su voz temblorosa mientras intentaba explicarse—. Estaban aquí, Jimin. Estaban aquí, y no podía hacer nada. No podía proteger a nuestro bebé...

Jimin sintió que el corazón se le rompía al escuchar el dolor y el miedo en la voz de Yoongi. Lo rodeó con sus brazos, acercándolo a su pecho, deseando poder absorber todo su miedo, toda su angustia, y reemplazarlos con seguridad y amor.

—Fue solo un mal sueño, mi amor —le susurró Jimin, acariciando suavemente el cabello de Yoongi—. Nadie va a lastimarte. No dejaré que eso suceda, te lo prometo. Estoy aquí contigo, y siempre estaré aquí para protegerte.

Pero a pesar de las palabras tranquilizadoras de Jimin, Yoongi no podía sacudirse el terror que había sentido en la pesadilla. Se aferró a Jimin, hundiendo su rostro en el pecho de su esposo, buscando consuelo en su calor y en el sonido rítmico de su corazón.

—Tengo tanto miedo, Jimin... —admitió Yoongi en un susurro apenas audible—. No puedo dejar de pensar en lo que podría haber pasado. No puedo dormir, cada vez que cierro los ojos, todo vuelve, como si estuviera pasando de nuevo...

Jimin cerró los ojos con fuerza, sintiendo una mezcla de impotencia y furia. Odiaba que Yoongi estuviera pasando por esto, odiaba que no pudiera hacer más para protegerlo de sus propios miedos. Pero sabía que lo único que podía hacer en ese momento era estar ahí para él, apoyarlo y ayudarlo a superar este tormento.

—. Vamos a buscar ayuda si es necesario, pero no dejaré que enfrentes esto solo. No estás solo, ¿de acuerdo? No tienes que cargar con todo este peso tú mismo.

Yoongi asintió lentamente, sintiendo que las palabras de Jimin lo anclaban, lo traían de vuelta del abismo de su miedo. El ritmo calmante del corazón de Jimin y su voz suave comenzaron a calmarlo poco a poco, disipando las sombras que lo habían atormentado.

—Gracias —murmuró Yoongi, su voz algo más estable—. No sé qué haría sin ti...

—Nunca tendrás que averiguarlo —respondió Jimin, apretando un beso suave en la frente de Yoongi—. Porque siempre estaré aquí, contigo.

Jimin continuó sosteniéndolo, manteniendo su agarre firme pero reconfortante, mientras Yoongi trataba de recobrar la calma. El reloj seguía avanzando, pero ninguno de los dos tenía intención de dormir. Jimin no iba a dejar a Yoongi solo en ese estado, y Yoongi se aferraba a la presencia tranquilizadora de su esposo como a un salvavidas.

—Quizás... —empezó Jimin tras unos minutos de silencio, su voz pensativa—. Podríamos hablar con Seonho sobre esto. Él podría tener algunos consejos o ejercicios que te ayuden a manejar estas pesadillas.

Yoongi se mordió el labio, considerando la idea. Seonho había sido una gran ayuda para él en el pasado, y quizás hablar con él sobre esto podría aliviar un poco la carga que sentía. Pero la idea de tener que revivir esos miedos en una conversación lo hacía dudar.

—Lo pensaré —dijo finalmente Yoongi, su tono suave.

—No tienes que decidir nada ahora —respondió Jimin, sin presionarlo—. Solo quiero que sepas que estoy aquí para ti, y que encontraremos la manera de superarlo

Pasaron el resto de la noche en silencio, con Jimin manteniendo a Yoongi en sus brazos, dándole toda la seguridad y el amor que podía.

La noche eventualmente dio paso al amanecer, con los primeros rayos de luz filtrándose por las ventanas y llenando la habitación con un resplandor suave. Yoongi, agotado pero más tranquilo, finalmente pudo relajarse un poco en los brazos de Jimin, dejando que la calidez del nuevo día lo envolviera.

 Yoongi, agotado pero más tranquilo, finalmente pudo relajarse un poco en los brazos de Jimin, dejando que la calidez del nuevo día lo envolviera

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