1. Uno

577 60 0
                                    

El silencio de la noche en Moscú era engañoso

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


El silencio de la noche en Moscú era engañoso. Bajo el manto de la oscuridad, la ciudad respiraba vida en sus callejones y rincones ocultos, donde las sombras eran más densas y los secretos más oscuros. Allí, en el corazón de la ciudad, en una mansión imponente rodeada de muros altos y seguridad impenetrable, Park Jimin, el líder de la bratva, se preparaba para una reunión que marcaría el destino de muchos.

Vestido con un traje negro impecable, Jimin ajustó su corbata frente al espejo. Sus ojos oscuros, fríos y calculadores, reflejaban el poder y el peligro que emanaba de él. Era un hombre que había construido un imperio sobre la violencia y el miedo, y que no dudaba en hacer lo necesario para mantenerlo. Sin embargo, su mirada se suavizó cuando escuchó un sonido suave proveniente de la habitación contigua.

Dejó de lado su frialdad por un momento y cruzó la puerta que lo separaba de lo único que podía doblegar su voluntad: Min Yoongi. Su esposo, de piel pálida y cabello oscuro como la medianoche, estaba sentado en la cama, acariciando su vientre con una sonrisa tranquila en los labios. Yoongi estaba embarazado, y ese hecho lo había cambiado todo para Jimin.

—¿Te sientes bien, mi amor? —preguntó Jimin, acercándose a él con pasos silenciosos. La dureza habitual de su voz se desvaneció, transformándose en un susurro preocupado.

Yoongi levantó la mirada y sus ojos se encontraron. En ese instante, el mundo de Jimin se redujo a esos orbes oscuros que reflejaban su amor y devoción. Era increíble para él cómo podía ser tan cruel con sus enemigos y, al mismo tiempo, tan tierno con la persona que amaba.

—Estoy bien, Jiminie —respondió Yoongi con una sonrisa suave—. El bebé también está bien.

Jimin se inclinó, depositando un beso en la frente de Yoongi y luego en su vientre, donde descansaba la vida que había jurado proteger con todo lo que tenía. Era en esos momentos, cuando estaba con Yoongi, que podía permitirse ser simplemente un hombre, un futuro padre. Pero fuera de esas paredes, él era Park Jimin, el jefe de la bratva, y esa noche tenía que recordar quién era.

—Tengo que irme, amor —dijo Jimin, enderezándose con un suspiro—. Pero estaré de vuelta antes del amanecer.

Yoongi asintió, aunque Jimin vio el destello de preocupación en sus ojos. Sabía lo peligroso que era el mundo en el que vivían, pero también entendía que Jimin haría cualquier cosa por él

—Ten cuidado —susurró Yoongi, tomando la mano de Jimin y apretándola con fuerza—. No me importa cuán fuerte seas, siempre temo que algo pueda pasarte.

Jimin sonrió, una sonrisa que nunca mostraba a nadie más que a Yoongi. Se inclinó de nuevo, sus labios rozando los de Yoongi en un beso suave y lleno de promesas.

— Nunca dejaré que nada nos separe —dijo Jimin con firmeza—. Tú y nuestro bebé son mi vida, y haré lo que sea necesario para protegerlos.

Salió de la habitación con ese pensamiento en mente, dejando atrás la calidez de su hogar para enfrentarse al frío mundo exterior. Afuera, lo esperaba su leal mano derecha, Kim Namjoon, quien lo saludó con un gesto de cabeza.

—Todo está listo, jefe —informó Namjoon, sus ojos observando atentamente a Jimin—. Los hombres están en posición, y nuestros invitados han llegado.

Jimin asintió, dejando atrás cualquier rastro de vulnerabilidad. Su expresión se endureció mientras caminaba hacia el vehículo blindado que lo esperaba. Las luces de la ciudad parpadeaban en la distancia mientras el coche arrancaba, llevándolo hacia un almacén abandonado en las afueras de Moscú, donde lo esperaba una reunión con los líderes de las familias rivales.

El almacén estaba iluminado solo por unas pocas luces fluorescentes que parpadeaban, añadiendo un aire de desolación al lugar. Dentro, un grupo de hombres ya se había reunido, todos con la misma mirada calculadora y desprovista de emociones que Jimin. Eran sus aliados y, al mismo tiempo, sus enemigos potenciales.

—Park Jimin —saludó Ivanov, el líder de la familia Ivanov, con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos—. Un placer, como siempre.

—Ivanov —respondió Jimin con frialdad, tomando asiento en la cabecera de la mesa improvisada—. ¿Qué es tan urgente como para requerir mi presencia a estas horas?

Ivanov soltó una risa baja, una que resonó en el almacén vacío como un eco inquietante.

—Negocios, por supuesto —respondió Ivanov—. Pero también hay algo más… personal. Algo que podría interesarte.

Jimin entrecerró los ojos, su instinto alertándose. No confiaba en Ivanov, ni en ninguno de los presentes, pero estaba acostumbrado a jugar ese juego.

—Habla —ordenó, sin dejar que su voz traicionara la curiosidad que comenzaba a formarse en su mente.

—Se dice que tienes un punto débil —continuó Ivanov, su tono goteando veneno—. Algo que podría ser aprovechado por quienes no comparten tu… afecto.

La atmósfera en la sala se tensó instantáneamente. Jimin sintió cómo la ira comenzaba a burbujear bajo su piel, pero la mantuvo bajo control. No podía permitirse mostrar debilidad.

—No tengo puntos débiles —respondió Jimin con frialdad—. Pero te aconsejo que no sigas ese camino, Ivanov. No terminará bien para ti.

Ivanov mantuvo la sonrisa, pero sus ojos destellaron con algo que Jimin reconoció: desafío. Antes de que pudiera decir algo más, uno de sus hombres entró apresuradamente en la sala, susurrando algo al oído de Namjoon. La expresión de Namjoon se endureció, y Jimin supo que algo no estaba bien.

—Jefe —dijo Namjoon, su voz baja pero urgente—. Tenemos un problema.

Jimin se levantó de golpe, su mirada dirigida a Ivanov, quien ahora lucía una sonrisa completamente satisfecha.

—Parece que tienes que marcharte antes de que podamos hablar más —dijo Ivanov, fingiendo sorpresa—. Espero que todo esté bien… en casa.

La sangre de Jimin se congeló. Sin decir una palabra más, giró sobre sus talones y salió del almacén, con Namjoon siguiéndolo de cerca. Afuera, el motor del coche ya estaba en marcha, y en cuanto Jimin estuvo dentro, el vehículo arrancó a toda velocidad.

—¿Qué pasó? —preguntó Jimin, manteniendo la calma por fuera, aunque en su interior sentía cómo el pánico comenzaba a apoderarse de él.

Namjoon lo miró, su expresión grave.

—Es Yoongi, jefe. Ha desaparecido.

El corazón de Jimin se detuvo por un segundo, solo para luego acelerar con una fuerza devastadora. Sus pensamientos se volvieron caóticos, pero una sola idea se mantuvo firme: encontrar a Yoongi, a cualquier costo.

—Encuéntralo —ordenó Jimin, su voz más fría y letal que nunca—. Encuentra a quien hizo esto, y mátenlos a todos.

El coche avanzó por las calles de Moscú, mientras Jimin se preparaba para la guerra. Nadie tocaría a Yoongi. Nadie. No mientras él estuviera vivo.

 No mientras él estuviera vivo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Jelou yo de nuevo❤️‍🔥

Its definitely you - Jimsu Donde viven las historias. Descúbrelo ahora