2. Veintiuno

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El suave murmullo de las cortinas al rozar el suelo y el brillo matutino que se filtraba por la ventana anunciaban un nuevo día. Yoongi, aún sumido en la bruma del sueño, sintió ligeros toques en su rostro. Poco a poco, la sensación se volvió más clara: eran pequeños besos, esparcidos con ternura por su piel. Una sonrisa involuntaria curvó sus labios, mientras arrugaba la nariz al reconocer el toque familiar de su esposo.

—Buenos días, mi amor —murmuró Jimin entre beso y beso, su voz ronca y dulce, como una caricia para los oídos de Yoongi.

Yoongi abrió los ojos lentamente, encontrándose con la sonrisa radiante de Jimin, quien lo miraba con una devoción infinita. Los labios de Jimin se posaron una vez más sobre los suyos, en un beso suave, cálido y lleno de amor. Yoongi no pudo evitar reír ligeramente, contagiado por la energía alegre de su esposo.

—El día pinta maravilloso —continuó Jimin, alejándose solo lo suficiente para mirarlo a los ojos—, porque el rey ha despertado.

Yoongi rió ante el comentario, su risa suave y melodiosa llenando la habitación con una felicidad palpable. Llevó su mano al rostro de Jimin, acariciando suavemente su mejilla. Sin embargo, cuando sus dedos rozaron la piel cálida, algo brilló en su visión periférica. Yoongi bajó la mirada y vio una sortija en su dedo anular, una sortija con un diamante grande que destellaba con la luz del sol.

Su sonrisa se desvaneció por un momento, reemplazada por una expresión de sorpresa y asombro. Parpadeó, intentando procesar lo que veía, y luego miró a Jimin, quien lo observaba con una sonrisa llena de complicidad y ternura.

—¿Esto es... para mí? —preguntó Yoongi, su voz apenas un susurro, como si temiera que cualquier palabra más fuerte rompiera la magia del momento.

Jimin asintió, sus ojos brillando con una mezcla de amor y satisfacción.

—Siempre ha sido para ti, Yoongi —respondió, su voz firme pero llena de emoción.

Yoongi recordó entonces. Hace casi cuatro años, en una tarde de septiembre, ellos se habían fugado a Las Vegas. Fue un impulso, una decisión repentina que los llevó a una pequeña capilla en medio del desierto, donde se prometieron amor eterno sin pompas ni testigos. Aquella tarde se despertaron en su habitación de hotel, y Jimin, con una sonrisa traviesa, sugirió que deberían casarse. Yoongi, siempre dispuesto a seguir a Jimin en sus locuras, había aceptado sin dudar. Y así, con un “sí” espontáneo, se convirtieron en esposos.

Pero esa ceremonia fue solo para ellos, un acto íntimo sellado con simples anillos de plata. Ahora, al ver la sortija con el gran diamante, Yoongi sintió que Jimin estaba reafirmando ese compromiso de una manera nueva, diferente, pero igual de especial.

—Es preciosa... —murmuró Yoongi, incapaz de dejar de mirar la sortija que ahora adornaba su mano.

—Es poco comparado con lo que realmente mereces —dijo Jimin, su voz llena de sinceridad.

Yoongi negó suavemente, levantando la mirada para encontrarse con los ojos de Jimin.

—Me encanta, Jimin. Es perfecta, porque viene de ti.

Jimin sonrió ampliamente, sus ojos se suavizaron aún más al escuchar esas palabras. Se acercó una vez más, posando su frente contra la de Yoongi, susurrándole con un tono lleno de promesas.

—Siempre te voy a elegir a ti, Yoongi. Todos los días, en cada momento, eres mi elección. Eres mi vida.

Yoongi sintió que su corazón latía con fuerza, cada palabra de Jimin resonando en su alma. Con un gesto lleno de ternura, tomó el rostro de Jimin entre sus manos y acercó sus labios a los de él, sellando ese momento con un beso. Fue un beso profundo, lento, lleno de significados no dichos, de promesas silenciosas y de un amor que no necesitaba palabras para ser entendido.

Its definitely you - Jimsu Donde viven las historias. Descúbrelo ahora