1. Tres

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El sol apenas comenzaba a asomarse por el horizonte cuando Jimin, con los ojos aún pesados por la falta de sueño, se despertó al sentir un leve movimiento a su lado

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El sol apenas comenzaba a asomarse por el horizonte cuando Jimin, con los ojos aún pesados por la falta de sueño, se despertó al sentir un leve movimiento a su lado. Yoongi se revolvía entre las sábanas, susurrando algo inaudible. Su frente estaba perlada de sudor, y su respiración era agitada.

Jimin se incorporó rápidamente, encendiendo la lámpara de noche y girándose para mirarlo con preocupación. Desde el secuestro, Yoongi no había sido el mismo. Aunque externamente había mantenido la calma, Jimin sabía que las cicatrices de esa noche se habían quedado profundamente grabadas en su alma.

—Yoongi, amor, despierta —susurró Jimin con ternura, acariciando suavemente la mejilla de su esposo.

Yoongi abrió los ojos de golpe, respirando con dificultad, y tardó unos segundos en reconocer el entorno. Al ver el rostro de Jimin, se relajó un poco, pero las sombras del terror que había experimentado aún permanecían en sus ojos.

—Otra pesadilla —murmuró Yoongi con voz ronca, tratando de controlar su respiración.

Jimin lo abrazó, permitiendo que Yoongi se apoyara en su pecho mientras acariciaba su cabello con ternura.

—Estoy aquí, bebé. Duerme un poco más

Yoongi asintió, pero no dijo nada. Jimin podía sentir la tensión en su cuerpo, sabía que no era fácil para él. Acarició su vientre, intentando transmitirle seguridad a través del contacto.

—¿Cómo te sientes? —preguntó Jimin en voz baja, preocupado por el bienestar de Yoongi y del bebé.

—Cansado —respondió Yoongi, su voz apagada—. Pero bien.

Jimin suspiró, aliviado de escuchar esas palabras. Se inclinó para besar la frente de Yoongi, dejando que sus labios se demoraran en la piel cálida.

—Voy a cuidar de ti, mi amor —prometió Jimin, susurrando contra su piel.

Yoongi levantó la vista, encontrándose con los ojos oscuros y determinados de Jimin. No era un hombre que diera su palabra a la ligera, y Yoongi lo sabía. Podía confiar en Jimin con su vida, y así lo haría.

—Lo sé —dijo finalmente Yoongi, susurrando.

Jimin sintió una oleada de calidez en su pecho. Había vivido toda su vida en un mundo de sombras, donde la traición y la muerte eran moneda corriente. Pero Yoongi era la luz en su oscuridad, y estaba dispuesto a hacer lo que fuera necesario para protegerlo.

Más tarde, ese mismo día, Jimin se encontraba en su despacho, revisando los informes de seguridad que sus hombres le habían entregado. Había pasado la noche junto a Yoongi, asegurándose de que descansara, pero ahora, con su esposo finalmente dormido de nuevo, era el momento de tomar medidas.

Namjoon entró en la habitación sin llamar, su rostro serio y sus ojos llenos de determinación. Se detuvo frente al escritorio de Jimin, esperando pacientemente a que su líder levantara la vista.

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