En los oscuros y peligrosos bajos fondos de Moscú, Park Jimin, el despiadado líder de la temida bratva, gobierna con mano de hierro. Su fama de ser cruel, inhumano y letal con sus enemigos y traidores es bien conocida. Nadie se atreve a desafiarlo...
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El sonido insistente del teléfono resonó en la oscuridad de la habitación, despertando a Jimin de su sueño profundo. Con un movimiento rápido y preciso, alcanzó el dispositivo en la mesita de noche, contestando sin demora. Al otro lado de la línea, la voz de Minho era un torbellino de pánico y desesperación.
—¡Jimin! —exclamó Minho, su respiración entrecortada por la angustia—. Han atacado la mansión… Nos han tomado por sorpresa. Taemin y yo logramos escapar, pero mis hombres… no sé si siguen vivos. No sé dónde ir.
Jimin se levantó de la cama con rapidez, sus pies descalzos tocando el suelo frío mientras sus pensamientos se organizaban en una fracción de segundo. Sabía lo que debía hacer.
—Escucha, Minho, voy a movilizar a mis hombres ahora mismo. No te preocupes por nada más. Yo me encargaré —dijo con firmeza, su voz irradiando una calma que esperaba transmitirle a Minho.
Colgó el teléfono sin esperar respuesta, ya comenzando a moverse con la eficiencia de alguien acostumbrado a manejar crisis. Mientras se dirigía hacia la puerta, sintió un movimiento detrás de él. Se giró para ver a Yoongi, aún medio dormido pero con los ojos abiertos por la preocupación, mirándolo con incertidumbre.
—¿Jimin? ¿Qué sucede? —preguntó Yoongi, su voz teñida somnolencia y miedo.
Jimin se acercó a él, su expresión suavizándose al ver la angustia en los ojos de su esposo. Lo tomó suavemente por la cintura, acercándolo a su pecho en un gesto protector.
—Minho y Taemin están en problemas. Atacaron su mansión y están huyendo. Les ofreceré asilo aquí mientras resolvemos la situación —explicó Jimin, su tono tranquilizador mientras acariciaba el cabello de Yoongi.
—¿Van a venir aquí? —preguntó Yoongi, su miedo ahora mezclado con preocupación por los desconocidos que pronto estarían en su hogar.
—Sí, estarán aquí en breve. Pero no te preocupes, todo estará bien —Jimin sonrió con ternura y le dio un beso en los labios, lento y lleno de amor—. No te preocupes amor, no hay nada que temer
Yoongi asintió lentamente, confiando en las palabras de Jimin. Pero el miedo no lo abandonaba del todo. Sabía lo peligroso que era el mundo en el que vivían, y la idea de que otra familia estuviera siendo destrozada lo llenaba de tristeza.
Minutos después, los hombres de Jimin ya estaban en movimiento, siguiendo las órdenes de su líder con precisión militar. Jimin, siempre eficiente, se encargó de coordinar la seguridad en la mansión, asegurándose de que el lugar estuviera preparado para recibir a Minho y Taemin.
No pasó mucho tiempo antes de que la puerta principal se abriera con un golpe seco, y Minho entrara cargando a Taemin en sus brazos. Taemin, visiblemente alterado, respiraba con dificultad mientras apretaba su vientre con una mano, claramente afectado por el estrés del ataque. Sus ojos mostraban un terror que Yoongi reconoció al instante: era el miedo de alguien que estaba dispuesto a darlo todo por proteger a su ser querido.
