El mes había pasado volando, y la situación en la mansión se había estabilizado considerablemente. Los hombres de Jimin estaban casi recuperados de las heridas sufridas, y aquellos liderados por Agust para proteger a Yoongi estaban en mejor forma que nunca. La tranquilidad volvía a instalarse en sus vidas, aunque la relación entre los gemelos aún avanzaba a paso lento.
Agust, quien solía ser frío y distante con casi todos, mostraba una faceta completamente diferente cuando Yoongi estaba frente a él. Sus barreras se derrumbaban, y miraba a su hermanito con una adoración evidente, como si Yoongi fuera la cosa más adorable del mundo. Sin embargo, Yoongi aún no se sentía del todo confiado con su hermano. Aunque Agust se esforzaba por dar una buena imagen, la desconfianza latente entre ellos hacía que su relación avanzara con cautela. Aun así, habían comenzado a conocerse mejor. Yoongi sabía más sobre la vida de Agust: dónde y cómo había sido adoptado, cómo había vivido, mientras que Agust también había aprendido la historia de Yoongi. A pesar de ser tan similares en algunos aspectos, eran notablemente diferentes en otros.
Jimin, por su parte, observaba la sinceridad de Agust y comenzaba a sentirse realmente seguro al salir de la mansión, sabiendo que Yoongi estaba bien cuidado. Sabía que Agust y otros hombres en la mansión darían la vida por su esposo, lo cual le daba una tranquilidad que no había sentido en mucho tiempo.
Aquella tarde, Yoongi decidió jugar una pequeña broma. Con una sonrisa traviesa, se acercó a Agust y, con sus mejores ojos de gatito, le pidió un favor: quería que Agust se hiciera pasar por él para ver si Jimin realmente podía notar la diferencia. Después de un momento de indecisión, Agust aceptó, vencido por la ternura en la mirada de su hermano.
—Está bien, haré esto por ti. Pero solo esta vez —advirtió Agust, tomando la ropa que Yoongi le ofrecía.
—¡Prometido! —respondió Yoongi, ayudando a Agust a vestirse con uno de sus conjuntos favoritos. Luego, arregló el cabello de su hermano, esmerándose en replicar su estilo. Jimin estaría llegando pronto de una reunión, y Yoongi no podía contener su entusiasmo por la pequeña broma que estaban a punto de jugar.
Cuando todo estuvo listo, Agust se quedó en la habitación, tratando de imitar la postura relajada y la expresión suave de Yoongi. Mientras tanto, Yoongi se escondió en el clóset, con las rendijas permitiéndole ver todo lo que sucedía. Su corazón latía con fuerza, una mezcla de nervios y emoción.
Poco después, escuchó la puerta principal abrirse y el familiar sonido de los pasos de Jimin entrando en la habitación.
—Estoy en casa, amor —saludó Jimin con afecto mientras se quitaba la chaqueta y la dejaba sobre una silla cercana.
Agust, imitando la voz y la ternura de Yoongi, respondió con una sonrisa suave y un tono bajo.
—Bienvenido, cariño.
Jimin hizo una pequeña sonrisa, notando algo ligeramente fuera de lugar, pero se acercó a “Yoongi” con la misma calidez de siempre. Lo tomó de la cintura, tirando suavemente de él hacia un abrazo.
Desde su escondite, Yoongi mordió sus labios, nervioso pero emocionado por ver cómo se desarrollaba la situación.
Jimin se acercó sigilosamente al oído de “Yoongi” y, con una voz suave pero divertida, le susurró:
—¿Te hizo Yoongi hacer esto?
Agust asintió, incapaz de ocultar una ligera sonrisa.
Jimin soltó una risita baja, pero en lugar de revelar de inmediato que conocía el engaño, decidió seguir el juego.
—Muy bien —dijo Jimin, su tono ahora un poco más juguetón—. Vamos a seguir actuando entonces.
Jimin deslizó una mano por la espalda de Agust, acercándolo aún más. Sus labios rozaron el cuello de Agust, dejando un suave beso mientras sus manos bajaban lentamente, llegando a la cintura y sosteniéndolo con una firmeza que dejaba claro que Jimin sabía exactamente a quién estaba tocando.
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Its definitely you - Jimsu
FanficEn los oscuros y peligrosos bajos fondos de Moscú, Park Jimin, el despiadado líder de la temida bratva, gobierna con mano de hierro. Su fama de ser cruel, inhumano y letal con sus enemigos y traidores es bien conocida. Nadie se atreve a desafiarlo...