Había pasado una semana desde el ataque y desde que Yoongi y Jimin recibieron la noticia de que serían padres. La noticia había cambiado sus vidas en formas que ambos apenas comenzaban a comprender. Jimin, siempre protector, había redoblado sus cuidados hacia Yoongi, asegurándose de que comiera bien, descansara lo suficiente, y evitara cualquier situación estresante. Ambos habían decidido mantener el embarazo en secreto por ahora; querían disfrutar de esos primeros momentos juntos, guardando la noticia solo para ellos hasta que el embarazo fuera más seguro.
Aquella mañana, el sol apenas empezaba a filtrarse por las cortinas cuando Yoongi se despertó bruscamente, una sensación de náusea apoderándose de su cuerpo. Sin perder tiempo, salió de la cama y corrió al baño, sintiendo que no podría contenerse más. Apenas llegó a la taza, vomitó, su cuerpo temblando ligeramente por el esfuerzo.
Jimin, todavía adormilado, se dio cuenta de inmediato de lo que estaba sucediendo y, sin pensarlo dos veces, saltó de la cama y siguió a Yoongi al baño. Se arrodilló a su lado, sus manos acariciando suavemente la espalda de su esposo.
—Shh, está bien, amor —murmuró Jimin con voz suave, tratando de calmarlo mientras continuaba frotándole la espalda con movimientos circulares—. Estoy aquí contigo.
Cuando Yoongi terminó, Jimin tomó un vaso de agua y se lo ofreció. Yoongi lo aceptó agradecido, enjuagando su boca antes de girarse para mirar a Jimin. La preocupación en los ojos de su esposo era obvio, incluso a través del cansancio que aún lo dominaba.
—¿Estás bien? —preguntó Jimin, con la voz todavía ronca por el sueño, pero cargada de amor.
Yoongi sonrió suavemente, sus ojos encontrando los de Jimin con un brillo travieso a pesar del malestar.
—Creo que nuestro pequeño frijolito está decidido a hacerme las mañanas difíciles —respondió Yoongi, llevando instintivamente una mano a su vientre plano, como si pudiera sentir ya la presencia del bebé creciendo dentro de él.
Jimin dejó escapar una risa suave, la preocupación en sus ojos siendo reemplazada por una mezcla de alivio y ternura. Se acercó a Yoongi y lo envolvió en un abrazo cálido, pegando su frente contra la de su esposo.
—Nuestro frijolito solo quiere que sepamos que está ahí —susurró Jimin, su voz llena de un afecto tan profundo que Yoongi sintió que su corazón podría derretirse—. Quiere asegurarse de que no nos olvidemos de él, por eso te hace vomitar.
Yoongi rió suavemente, sintiendo que el malestar se desvanecía un poco al estar envuelto en los brazos de Jimin. A pesar de todo, estaba feliz. No importaba cuán difíciles fueran estas mañanas si significaba que su bebé estaba ahí, creciendo dentro de él, esperando el momento de llegar al mundo.
—No podría olvidarlo, incluso si quisiera —murmuró Yoongi, apoyando su cabeza en el hombro de Jimin mientras lo abrazaba—. No con un recordatorio tan insistente.
Jimin lo sostuvo un poco más fuerte, sus manos acariciando la espalda de Yoongi con una suavidad casi reverencial. Podía sentir la vida que estaban creando juntos, y eso lo llenaba de un amor tan abrumador que casi le quitaba el aliento.
—Vamos a cuidarte mucho, a ti y a nuestro frijolito —dijo Jimin, su voz firme con una promesa silenciosa—. Haré de todo para que estés bien.
Yoongi levantó la cabeza para mirarlo a los ojos, sonriendo ante la intensidad con la que Jimin hablaba. Siempre había admirado la manera en que Jimin se comprometía completamente con todo lo que amaba, y ahora, verlo tan dedicado a cuidar de él y de su bebé, lo hacía sentirse más afortunado que nunca.
—Sé que lo harás, Jiminie —respondió Yoongi, sus palabras llenas de gratitud y amor—. Y yo también me cuidaré, te lo prometo.
Jimin asintió, finalmente permitiéndose sonreír de nuevo. Le dio un beso suave en la frente antes de ayudarse mutuamente a levantarse del suelo.
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Its definitely you - Jimsu
FanfictionEn los oscuros y peligrosos bajos fondos de Moscú, Park Jimin, el despiadado líder de la temida bratva, gobierna con mano de hierro. Su fama de ser cruel, inhumano y letal con sus enemigos y traidores es bien conocida. Nadie se atreve a desafiarlo...